La coordinadora de Anova decidió ayer fijar la celebración de una asamblea ordinaria para el otoño, en contra de lo que deseaban las voces críticas de la formación, que desde hace un tiempo reclaman una de tipo extraordinario justo después de las elecciones europeas y antes, en todo caso, del verano. Ni lo uno ni lo otro. El sector oficial del partido que lidera Xosé Manuel Beiras se impuso y marcó sus tiempos.

En un comunicado remitido a los medios explican que, si bien la situación de crisis interna que vive la organización «requiere de la convocatoria del máximo órgano para debatir y clarificar asuntos clave, tanto de índole política como organizativa», entienden que la «cantidad de asuntos a discutir» sobrepasan el ámbito propio de una asamblea extraordinaria.

En cuanto a los plazos, los oficialistas —que actualmente ocupan todos los puestos de la dirección— creen que el proceso de campaña iniciado de cara a los comicios europeos, en el que Anova se encuentra de lleno, impide «el desarrollo normalizado del debate asambleario hasta después» de las elecciones. De ahí que se acordase posponer a septiembre u octubre bajo la intención de abrir un debate sosegado en el que la militancia se pronuncie sobre los temas a abordar en la asamblea.

Porque las prisas no son buenas, aunque en una situación límite como la que vive el partido de Beiras pueden jugar en contra. La formación está actualmente dividida en dos sectores: el oficialista —en el que se incluye el propio portavoz nacional— y el crítico, conformado por viejos amigos del de Brión que en las últimas semanas se reorganizaron internamente y crearon su propia corriente dentro de la formación.

La fractura se justifica en las diferentes propuestas que cada bando defiende para la organización, pues mientras los primeros apuestan por afianzar AGE, los segundos son partidarios de que Anova pueda escoger libremente su socio en cada proceso electoral. Y la fractura se agravó tras ganar la opción de una candidatura conjunta con IU para estas europeas.