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El ángulo oscuro

Desengáñese de sus señorías

Lo que ha servido para permitir el aborto, servirá también para cargarse la escuela concertada

Juan Manuel de Prada

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Los obispos, siempre tan bizcochables, prefieren pensar (risum teneatis) que la ministra Isabel Celaá ha padecido «un lapsus» cuando ha afirmado con todo su santo cuajo (¡y en un congreso de la escuela católica!) que «de ninguna manera puede decirse que el derecho de los ... padres y madres [sic] a escoger una enseñanza religiosa o a elegir centro educativo sea parte de la libertad de enseñanza recogida en la Constitución». Es verdad que, de vez en cuando, a la ministra Celaá se le ocurre atribuir a Aristóteles alguna cita apócrifa; pero estos deslices, más que descuido, revelan premeditación, y hasta cierto taimado refinamiento. La ministra Celaá, si por algo destaca, es por sus cualidades sibilinas, expresadas siempre con una dicción elegantísima que no da puntada sin hilo. Resulta, desde luego, del género tonto pensar que Celaá, que habría podido quedarse tan pichi en su mansión de Berango, haciendo sus abluciones en sus siete cuartos de baño, haga el sacrificio de asistir a un congreso de escuelas católicas, donde los baños serán comunales, para improvisar un discursete sazonado de lapsus. La ministra Celaá fue a ese congreso con los deberes y las abluciones hechas; y cada palabra de su discurso estaba más calculada que las poses de Marlene Dietrich.

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