Berlusconi, el hombre que se creyó enviado por la providencia para salvar Italia
No siempre diferenció entre el interés público y el interés privado, sus empresas y sus partidos, la política y la biografía, protagonizando una trayectoria marcada por el conflicto de intereses
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Jorge del Palacio
A Silvio Berlusconi siempre le gustó cultivar la imagen de hombre enviado por la providencia para salvar a su país. Cuando anunció en televisión la decisión de presentarse a las elecciones italianas de 1994 como líder de Forza Italia, lo hizo ofreciéndose a los ... italianos como la única alternativa para evitar que los herederos del todopoderoso Partido Comunista Italiano llegasen al poder. Sin embargo, Berlusconi no siempre diferenció entre el interés público y el interés privado, sus empresas y sus partidos, la política y la biografía, protagonizando una trayectoria marcada por el conflicto de intereses.
Berlusconi fue uno de los precursores de la personalización de la política. Forza Italia era él y él representaba la historia de un empresario hecho a sí mismo. Incluso el nombre de su partido, indisociable de la cultura del fútbol, recordaba que Berlusconi era el presidente de uno de los mejores equipos del fútbol moderno: el AC Milán de Ruud Gullit, Frank Rijkaard y Marco Van Basten. Cuando su equipo ganó la Copa de Europa de 1989, venciendo al Steaua de Bucarest en el Camp Nou por 4-0, no tuvo problema en declarar a la prensa que era la victoria del capitalismo sobre el socialismo. El 'fin de la Historia', avante la lettre.
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Nacido en Milán en 1936, la política para Berlusconi era la política de la Guerra fría. Gran contador de historias, en campaña sacaba a relucir la anécdota de la agresión que sufrió por parte de un grupo de comunistas cuando pegaba carteles de la Democracia Cristiana en las elecciones de 1948. Verdad o mentira, Berlusconi fundo su éxito político en proyectar más allá de la Guerra fría la divisoria comunismo-anticomunismo. Se ha escrito mucho sobre la influencia de los canales de televisión de su propiedad a la hora de construir su electorado. Pero este diagnóstico pasa por alto que el éxito del Cavaliere echaba raíces en una fractura ideológica profunda que dividía la sociedad italiana desde la posguerra: la geografía electoral de las coaliciones guiadas por Berlusconi desde 1994 hasta 2013 reproducían, casi a la perfección, la lógica comunismo-anticomunista que determinó la política italiana desde 1948.
El éxito de su discurso anticomunista no fue, sin embargo, un éxito total para la vida política italiana. Berlusconi siempre criticó el daño que el discurso antifascista, que la izquierda no dudo en adaptar para él mismo desde su primera victoria, había hecho a la convivencia entre los italianos. Sin embargo, el anticomunismo de Berlusconi y los suyos terminó operando en la misma línea de deslegitimación ideológica. El adversario político como enemigo. En la Segunda República italiana, derecha e izquierda, anticomunismo y antifascismo, berlusconismo y antiberlusconismo, se solaparon engrasando una competición bipolar donde cada coalición acusaba a la contraria de encarnar valores incompatibles con la Constitución de 1948. El final de la competición bipolar en las elecciones de 2013, donde el M5S emergió como polo alternativo a la izquierda y la derecha, fue el final de la política como proyección de la Guerra fría. Fue el inicio de la decadencia electoral de Berlusconi, como de un catálogo de decisiones e intervenciones erráticas. En una década marcada por el auge del populismo, Berlusconi pasó de ser el político más votado de la derecha a recibir menos votos que Meloni y Salvini.
La constante confusión entre vida política y vida privada también terminó volviéndose contra Berlusconi. A partir de cierto punto, su biografía ya no iluminaba su carrera política con el brillo de éxitos deportivos y empresariales. Su biografía comenzó a acumular escándalos, con episodios conocidos por el público, al punto de convertirse en un problema para su propio partido. Pero Berlusconi era Forza Italia y nunca había previsto ceder el mando. Un partido personal, hasta el final.
Los historiadores del futuro podrán hacer un balance desapasionado de su trayectoria política. Ponderando más allá de la caricatura y evitando la arrogancia con la que Umberto Eco despreciaba a sus votantes. Los suyos siempre criticaron sottovoce que la gran decepción de la derecha con Berlusconi fue haber olvidado la prometida «revolución liberal» cada vez que llegó al poder. No obstante, es un hecho objetivo que Berlusconi fue un elemento de gran estabilidad para la turbulenta política italiana posterior a 1994. Como ha subrayado el profesor Giovanni Orsina, Berlusconi creía en el bipolarismo como vía para la normalización de la política italiana. Por eso construyó y mantuvo una opción política alternativa a la izquierda donde no había nada, donde Tangentopoli había dejado escombros. Y esa opción política mantuvo en pie un bipolarismo, que, con todos sus defectos, permitió a los italianos tener alternativa de gobierno por primera vez desde 1948. Como elemento de progreso político para un país, tampoco es poco.
es profesor de Historia del Pensamiento Político en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid
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