La alberca
Los demoscópatas
El comité de expertos de Sánchez es como sus seguidores de Twitter, una gran mentira
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Iniciar sesiónHabía un crítico de teatro en Londres a comienzos del siglo XX que no tenía valor para meterse con los actores y dramaturgos. Digamos que pasteleaba con ellos, que es uno de los vicios más ruines de un periodista. Esta es la peor profesión del ... mundo para hacer amigos porque su primer fundamento es hacer emerger la verdad. El crítico tiene que alabar a sus enemigos cuando lo merezcan y maldecir a sus amigos cuando no den la talla. En definitiva, tiene que ser honesto con sus propias opiniones, lo que implica, por definición, meterse en problemas. Pero aquel del que hablo era tan lisonjero que decidió recurrir a un ardid para darle caña a los actores. Cuando a él no le gustaba su interpretación, escribía: «Un señor con bigote exclamó desde su butaca: ¡mal, muy mal!». De esta forma él podía defenderse ante el afectado alegando que lo único que había hecho era dar cuenta de lo que opinaba el público.
Cuento esta historia porque estos días he recordado al crítico inglés mientras escuchaba a los miembros del Gobierno anunciando sus medidas. O mientras contemplaba a Pablo Iglesias asegurar acerca de la condena a su camarada Isabel Serra que «hay mucha gente que dice que la sentencia es injusta». ¿Quién es «mucha gente»? Pedro Sánchez siempre alude, por su parte, a las recomendaciones que le ha hecho un comité de expertos que me temo que es como el señor del bigote del teatro londinense o el «mucha gente» podemita. Mentira. Una excusa para no asumir su responsabilidad. Como aquel crítico, Sánchez juega con las dos barajas que le benefician: si comete un error y la opinión pública lo brea, ha sido por indicación del comité de expertos. Si acierta y obtiene elogios, ha sido por su alta capacidad. Por eso me gustaría preguntar, en aras de la transparencia con la que tanto se llenan la boca, quiénes son exactamente esos expertos. Sería muy saludable que nos dijeran los nombres, apellidos y currículos de quienes están asesorando al Gobierno. Porque mientras no nos los digan, yo voy a seguir pensando que no existen, que son como el espectador con bigote, una entelequia que les sirve de escudo para amortiguar las quejas a su gestión. Esos expertos son como los seguidores de la cuenta de Twitter de Sánchez. Antes llenaban autobuses para los mítines a cambio de una excursión y un bocadillo y ahora compran bots para sus redes sociales.
Por el momento, sólo tenemos un nombre claro, Fernando Simón, pero a estas alturas de la crisis está completamente desacreditado. Cuando intentó defender al general de la Guardia Civil que desveló el plan «para minimizar el clima contrario» al Gobierno, dijo literalmente: «Estamos al límite. Es indecente usar los errores para atacarnos». ¿Cómo puede estar al límite un supuesto especialista? Se supone que uno es experto precisamente porque está preparado para soportar la presión que se genere alrededor de su gestión. Si no puede resistirla, no sirve para ese puesto. Pero si a esto se le suma la cantidad de buenos augurios que ha hecho que luego no se han cumplido, ya tendría que estar en su casa. No lo está porque su función no es técnica, es política. Esa es la madre del cordero. El Gobierno no tiene un comité de expertos en materia científica, lo que tiene es un sanedrín de especialistas demoscópicos que sólo están pendientes de su interés electoral, no del bien de España. Estamos en manos, por tanto, de unos «demoscópatas» que tienen las ideas muy claras: primero el poder y luego el país, que se sigue desangrando mientras los consiliarios de Sánchez buscan citas en Google para su próxima homilía sabatina. Así que yo lo digo sin recurrir a ningún señor del bigote escondido entre el público ni a la nebulosa del «mucha gente». Lo digo con mi DNI por delante: ¡son ustedes muy malos!
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