claves de latinoamérica
Pero si aplauden a Cuba, cómo van a enfrentar a Maduro
La previa disculpa de fraudes del chavismo por parte de López Obrador, Lula y Petro les resta crédito como mediadores, pero son un primer intento
Caracas, en vilo por el desenlace electoral, aún no ha recuperado su normalidad
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Iniciar sesiónEl amiguismo de los presidentes de México, Brasil y Colombia con la dictadura cubana –los abrazos y sonrisas con sus dirigentes, así como la ausencia de cualquier crítica a la feroz represión en la isla– no es ningún buen presagio para la labor de ... mediación que Andrés Manuel López Obrador, Lula da Silva y Gustavo Petro están realizando en el conflicto venezolano. ¿Por qué con Nicolás Maduro van a mostrarse más duros que con Miguel Díaz-Canel? De hecho, hasta el presente han sido comprensivos con todas las vergüenzas electorales previas del chavismo, disculpando la inhabilitación de opositores y demás prácticas totalitarias que desde entrado el mandato de Hugo Chávez han hecho de las elecciones venezolanas una parodia.
Es verdad que para que un mediador pueda avanzar en su trabajo tiene que ser percibido sin hostilidad por la parte que en principio debería ceder más, que en este caso se supone que es Maduro y la cúpula chavista. Al mismo tiempo, sin embargo, un buen mediador debe poder plantear las exigencias necesarias sin que cualquier sintonía previa acabe derivando en connivencia.
Es aceptable que los tres mandatarios hayan querido ser especialmente cautos en su reacción a la proclamación de resultados hecha por el Centro Nacional Electoral (CNE) y se hayan limitado a exigir la publicación de las actas. Pero ya ha pasado una semana desde el día de la votación, excediendo de sobra lo que manda la ley venezolana, y no poner una fecha límite a su reclamación reduce cualquier presión que pudieran estar ejerciendo sobre el régimen (el sentido común dice que si el CNE no ha mostrado las actas es porque Maduro perdió con diferencia, como atestiguan las actas no solo difundidas por el ganador, Edmundo González, sino por otros candidatos).
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Si en unos días, después de haber tenido tiempo para fabricarlas, el CNE apareciera con unas supuestas actas, diferentes a las ya publicadas y dando el triunfo a Maduro, es posible que López Obrador, Lula y Petro acaben encogiéndose de hombros y diciendo que no hay manera de conocer la verdad. ¿Cómo, si no, entender la insistencia del presidente mexicano en no querer inmiscuirse en asuntos internos de Venezuela? Si no está dispuesto a inmiscuirse presionando a Maduro, ¿qué mediación está haciendo?
Algunos medios de comunicación con acceso a los mediadores han trasladado una versión que en cierta forma disculpa a Maduro y que esas fuentes parecen querer extender: Maduro estaba tan convencido de su triunfo, engañado por su círculo, que por eso se ha mostrado tan vehemente en aplacar las protestas, pero a medida que pase el tiempo recapacitará, dicen. Esa es una versión, dentro de lo dramático de la situación, demasiado dulce. Maduro sabía de sobras que las elecciones del 28-J las tenía perdidas: de hecho, la evidencia muestra que nunca ha ganado unas elecciones y que siempre se ha impuesto por el fraude, también en 2013 y en 2019. Su advertencia de que habría un baño de sangre si no ganaba no deja lugar a dudas acerca de su conocimiento de la realidad y de sus propósitos. Y su insistencia hoy en el uso de la fuerza, lo confirma, al tiempo que no deja espacio para una negociación aceptable.
Los mediadores no lo tienen fácil, pero tampoco ellos –Lula, Petro y AMLO– llegan con grandes créditos. A no ser que dentro del régimen encuentren aliados dispuestos a desplazar a Maduro –ahí está la única vía posible–, es difícil imaginar que vayan a enfrentarse al chavismo, cuyo núcleo duro de momento se ha mostrado monolítico (las esperanzas de una quiebra en la cúpula del Ejército se han probado falsas). El adiós a Maduro es el único modo creíble para avanzar, aunque solo sea un primer paso.
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