La 'caza al periodista' se convierte en una atroz costumbre en México

El alto riesgo que corren todos los periodistas mexicanos se materializa en el reciente intento de asesinato del famoso presentador de radio y televisión Ciro Gómez Leyva, que sufrió un ataque en las cercanías de su domicilio. El blindado de su todoterreno le salvó de las cinco balas de gran calibre con las que los sicarios motorizados intentaron matarlo. El presidente López Obrador declaró que la emboscada podría deberse a la delincuencia organizada ante la salida de un reportaje o de grupos contrarios a su Gobierno que buscan desestabilizarlo, señalando a Gómez Leyva de ser «portavoz del conservadurismo».

En su discurso de la 'mañanera', López Obrador afirmó que «ahora se hacen las víctimas», refiriéndose a cinco grandes estrellas periodísticas, incluyendo Ciro. El presentador tildó las palabras del mandatario como una agresión. «Asegura que está contigo, pero a las 72 horas me ha escupido a la cara», señaló el informador. Pese a la situación extrema para el periodismo en México, el presidente afirma que «pueden ir a la ONU, irme a acusar al Rey de España, ir a Washington a pedirle al presidente Biden que intervenga, pero nunca se había vivido un ambiente de libertades y de democracia en México como ahora».

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Lo cierto es que la plataforma Artículo 19 informa que el periodismo en México experimentó en 2022 el periodo más violento desde que hay registros, situando al país –por cuarto año consecutivo, y con aumento de víctimas– como el más peligroso del mundo para ejercer esta profesión. Además, el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) sitúa a México como el país del con mayor número de casos sin resolver. «Un atroz estadística que supera la de países inmersos en conflictos como Siria, Sudán del Sur, Afganistán e Irak», asegura Jennifer Dunham, subdirectora del CPJ.

Uno de los asesinatos que más consternaron a la opinión pública mexicana, a principios de año, fue el de Lourdes Maldonado, reportera en Tijuana, que se llegó a presentar en la 'mañanera' para expresar ante AMLO que «temo por mi vida». Tres años después recibió dos disparos cuando salía en coche de su domicilio. Maldonado pertenecía al defectuoso sistema de protección de periodistas en México cuya vigilancia no es permanente.

Tijuana se sitúa como un foco de asesinatos de periodistas, como demuestra la muerte de Margarito Martínez, un reportero local que cubría temas policiales, también tiroteado en las cercanías de su casa. Anteriormente habían acabado con la vida de José Luis Gamboa Arenas, director de 'Inforegio', encargado de publicar noticias sobre problemas de inseguridad y política. Fue apuñalado en Veracruz, considerada por Reporteros Sin Fronteras como una de las zonas más peligrosas para ejercer el periodismo.

La asociación civil 'Alianza de Medios' denunció que un entramado de grupos políticos fue el que planeó la muerte de María Elena Ferral, una de las periodistas más afamadas de Veracruz. Su delito fue investigar la muerte de su compañero Leobardo Vázquez. Por lo visto habría dado con los culpables.

La impunidad es tal en Veracruz que, en mayo, minutos después de la manifestación por el fallecimiento violento de otro compañero días antes, se produjo el asesinato doble de la periodista Yessenia Mollinedo Falconi y la camarógrafa Sheila Johana García Olivera, del portal de noticias 'El Veraz'. «El lamentable suceso impacta todavía más ya que no hay un resguardo seguro para los periodistas», comentó para ABC Alberto Villarello Ahued, subdirector de 'El Dictamen', dueño del periódico veracruzano, el más antiguo de México con 124 años de historia.

El asesinato de Roberto Toledo ejemplifica el nivel de violencia que padece México. El encargado de las fuentes sobre Seguridad en el estado seguridad en el digital 'Monitor Michoacán'. Tres sicarios mataron a balazos a este informador. Las autoridades echaron balones fuera achacando la cobarde emboscada a su otro trabajo como auxiliar en un despacho de abogados. Tras la muerte de Maldonado, el caso que más consternó a la profesión fue, meses después, el de Armando Linares que se habría hecho viral por comunicar casi en directo la muerte de su compañero Toledo entre sollozos mientras afirmaba que las únicas armas de los periodistas son una pluma y una libreta. También fue liquidado en presencia de su mujer e hija.

Ante la precariedad del oficio en México, muchos se ven obligados a alternar varios trabajos, como el caso de Juan Arjón López que vivía en un centro de rehabilitación y alternaba sus transmisiones con el trabajo en un puesto de comida. Fue asesinado en Sonora por retransmitir, desde una modesta página de Facebook, denuncias de vecinos que daba a conocer.

El duodécimo asalto a la prensa lo padeció Antonio de la Cruz, que fue tiroteado en el violento estado fronterizo de Tamaulipas junto a su hija veinteañera, a la que acompañaba al trabajo, y que murió tres días después por disparos en la cabeza. Y eso sin mencionar miles de agresiones como la sufrida por Edwin Canché, informador maya independiente, que recibió el verano pasado una disculpa pública proveniente del exalcalde y el exdirector de la Policía de Seyé (Mérida) por haberle atacado durante su labor periodística.

En esta escena de terror, la CPJ señala a López Obrador por, según sus palabras, «los ataques verbales que lanza regularmente contra los medios, incluso cuando los reporteros enfrentan amenazas constantes por su información». En su última 'mañanera', AMLO expresó que «admira a los hombres que ejercen el poder, como el caso de Fidel (Castro) y el Che (Guevara)», quizás denotando la trayectoria del Gobierno mexicano respecto a la prensa herida de muerte en suelo mesoamericano. Y ya van…