Cambio de guardia
Internet y chantaje
Cualquiera podrá recurrir a la vida privada para acabar con un competidor político
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónLa historia es de una trivialidad desoladora. Además de repugnante. Pero, de esa trivialidad y de esa repugnancia, se ha tejido una crisis política en la Francia que hasta anteayer hacía del blindaje entre vida pública y vida privada el cimiento de la República.
La ... historia -trivial, repugnante- tiene estos personajes: un candidato macronista a la alcaldía de París, en la cual se juega mucho más que un ayuntamiento; un profesional ruso de ese negocio de la provocación al cual algunos descerebrados llaman arte contemporáneo, huido de Putin y beneficiario del benévolo asilo en Francia; su joven novia, de la cual no conocemos nombre, sólo edad, 29.
El político, Benjamin Griveaux, intercambia vídeos estúpidamente guarros con la señorita: no está clara la fecha, pero parece que hace algo más de un año. La señorita y su «provocador» novio atesoran un patrimonio icónico a capitalizar en el momento justo: ese momento cristaliza en el inicio de las municipales parisinas, en las cuales LREM de Macron se juega buena parte de su futuro. El «artista» lanza a las redes sociales los genitales del político pardillo y reivindica su acción. Los competidores del político pardillo repiquetean las imágenes. Dos días después, el político pardillo dimite: barco hundido.
No hay novedad en el suceso mismo. Chantajistas los hubo siempre. Lo que mueve a estupefacción es la facilidad de su eficacia. Que hace jugar dos factores: a) el hipócrita puritanismo de una sociedad más trufada que ninguna en la historia por el consumo de la pornografía; b) la impunidad de unas redes sociales que simultanean la instantánea universalidad de sus mensajes y la casi perfecta impunidad ante la ley.
Porque, en términos legales, no hay lugar a polémica: fotografiar los propios genitales no es delito, enviar las imágenes a una adulta que las solicita, tampoco; por el contrario, distribuir públicamente en la red imágenes transmitidas en el ámbito privado está penado por la ley francesa, desde 2016, con dos años de cárcel y 60.000 euros de multa. Pena cuyo riesgo habrán de afrontar los dos presuntos chantajistas. Y, sin embargo, el político está muerto, el chantajista se ha convertido en una estrella mediática y el «gancho» permanece hasta hoy en un confortable anonimato. Es el mundo cabeza abajo.
Griveaux cometió, sin duda, dos errores: uno -infantil-, acceder vanidosamente a un requerimiento femenino turbio; dos -y ése sí es grave-, ceder al chantaje y dimitir. El precedente que ha creado con su dimisión es crucial para el futuro que se adivina: cualquiera podrá recurrir a la vida privada para acabar con un competidor político. No hace falta ser un fino politólogo para saber lo que eso significa: el fin de aquel modelo garantista que, a lo largo de algo más de dos siglos, funcionó en Europa bajo el axioma conforme al cual «la vida privada es el templo en el que habita la libertad del ciudadano» y tocarla es destruir la democracia. Esa destrucción aportó Internet a nuestro mundo.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete