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Macron restaura e impone el orden pero no apaga los incendios

La ciudad amaneció «tomada» por varios millares de antidisturbios, con una treintena de estaciones de metro cerradas. El balance es de más de 150 detenidos

JP Quiñonero
Juan Pedro Quiñonero

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Emmanuel Macron consigue defender y restaurar el orden con eficacia. Pero con un costo policial muy alto, y sin apagar el «archipiélago» de incendios sociales y políticos que el sábado se multiplicaron en París, bloqueando parcialmente la capital, «liberada» y «pacificada» con gases lacrimógenos, cargas de anti disturbios y patrullas móviles, porra en ristre, en moto y tanquetas, con mucho color y estruendo callejero.

La franquicia de las distintas familias de los chalecos amarillos (de extrema derecha y extrema izquierda), las distintas familias ecologistas, varios sindicatos y varias asociaciones de pensionistas, habían convocado manifestaciones durante todo el santo día, esperando «hacerse oír».

Temiendo que ese rosario de manifestaciones «perturbasen» la visita popular de los grandes monumentos nacionales, coincidiendo con la jornada europea de los patrimonios artísticos, el ministerio del Interior movilizó a 7.800 CRS (Compañías Republicanas de Seguridad, CRS, anti disturbios).

Nadie quedó defraudado. Poco antes de las diez de la mañana estallaron los primeros enfrentamientos físicos, entre chalecos amarillos (de extrema izquierda) y CRS, en la Estación de Saint-Lazare, una de las más multiculturales de París, a dos pasos de los grandes almacenes de los bulevares. Las fuerzas del orden impusieron su Ley con eficacia y rapidez: con cargas de gases lacrimógenos, seguidas de cargas de CRS porra en ristre, corriendo a palos a quien se resistiese.

La tensión se trasladó a última hora de la mañana a la plaza de la Iglesia de la Madeleine, la plaza de la Concordia (donde estuvo instalada la guillotina, en 1793), y los Campos Elíseos.

Los comerciantes de los Campos Elíseos habían tomado medidas preventivas desde la tarde del viernes: escaparates protegidos con maderas, clavos y planchas metálicas. CRS, policía nacional y unidades especiales habían tomado el perímetro urbano que va del Museo del Louvre al Arco del Triunfo. Cinco kilómetros cortos. Una veintena de estaciones de metro habían sido cerradas. Numerosas líneas de autobuses no funcionaban. El orden parecía respetarse. Hasta que las bandas de chalecos amarillos hicieron su aparición por todas partes. Y las compañías de CRS recurrieron masivamente a las cargas con gases lacrimógenos, de una eficacia implacable.

Manifestación ecologista

La mañana del sábado terminó con un balance provisional de más de 150 detenidos y varios millares de personas interpeladas , antes de llegar a ninguna parte. A primera hora de la tarde estaba convocada la manifestación ecologista nacional, en defensa del medio ambiente, pidiendo más recursos y eficacia para combatir el cambio climático. Anne Hidalgo , alcaldesa de París, figuraba entre los manifestantes.

La manifestación ecologista comenzó con mucha marcha festiva. Bandas de músicos callejeros, jubilatas simpaticotes acompañados de sus nietos, mucha tercera edad «ecolomarchosa». Hasta que hicieron su irrupción una o varias bandas de «black bloc», un acrónimo franco inglés que viene a querer decir «bloque negro»… Grupos no siempre efímeros de insurrectos entre nihilistas y extremistas, siempre dispuestos a reventar todo tipo de manifestaciones, pegando fuego a lo que pillan a su paso, tirando piedras o cócteles Molotov a los anti disturbios, apedreando bancos o instituciones que consideran símbolos capitalistas.

Los «black bloc« de la tarde del sábado se «colaron» en la manifa ecologista, jugando al ratón y al gato con los CRS, durante varios kilómetros, entre los jardines del Luxemburgo y la Plaza de Italia, montando siempre el mismo número: un grupo de jóvenes y muy jóvenes encapuchados se ponían a la cabeza de la manifa y pegaban fuego a cubos de basuras, motos, algún coche. Los CRS llegaban con mucha rapidez. Y comenzaba una batalla de gases lacrimógenos, que siempre culminaba con una carga policial más o menos dura. Hasta la esquina siguiente.

Varios coches de CRS abrían el paso a los ecologistas, masivamente pacíficos y simpáticos, mucho abuelete, muchos padres con niños, no pocas jubilatas protestonas. Cuando estallaban los intercambios de pelotazos de lacrimógenos, toda la tropa ecologista salía cortando en orden disperso. Pero todo el mundo se liaba a gritar obscenidades contra Emmanuel Macron cuando los anti disturbios imponían el orden. El orden quedaba restaurado. La impopularidad del presidente, también.

A última hora de la tarde, las cifras oficiales de la Prefectura anunciaban unos 22.000 manifestantes ecologistas, unos 2.000 jubilatas manifestantes y varios millares de chalecos amarillos y «black bloc» de difícil contabilidad. Los portavoces oficiosos de unos y otros avanzaban cifras muy superiores. Los organizadores de la marcha ecologista anunciaron 50.000 manifestantes.

Esa tradicional guerra de cifras oculta lo esencial: la capital de Francia bloqueada durante todo el sábado por un rosario de manifestaciones de protesta de una Francia profunda que se siente mal comprendida y mal querida. Francia muy diversa que solo tienen en común su hostilidad hacia Emmanuel Macron, que ha prometido escuchar y dar respuestas a una angustia social que nadie controla de ninguna manera.

Un grupo de manifestantes intenta levantar una barricada en París

Dispositivo de seguridad

Temiendo lo peor, Macron había ordenado un dispositivo de seguridad que funcionó con mucha eficacia, color y estruendo.

Ayer trabajó de manera espectacular una columna móvil de CRS que van y vienen, en pareja, en moto. No es difícil imaginar el espectáculo de un centenar largo de motoristas, pertrechados con cascos marciales, porras y gases lacrimógenos, corriendo de incendio en incendio durante todo un sábado. El orden quedaba restablecido con rapidez. Pero la diversidad de quejas e incendios no quedaban apagados de forma duradera.

Los primeros enfrentamientos físicos, entre absurdos, nihilistas y temibles, estallaron a media mañana en la Estación de Saint-Lazare, inmortalizada por Monet en varios cuadros célebres. A primeras horas de la noche seguían produciéndose enfrentamientos en otro lugar simbólico, en las inmediaciones del Parque de Bercy, a dos pasos del sacrosanto ministerio de Economía y Finanzas, uno de los grandes «templos» (laicos) de la gestión de los negocios públicos nacionales.

Mientras los «black bloc» se «distraían» con los CRS, los ecologistas tendencia lúdica montaban cadenas humanas en varios puentes sobre el Sena, no lejos de la catedral de Notre Dame, siempre en obras, montando números de cierto atractivo turístico.

La eficacia de los lacrimógenos y las tácticas anti disturbios permitió restaurar el orden, con eficacia, recurriendo a 7.800 CRS, sin apagar definitivamente ningún incendio. Emmanuel Macron ha declarado al semanario «Time» que los chalecos amarillos le ha sido «útiles» para intentar mejorar su manera de gobernar. A la luz de la crisis del sábado, en París, es de temer que chalecos amarillos, ecologistas y jubilados sigan ofreciendo al presidente el “apoyo” de una cólera social que no parece amainar, exactamente.

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