Sheinbaum cambia su apoyo a Kamala y se acerca a Trump

Y es que Sheinbaum fue de las primeras en el oficialismo mexicano en abrazar el proyecto de Harris. Habló por teléfono con la vicepresidenta de Joe Biden tras ganar las elecciones presidenciales mexicanas en junio y se entusiasmó ante la posibilidad de que ambos países estén gobernados por mujeres. A Sheinbaum además le agradan las políticas ambientales, de gasto social y en favor de los derechos de las mujeres que promueve Harris.

Hace tres semanas, cuando asumió la Presidencia, Sheinbaum tuvo una larga conversación en Ciudad de México con la primera dama Jill Biden - quien vino a su toma de posesión -, y al día siguiente habló con el presidente de EE.UU. y luego, nuevamente, con Harris.

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Milton Merlo | Corresponsal en Ciudad de México

Los demócratas devolvieron las cortesías. En los primeros días de Sheinbaum evitaron atacar la reforma judicial que impulsa su Gobierno y que genera malestar en el empresariado de EEUU por entender que vulnera la seguridad jurídica al proponer que los jueces se elijan por la vía popular. Esta semana a Harris le preguntaron en la cadena Telemundo por la reforma y dijo que no había estudiado el tema.

Pero el destino de esa buena sintonía entre Sheinbaum y Harris comenzó a estar en duda en los últimos días con ciertos reportes que llegaron desde la embajada mexicana en Washington: Trump no solo llega competitivo al tramo final de la elección, sino que tendría altas opciones de triunfo.

El embajador mexicano en EE.UU. Esteban Moctezuma, histórico político del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y de buena llegada a los demócratas, le arrojó una perspectiva inquietante a Sheinbaum: Harris repetiría la senda de Hillary Clinton en 2016, ganaría el voto popular, pero perdería en el decisivo Colegio Electoral.

Sheinbaum tomó nota y este jueves dijo en su conferencia matutina que se encuentra preparada para trabajar con el ganador de la elección «sin importar su partido político».

Pero en el Gabinete domina la preocupación. A diferencia del 2016, Trump en esta campaña no tuvo un discurso demasiado virulento contra México, pero está rodeado de asesores con un sesgo hostil y el Partido Republicano ha abrazado una narrativa contra el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador y, en consecuencia, contra el de su sucesora.

Las señales adversas aparecen por doquier. El candidato a vicepresidente republicano, J. D. Vance, suscribe un plan de gobierno impulsado por la Fundación Heritage que promueve un plan de deportaciones masivas que enviaría a millones de mexicanos indocumentados que viven en EE.UU. de regreso a su país.

En julio, en un mitin en Dallas, dijo que México les quita empleos a los estadounidenses y se mostró enfático en favor de terminar la construcción de un gran muro fronterizo, con alta tecnología, que pueda contener la migración.

El senador cubanoamericano Marco Rubio, que suena como posible secretario de Estado si Trump llega a la Casa Blanca, se ha mostrado a favor de que los cárteles de la droga sean considerados grupos terroristas lo cual, de acuerdo con las leyes de EE.UU., le permitiría a sus Fuerzas Armadas realizar operaciones en suelo mexicano. Una postura que cobra todavía más fuerza si se considera que en 2022 exfuncionarios del primer Gobierno de Trump revelaron en 'The New York Times' que el exmandatario intentó atacar con misiles a los cárteles.

Esta cuestión es crítica para México, no solo por una cuestión de soberanía territorial, sino por la creencia de que una intervención frontal de EE.UU. podría arrebatarle al Gobierno la gestión de su propia política de seguridad que busca preservar a los civiles en la confrontación con los grupos criminales.

El frente migratorio también es otra señal de alerta porque Trump limitaría fuertemente la entrega de visas y de peticiones de asilo a quienes lleguen a la frontera sur. De hecho, en su primera Administración obligó a López Obrador a reforzar la presencia militar en la frontera de México con Centroamérica para evitar que los migrantes puedan llegar a la frontera con EE.UU.

Las cuestiones comerciales implican otro terreno de disputa. En el Gobierno mexicano creen que Trump podría designar como secretario de Comercio a Robert Lighthizer, quien ya fue funcionario en el primer Gobierno del magnate y que tiene opiniones críticas contra el Tratado de Libre Comercio que conforman EE.UU., Canadá y México y que debería renegociarse en el año 2026.

Lighthizer está a favor de imponer aranceles a los productos mexicanos que se comercian hacia el norte lo cual sería un golpe al estratégico sector exportador de México, que le vende aproximadamente 75.000 millones de dólares al bimestre a EE.UU.