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La suerte contraria

Y ahora los puritanos

Espero que no volvamos a aceptar mansamente un estado de alarma de duración indefinida

José F. Peláez

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Si algo me llamó la atención entonces fue la placidez con la que se instauró el estado de alarma, la sumisión absoluta del individuo a la coacción -la violencia- del Estado y la naturalidad con la que aceptamos que nuestros derechos fundamentales fueran suspendidos sin ... más, como si la libertad fuera un concepto administrativo, poco más que esa pintura azul que avisa si puedes o no aparcar. Y el silencio de fondo, la falta de reflexión profunda, la ausencia de cuestionamiento, la unanimidad sordomuda de un país que se muestra ante el poder dócil como un bretón. Me extrañó tanta obediencia y jamás me habría creído que España se metería en casa a mirar, como Nerón, cómo sus negocios se arruinaban y la vida se paralizaba sin oponer resistencia y sin que tuvieran que sacar a la Policía cada mañana. Sin presión ni represión.

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