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El último embuste de Sánchez

Un mentiroso a la cara

Álvaro Martínez

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Malos tiempos para la palabra dada en política, muy malos. Y desde ayer bastante peores (a que sí Garrido, a que sí Rivera...). La verdad, a qué negarlo, nunca termina por ser palabra de Dios para un político y menos aún cuando este se halla ... enfrascado en la batalla de las urnas, en ese complicado combate por ganar el poder donde uno se arremanga y ya no conoce ni a su madre. Seguramente, en los dos debates televisados los candidatos litigantes exageraron o deformaron esto o aquello con el fin de teatralizar el apocalipsis que supondría la victoria del rival, mentirijillas piadosas a beneficio de inventario y propias de ese guiñol de cachiporra que nunca deja de ser la palestra política. Pero aun siendo conscientes del lodoso suelo en el que todos se mueven, conviene que cuando uno miente como un bellaco no se atreva a exhibir prueba documental de su propia mentira. Y eso es exactamente lo que hizo Sánchez al mostrar a cámara un papel que según él demostraba que Casado y Rivera son unos fachas descomunales porque el nuevo Gobierno andaluz elaboraba una especie de «lista negra» para purgar a los trabajadores de la violencia de género. En realidad se trata de una carta de un ciudadano particular, pero eso a Sánchez -o al presidente del Gobierno, que con él nunca se sabe bien quién habla- le trae sin cuidado. Antes de que se descubriese la mentira, acudió con la fanfarria su vicesecretaria general, Adriana Lastra, que con el debate aún vivo afirmaba en Twitter, con formidable desahogo: «Sí, listas negras. Sí, el PP, Cs y la ultraderecha haciendo listas negras de trabajadores y trabajadoras contra la Violencia de Género. Sí, tenemos que pararlos». Y mostraba ese mismo papel mentiroso.

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