El rearme de la UE abre otra dura batalla: la del presupuesto

A diferencia de lo que ha venido siendo la costumbre en este proceso, los países ya no discutirán solo sobre sus aportaciones al presupuesto comunitario, que ya era un proceso extremadamente tenso. En esta ocasión, tendrán que aceptar que la Comisión se dote de ingresos propios. Por un lado, eso descargará a las capitales de una parte de sus tribulaciones, pero por, la otra, otorgará mucho más poder real a Bruselas, lo que para algunos puede ser más doloroso.

La propia presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ya advirtió en la noche del jueves de que «cuando creamos el plan 'NextGenEU', se acordó que se reembolsaría a través de nuevos recursos propios para la Unión. La Comisión ha presentado una propuesta en este sentido, que está sobre la mesa de los ministros desde 2021 y ya es hora de ponerse a trabajar en este punto».

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En efecto, en estos momentos el problema más espinoso en la ecuación es la devolución del préstamo avalado conjuntamente para el plan de recuperación post-Covid, los famosos fondos 'NextGenEU'. En total, suman unos 750.000 millones de euros y tendrán que empezar a ser amortizados a partir de 2028 a razón de 20.000 millones anuales, que tiene que pagar la Comisión Europea de su propio presupuesto.

Von der Leyen ha propuesto ahora añadir un fondo de 150.000 millones, que avalará la propia Comisión, para prestar a los países en sus compras de armamento conjuntas y para reforzar a la industria militar europea. Pero este es un dinero que los países tendrían que devolver a su vez a Bruselas, algo que no todos ven como una solución. Pedro Sánchez fue uno de los primeros en hablar de la posibilidad de un nuevo crédito compartido para permitir que una parte sean subvenciones a fondo perdido.

Ahora es el presidente francés, Emmanuel Macron, quien se ha puesto en cabeza de los que proponen que se vuelva a pedir otro crédito gigantesco avalado en conjunto. Para ello, está aprovechando que el nuevo canciller alemán, acuciado por la amenaza rusa, ha decidido cambiar el rumbo tradicional de Berlín y ha pasado a aceptar el aumento del gasto y el endeudamiento del país con el entusiasmo del converso.

El popular griego Kyriacos Mitsotakis también estaría de acuerdo con ese crédito mancomunado para subvencionar el rearme. «Debemos ser más ambiciosos. No tienen por qué ser solo préstamos, como ocurre ahora. Creo que también necesitamos discutir seriamente la posibilidad de un mecanismo de endeudamiento común que ofrezca subsidios a los Estados miembros», dijo Mitsotakis.

Pero otros, como el holandés Dick Schoof, han dejado claro que no aceptarán en ningún caso una nueva mutualización de la deuda: «La posición de los Países Bajos es que estamos en contra. Punto». Su colega belga, Bart de Wever, anticipaba al salir del Consejo que «el debate presupuestario será muy, muy difícil».

Las coordenadas económicas no ayudan. Lo que se constata inevitablemente es que la economía europea hace tiempo que está encadenada a un crecimiento anémico. Con suerte, apenas llega a un 1% anual, muy lejos de la época fundacional y las primeras décadas, cuando la economía se duplicaba en tan solo 16 años y ahora tardaría más de medio siglo.