Trump comienza una depuración sin precedentes de la burocracia

El último golpe: la intención de eliminar la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), una institución clave del Departamento de Seguridad Nacional que emplea a unos 20.000 trabajadores en todo el país. Donald Trump justificó esta medida ayer durante una visita a las zonas afectadas, señalando las severas críticas hacia la agencia, acusada de una gestión ineficaz y desorganizada ante los recientes desastres naturales, como los huracanes que devastaron la costa este y los incendios que aún arrasan California.

Aunque estos planes aún están en una fase inicial y fueron mencionados de manera informal en una conversación de Trump con la prensa antes de montarse en el helicóptero presidencial, lo que sí ha comenzado es una purga en los mandos altos e intermedios. Este viernes, Trump calificó a la burocracia federal de ineficaz y dio el primer paso para lo que parece ser una poda sistemática.

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David Alandete | Corresponsal en Washington

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El martes, Trump despidió al administrador de la Agencia de Seguridad en el Transporte (TSA), David Pekoske, y a la comandante de la Guardia Costera, Linda Fagan, ambos cesantes antes de completar sus mandatos. La salida de Fagan, la primera mujer en liderar un brazo militar, generó duras críticas de legisladores demócratas, quienes elogiaron su gestión frente a problemas históricos de mala conducta sexual en la Guardia Costera.

Además, Trump desmanteló el Comité Asesor de Seguridad en Aviación, creado tras el atentado de Lockerbie en 1988. Aunque el comité seguirá existiendo técnicamente, al eliminarse todos sus miembros, queda inoperante. Esta decisión, presentada como un esfuerzo para «priorizar la seguridad nacional», ha generado preocupación sobre el impacto en la vigilancia de la seguridad aérea.

En el centro de este proceso se encuentra Elon Musk, quien ha sido visto en el Despacho Oval y, desde el martes, utiliza una dirección de correo oficial de la Casa Blanca, según confirmó Bloomberg. Musk se está instalando en Washington y planea adquirir el hotel Line, un edificio emblemático en bancarrota en el barrio de Adams Morgan, anteriormente una iglesia. Su intención es convertirlo en un exclusivo club social que acoja a figuras afines al trumpismo, como parte de un esfuerzo por revitalizar una ciudad perjudicada por el éxodo y el deterioro de la pandemia.

La propuesta ya ha generado oposición: los vecinos de Adams Morgan han organizado un comité de repulsa, firmando peticiones y denunciando el proyecto, aunque no está claro cómo podrían impedirlo.

La siguiente fase, según empleados de la Casa Blanca, será que Musk, junto con un equipo que opera desde la sede de SpaceX en Washington, evalúe la infraestructura tecnológica de diversos ministerios y agencias federales. El objetivo será determinar qué sistemas deben renovarse y cuánta burocracia puede ser eliminada.

Sin embargo, este proceso no está exento de tensiones. Musk, conocido por su independencia radical, no le debe lealtad directa a Trump. Ya ha generado roces al criticar un anuncio del martes en el que el presidente prometió una inversión de 500.000 millones de dólares en centros de datos para inteligencia artificial, un proyecto en el que Musk no está involucrado, pero sí empresas rivales como OpenAI, que comercializa ChatGPT.

Trump, de momento, ha evitado escrupulosamente cualquier crítica a Musk, algo inusual tras semejantes críticas, y muestra de una disciplina mayor que en su primer mandato.