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En defensa de la familia

UN año más, la Misa de la Familia concentrará en Madrid a una multitud de personas en este último domingo del año. La iniciativa puesta en marcha por el Arzobispado ha calado muy hondo en multitud de fieles, no sólo de la capital, sino también ... de otros muchos lugares de España y de toda Europa. El éxito de las celebraciones anteriores permite augurar una asistencia masiva a esta convocatoria para un acto litúrgico que no debe ser confundido interesadamente con un llamamiento político o partidista. En rigor, es una respuesta ante la llamada de la Iglesia a favor de una institución que goza del reconocimiento de una inmensa mayoría social, a pesar del desinterés de la Administración e incluso de la hostilidad de algunos políticos. Hace tiempo que el PSOE ha diseñado una deliberada ofensiva laicista. Por una parte, se trata de un proyecto de «ingeniería social» para transformar la realidad en nombre de un falso progresismo impuesto de forma obligatoria. Por otra parte, el objetivo es hacer guiños a la izquierda radical y crear debates artificiales con el fin de ocultar la incapacidad del Ejecutivo para hacer frente a la crisis económica y al drama del paro. Rodríguez Zapatero es el responsable principal de esta campaña, aunque procure situar en primera fila a personajes de tono menor, como la ministra Bibiana Aído. El proceso comenzó en la pasada legislatura con el matrimonio homosexual, el divorcio express o la Educación para la Ciudadanía, y continúa ahora con la ampliación de la ley del aborto, presentado como un derecho de la mujer en contra de las reglas más elementales de la moral, el Derecho y el sentido común. En el horizonte aparecen siempre nuevas medidas laicistas, como la supresión del crucifijo en las escuelas, mientras la vicepresidenta Fernández de la Vega anuncia de vez en cuando una reforma -innecesaria y sesgada- de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa. En efecto, si el Gobierno quiere mantener una relación adecuada con la Iglesia debería limitarse a cumplir y hacer cumplir el artículo 16 de la Constitución y los acuerdos vigentes en lugar de promover una campaña de acoso hacia las manifestaciones públicas de la fe abrumadoramente mayoritaria en España. La Norma Fundamental establece que ninguna confesión tendrá carácter estatal, pero exige a los poderes públicos que mantengan relaciones de cooperación, en particular con la Iglesia católica, como reconocimiento lógico de la historia y la realidad social.

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