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Francisco Vázquez y Vázquez - La Tercera

La (des)Memoria Histórica

«Todo este revanchismo alentado desde el Gobierno sanchista nos retrotrae a los españoles a 1939, ya que los mismos discursos y políticas de entonces son los que hoy se aplican, simplemente invirtiendo los términos: esta Ley de Memoria Histórica sustituye a la Ley de Represión del Comunismo y la Masonería de 1940. No es una memoria para todos»

Francisco Vázquez y Vázquez

Pocas veces concurren en el mismo día dos acontecimientos históricos tan relevantes para España como los sucedidos en este 23 de agosto, aunque en años diferentes, concretamente el primero en 1936, año del inicio de nuestra Guerra Civil, y el segundo en 1939, año del final de la contienda. Traigo a colación estas dos efemérides porque ambas ponen en evidencia el desatino que representa el sectario y totalitario proceso de la «Memoria Histórica», impulsado por el Gobierno del actual PSOE, en su afán de quebrar el principal fruto de la Transición democrática, que no fue otro que el gran acuerdo de la reconciliación nacional plasmado en la aprobación de la Constitución de 1978, eventos todos ellos coprotagonizados por el antiguo PSOE, un partido ideológicamente distinto, cuyas patrióticas políticas de entonces son sometidas a revisión por quienes hoy ocupan (¿okupan?) la dirección socialista.

El primer hecho ocurre en la madrugada del 23 de agosto de 1936. En la cárcel Modelo de Madrid son asesinados significados militares y políticos, alrededor de treinta personas de entre los centenares que se encontraban detenidas por las autoridades republicanas, incapaces de impedir la toma de la prisión por una turba de milicianos anarquistas, comandados por el pistolero Felipe Sandoval, un criminal que fue el máximo responsable de la checa cenetista ubicada en el madrileño Cine Europa. La repercusión internacional de estas ejecuciones fue tremenda. El cuerpo diplomático extranjero amenazó con retirar a los embajadores de Madrid, denunciando la negligencia de las autoridades responsables, como el director general de Prisiones, Villar Gómez; el de Seguridad, Muñoz Martínez, o el ministro de Gobernación, general Pozas.

Muchos dirigentes republicanos quedaron conmocionados al enterarse. El presidente del Gobierno, el moderado José Giral, lloró, y el presidente de la República, Manuel Azaña, se planteó el dimitir, exclamando: «Me asquea la sangre, estoy hasta aquí [dijo señalándose el cuello], nos ahogará a todos».

Entre los asesinados se encontraban ilustres e históricas figuras republicanas, como los exministros Martínez Velasco, Rico Avello o Álvarez Valdés, o el fundador de la Unión Republicana y expresidente del Congreso, Melquiades Álvarez. Son republicanos asesinados por republicanos. Y conforme a la maniquea revisión histórica del presente, las preguntas surgen de inmediato: ¿se pueden reivindicar las figuras de las víctimas?; ¿se puede condenar a sus asesinos?; ¿son ilegítimos los juicios que condenaron a los criminales?...

Es más, ¿se me puede condenar a mí por exaltación del fascismo si denuncio que, además de pasividad, hubo también en algunas autoridades republicanas la sospecha de que incurrieron en complicidades y connivencias? Porque lo cierto es que a los pocos días se repiten los hechos y el 10 de septiembre de 1936, en la carbonera de la cárcel de Porlier, son ejecutados el diputado y exsubsecretario Rey Mora y el exministro de Marina Gerardo Abad Conde, histórico y ejemplar republicano, que entre otros cargos ejerció brillantemente el de alcalde de mi ciudad, La Coruña. La autoría de sus asesinatos se atribuyó, entre otros, a los milicianos comunistas Manuel Lázaro, Mariano Gutiérrez Albaladejo y Braulio Sánchez Mayoral, alguno de ellos incluido en la lista previa de víctimas del franquismo que preveía homenajear el Ayuntamiento podemita de la señora Carmena, también militante comunista.

Y para redondear la ignominia, poco más de dos meses después, entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre, en el conjunto de las cárceles madrileñas se llevan a cabo unas 33 sacas de prisioneros, que le cuestan la vida a más de 4.000 personas, ejecutadas en las matanzas de Paracuellos y Torrejón, horror que solo termina cuando se le encomienda la vigilancia de las prisiones al anarquista Melchor Rodríguez, conocido como el «ángel rojo», el cual sencillamente cumple con su deber.

Terror rojo y terror azul. Paracuellos y Badajoz. Todos en algún momento fueron víctimas o verdugos. Y hoy, ochenta años después, se pretende que nuevamente vuelva a haber vencedores y vencidos, condenando a unos sí y a otros no por los mismos hechos. Veamos si no, el segundo de los acontecimientos. Tres años más tarde, el 23 de agosto de 1939, se firma en Moscú el tratado de no agresión entre la Alemania nazi y la Rusia comunista, entre Hitler y Stalin, que personalmente asiste a la rúbrica oficial del pacto. Pocos ejemplos en la historia podemos encontrar de una degradación moral e ideológica tan oportunista como la protagonizada por los nazis y los comunistas, quienes además ocultaron al mundo un anexo que contenía un protocolo secreto por el que se repartían Polonia y los Estados Bálticos. Ocho días después, el 1 de septiembre, se inicia la II Guerra Mundial y durante ¡669 días! el comunismo es el principal aliado de Hitler. Y digo bien el comunismo. Por ejemplo, los comunistas franceses califican el esfuerzo bélico de su patria como propio de una potencia imperialista y exigen la paz con Alemania. No son ajenos los comunistas españoles a esta vergonzosa traición, producida tan solo cinco meses después del fin de la Guerra Civil. Sus ataques, como siempre, van dirigidos contra los socialdemócratas, no contra sus nuevos aliados, los nazis. Dolores Ibárruri califica de imperialistas a ingleses y franceses. El 18 de febrero de 1940 justifica la invasión y el reparto de Polonia, casi en las mismas fechas en las que policía secreta soviética, la NKVD, asesinaba en la fosas de Katyn, de un tiro en la nuca, a más de 22.000 oficiales del ejército y otros profesionales polacos, compitiendo con sus aliados de las SS nazis.

Y yo pregunto, ¿conforme a la ley de Memoria Histórica, no deberían las Cortes españoles aprobar una ley condenatoria de estos hechos y alianzas? Es lo que se viene haciendo cuando afecta a las mismas situaciones en colectivos y hechos de distinto signo. ¿No se debería también investigar y condenar a los maquis y exiliados comunistas para saber sus responsabilidades los 669 días que fueron aliados de los nazis? Lo cierto es que la propaganda comunista ha conseguido mantener oculto este episodio, posiblemente para no hacer cierto el axioma del gran dramaturgo español asesinado en Paracuellos, Pedro Muñoz Seca, que escribió una obra titulada «Los extremeños se tocan».

Todo este revanchismo alentado desde el Gobierno sanchista nos retrotrae a los españoles a 1939, ya que los mismos discursos y políticas de entonces son los que hoy se aplican, simplemente invirtiendo los términos: la Ley de Memoria Histórica sustituye a la Ley de Represión del Comunismo y la Masonería. Mientras que el Tribunal de Orden Público es reemplazado por las propuestas de la llamada «Comisión de la verdad». No es una memoria para todos.

Parafraseando al presidente Roosevelt en su discurso al Congreso estadounidense con motivo del ataque japonés a Pearl Harbor, podíamos decir que en la historia de España el 23 de agosto «es una fecha que vivirá en la infamia».

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Francisco Vázquez y Vázquez fue alcalde de La Coruña y Embajador de España.

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