Pedro Rodríguez - DE LEJOS

«The Crown», Trump y las instituciones

La serie es toda una lección magistral sobre los peligros de anteponer el interés personal al servicio público

La Reina Isabel II con Donald y Melania Trump, en el Palacio de Buckingham en 2019 AFP

Aunque fallase en indumentaria y protocolo, uno de los momentos más exultantes de Donald Trump como presidente de Estados Unidos fue su visita oficial a Gran Bretaña en junio de 2019. Durante un banquete de gala en Buckingham Palace ... resulta muy difícil sustraerse y no apreciar el peso de la historia y, sobre todo, el prestigio y consideración que todavía hoy en día retiene la monarquía británica en contraste con el descrédito que sufren la mayoría de instituciones políticas en las democracias occidentales.

Ante la oportunidad de catar las esencias del vínculo atlántico y la relación especial angloamericana, Trump se comportó más bien como un privilegiado turista. Pudo sentarse incluso en el sillón favorito de Churchill en la residencia de Chequers , pero no se enteró de mucho. Por eso debería compensar sus lagunas –sobre todo en este momento crítico en el que su derrota electoral es cada vez más incontestable– con ayuda de la extraordinaria serie «The Crown» , cuya cuarta temporada ha estrenado Netflix este domingo.

La superproducción británica ofrece, entre otras cosas, toda una lección magistral sobre los peligros de anteponer intereses personales al servicio público. «The Crown» ilustra los grandes retos de una monarquía parlamentaria y la búsqueda de equilibrio constitucional por parte de soberanos que por definición reinan, pero no gobiernan. Aunque con diferencia, la trama más importante en la serie sea el trauma sufrido por la Corona británica por la abdicación de Eduardo VIII y la continua búsqueda de legitimidad dentro de una jerarquía de valores donde el deber patriótico ( «Country First» ) prima sobre lo personal.

Trump, que como señala Maureen Dowd nunca ha mostrado mucho interés por gobernar, finalmente ha abandonado toda pretensión para centrarse en lo que verdaderamente le importa: él mismo, la televisión por cable, Twitter y la autocompasión. Al no reconocer su derrota y entorpecer la transición presidencial de Biden , olvida que por definición es un ocupante temporal de la Casa Blanca y que un presidente de Estados Unidos es ante todo un servidor público.

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