Enfoque
Estamos mejor que en Londres
Boris Johnson sustituye a Theresa May
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Iniciar sesiónCon Boris Johnson en Downing Street, el Reino Unido se pone al día y alcanza el grado de excelencia populista que demanda la actual política de consumo, intuitiva e interactiva como una aplicación móvil y abonada al calentón y el sobresalto. Theresa May no daba ... la talla, salvo para lloriquear a las puertas de su residencia y pisar la moqueta de Bruselas con sus zapatos estampados de piel de leopardo. Nadie cosechó en los Comunes tantas y tan aparatosas derrotas como la primera ministra saliente, cuya inoperancia y parsimonia, de corte clásico, de corte inglés, fue un obstáculo para sustanciar el desastre que sin manual de instrucciones le dejó en herencia David Cameron. Boris Johnson es otra cosa. En tres meses saca al Reino Unido de Europa, previsiblemente a las bravas.
Protegida por Bruselas, cuyas autoridades trataron de resolver el Brexit de la forma menos traumática, que pasaba por consentirle a May más o menos lo mismo que a Cameron cuando negoció la singularidad británica a cambio de que su país siguiera en la UE, la todavía premier representa el fracaso de la vieja política y la inadaptación al medio de un partido, el de los tories, cuya historia centenaria no le va a servir para sobrevivir a sus devaneos con la democracia participativa y al cosquilleo de la demagogia. Ahora, a rascarse. Sarna con gusto no pica.
A toro pasado y teniendo en cuenta lo que se le viene encima, hay que reconocer que con Theresa May no le ha ido tan mal al Reino Unido. En estos tiempos que corren, dos años sin hacer absolutamente nada -May le puso ganas, pero no tenía apoyos- son una bendición para una nación asomada y empujada al barranco. España, sumida en una crisis de gobernabilidad desde los tiempos de Mariano Rajoy, debería dejar de quejarse con la boca chica de la insolvencia de los partidos para hacer viable la legislatura y considerar que cada día que pasa sin un nuevo gobierno es una oportunidad para seguir creciendo. Lo dice el FMI, que ayer mismo aumentó sus previsiones económicas para España, y se nota en la calle. En esta era de democracia intuitiva y compulsiva, app de descarga gratuita, cada país tiene su propio Boris Johnson -aquí Pedro Sánchez- y a cada país se le acaba tarde o temprano ese plazo de negociaciones que no conducen a nada, pero que retrasan la institucionalización, muy democrática, de todo lo malo y casi todo lo peor. Esto de ahora, tan bueno, no va a durar mucho.
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