El ángulo oscuro
La batalla cultural
Si Casado está incapacitado para esta «batalla cultural», mucho más todavía lo está Cayetana
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Iniciar sesiónCon frecuencia, escuchamos decir a personajes de la derecha que, para derrotar a la izquierda, es preciso plantear una «batalla cultural». Pero, para poder plantear una «batalla cultural», hace falta una cultura propia. Y por cultura no nos referimos, naturalmente, a toda esa colección de ... pacotillas que nuestra época produce en serie para mantener a la gente entretenida, sino al hábito del alma que se cultiva para alcanzar la verdad sobre las cosas. Pero los personajes de la derecha que invocan la «batalla cultural» suelen ser gentes que montan con el oponente izquierdista broncas anecdóticas, para chincharlo o enardecerlo. Es decir, para generar antagonismos tan ruidosos como estériles que sólo sirven para confirmarlo en sus ideas. De este modo la «batalla cultural» acaba pareciendo un tedioso intercambio de tuits entre el team facha y la pandilla progre.
A veces, incluso, esta «batalla cultural» que preconizan ciertos personajes de la derecha incorpora entre sus ingredientes una formidable empanada mental, que creyendo combatir al adversario le está haciendo en realidad el caldo gordo. Así ocurre, por ejemplo, con la preterida Cayetana Álvarez de Toledo, una mujer que por su proverbial tendencia a la bronca anecdótica suele despertar fervores entre la derecha más testicular. Hace unos días la entrevistaba Carlos Herrera, ante quien lamentaba (con ese tonito «mashestático» que la caracteriza) que Pablo Casado hubiese renunciado a la «batalla cultural» contra «la izquierda y el independentismo». Pero si Casado está incapacitado para esta «batalla cultural», mucho más todavía lo está Cayetana. Pues Casado es tan sólo un hombre débil que rehúye la batalla por tacticismo (y el tacticismo, desde luego, puede acabar en estrategia perdedora); mientras que Cayetana es una mujer infatuada de sí misma que ha asumido doctrinalmente todas las ideas erróneas que convienen al enemigo.
A veces, las ideas erróneas de Cayetana convienen al enemigo porque plantean una penosa dialéctica antagónica, oponiendo al error que se pretende combatir el error antípoda; con lo que sólo se logra robustecer al enemigo en su error. Ocurre así, por ejemplo, cuando a los errores del independentismo Cayetana opone sus errores jacobinos, que -además de compartir genealogía- postulan una odiosa España de gentes «libres e iguales» sin refrendo en nuestra historia y en nuestro carácter, que sólo pudo cuajar en unidad espiritual y política a través de gentes «vinculadas y diferentes». El liberalismo radical, extranjerizante y uniformizador de Cayetana es una formidable fábrica de independentismo, que sólo se puede combatir rescatando la tradición catalana e hispánica.
Otras veces las ideas erróneas de Cayetana convienen al enemigo porque se allanan ante sus presupuestos. Así ocurre, por ejemplo, cuando considera -así lo afirmaba en la mencionada entrevista- que el aborto y la eutanasia son «estrictos asuntos morales» sobre los que la derecha no debe definirse, para «ensanchar» su ámbito social. Pero lo cierto es que el aborto y la eutanasia son cuestiones políticas principalísimas; pues a través de ellas definimos nuestro concepto de persona y el tipo de «polis» que postulamos: una auténtica comunidad política que protege y acompaña a sus miembros más débiles; o bien una mera asociación adventicia con un concepto utilitario o instrumental de la vida humana. Las ideas que defiende Cayetana son, en realidad, el fermento de lo que la derecha testicular llama «marxismo cultural», que no es otra cosa sino liberalismo radical y consecuente; es decir, el presupuesto óptimo para que la izquierda y el independentismo logren definitivamente la hegemonía cultural, mientras la derecha testicular sigue aplaudiendo a líderes y lideresas con empanada mental y tendencia a la bronca anecdótica.
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