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En la muerte de Xabier Arzalluz

«Ahora, en el momento de su muerte, confieso que no buscaré su esquela, ni en ABC ni en ningún otro periódico, para leerla con la fruición con la que él leía las de las gentes de Neguri»

Por José Ignacio Palacios Zuasti

En estos momentos, cuando los teletipos acaban de lanzar la noticia del fallecimiento del que fuera presidente del PNV, Xabier Arzalluz, en mi mente se agolpan muchos recuerdos de cosas acaecidas a lo largo de estos últimos cuarenta años. Lo primero que me viene a ... la memoria es esa confesión que un día le hizo al entonces director de ABC Francisco Giménez Alemán: «En tu periódico hay una sección que me interesa, y es la de las esquelas, que la leo todos los días, porque así me entero cuándo se muere alguno de esos de Neguri en Madrid». También, y siguiendo con los de Neguri, me acuerdo de que, allá por 2001, cuando ETA colocó un coche bomba en una casa de esa localidad, que no explosionó, y que era el tercero que ponía a una misma familia en un plazo de siete meses para forzarles a pagar el «impuesto revolucionario», el ahora difunto Arzalluz le preguntó al que era su enlace con los terroristas, Gorka Aguirre: «¿Es cierto que dieron su palabra de que abonarían hasta el último céntimo?» y, al responder éste: «Por supuesto», dando un puñetazo en la mesa e irritado dijo: «Pues, entonces, hay que decirles que paguen. Un vasco no se vuelve atrás de la palabra dada».

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