Kaliningrado, el caballo de Troya de Putin en Europa

Kaliningrado es una caja de Pandora con arsenal nuclear que lleva décadas inquietando a los estrategas militares. De hecho, un informe de la corporación Rand en 2016 para la OTAN concluía que, en caso de invasión, al ejército ruso le llevaría solo 60 horas seguir avanzando para hacerse con las capitales de Estonia y Letonia. En suma, Kaliningrado es un punto peligroso para Occidente que cuenta con la fuerte presencia naval rusa y el despliegue de misiles Iskander-M. El Kremlin ya advirtió con contundencia del papel que podía jugar este enclave si se producían «provocaciones extranjeras»: «Cuando sea necesario la Armada Báltica desplegada en Kaliningrado es capaz de poner a alguien en el lugar que le corresponde» , y eso implicaría una escalada de consecuencias impredecibles. De modo que la pregunta es: ¿Cuáles son las intenciones detrás del rompecabezas que es Kaliningrado?

El pulso que Rusia plantea a Occidente en este enclave supone el despliegue de un completo arsenal . Enrique Ayala, analista de la Fundación Alternativas y general de brigada retirado , asegura que «en 2018 los rusos situaron los misiles Iskander definitivamente en Kaliningrado. Con un alcance de 500 km. (con posibilidad de ser aún más amplio), llegarían a Polonia, Estonia y Alemania, e incluso se podrían cargar con cabezas nucleares. A esto se suman los misiles de crucero y los hipersónicos. Además, Rusia cuenta con unos sistemas de guerra electrónica muy avanzados, con un alcance de 3.000 km., que pueden interrumpir o captar las comunicaciones de los adversarios».

Ayala también destaca la base naval de Baltiysk, en el puerto de Gdansk, «en zona del mar Báltico, donde Rusia dispone de 56 barcos de guerra y submarinos con los que podría intentar controlar las aguas , o por lo menos impedir operaciones en la zona». Todo un armamento actualizado en el último lustro, al que se suma un búnker de armas nucleares del que la Federación de Científicos Estadounidenses (FAS) informaba en 2018 y del que publicaba imágenes por satélite de Kaliningrado.

Ayala apunta que Kaliningrado, al que se le llama óblast (provincia en ruso), es una herencia de la época prusiana. Por entonces recibía el nombre de Könisberg y fue rebautizada, tras la Segunda Guerra Mundial, como Kaliningrado en honor a Mijail Kalinin, uno de los padres fundadores de la Unión Soviética. Para muchos que observan un mapa es una anomalía que está a unos 1.300 kilómetros de Moscú, y que Pedro Sánchez, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos , explica así: «La búsqueda de fronteras ancladas a terreno naturalmente fuerte ha constituido una de las constantes de Rusia a lo largo de su historia. De esta manera, conquistando territorios o utilizando Estados satélite, se alcanza la máxima expansión territorial en tiempos de la Unión Soviética. Con la caída de la URSS se instaura el establecimiento de las llamadas posiciones avanzadas , como Kaliningrado, que permiten crear un anillo de seguridad alrededor de la frontera rusa». Para hacerlo posible, el territorio pasó un proceso de rusificación. Stalin expulsó a la población de etnia alemana y se mandaron militares rusos con sus familias a la zona, que estuvo vetada a extranjeros hasta 1991.

La zona ha vivido desde finales de los noventa un proceso creciente de militarización con maniobras estratégicas, especialmente desde que Polonia y Lituania pasaron a formar parte de la OTAN y la UE, dejando aislada a Kaliningrado que pasó a ser, según Sergei Sukhankin, experto Asociado del International Centre for Policy Studies (ICPS), un ‘espantapájaros regional’ de Moscú. El Gobierno ruso desarrolló para este enclave un nuevo concepto de Seguridad Nacional que permitía activar la «diplomacia Iskander», que implicaba chantajear a Occidente con posibles despliegues de misiles Iskander-M en respuesta a supuestas actividades antirrusas de Estados Unidos en Europa, y recurrir también a su arsenal nuclear. Unas amenazas que también se extendían a Dinamarca, Finlandia y Suecia. De hecho en Finlandia y Dinamarca el servicio militar es obligatorio, y en Suecia la mili fue recuperada en 2018, fruto de la amenaza rusa.

Así la flota rusa del mar Báltico en el puerto de Kaliningrado se ha mostrado especialmente activa en 2021. Y se han sucedido también maniobras terrestres en el corredor de Suwalki. Todos estos movimientos no son un farol táctico. U n documento de la empresa de seguridad Global Security ya advertía: «No sería necesario que las fuerzas rusas ocupasen de forma exhaustiva el área de la Franja de Suwalki. En lugar de eso, incluso una línea delgada y discontinua de tropas desplegadas a lo largo de la franja presentaría un obstáculo para los refuerzos terrestres de los países bálticos, a menos que las fuerzas de la OTAN estuviesen preparadas para abrirse paso y hacer escalar la crisis». En medio de todo esto, la ciudadanía de Kaliningrado asiste como espectador y se divide entre la que no es permeable a la propaganda rusa, porque conoce Occidente de primera mano por su especial posición geográfica a diferencia de sus compatriotas en tierras rusas, y el NOD, el movimiento ultranacionalista pro-Putin que culpa de los problemas a Occidente.

Al margen de su papel geopolítico. Kaliningrado juega un rol esencial como peón de avanzada de la economía rusa en Europa. Tras la caída del telón de acero, se estableció la idea de estimular el territorio y convertirlo en el ‘Hong Kong del Báltico ’. De hecho, Raimundo Lopatas, del Cidob , matiza que «se garantizó a la óblast que recibiría un nuevo estatus político y económico específico, traducido en la Zona Económica Libre (ZEL) y la Zona Económica Especial (ZEE) desde 1996. Proporcionando varias exenciones fiscales y una serie de iniciativas encaminadas a asignar inversiones para el desarrollo de infraestructuras, estimular las exportaciones y la formación de sinergias económicas que promoverían el desarrollo económico de la óblast»

Unas condiciones atractivas que se han encontrado con el impacto de las sanciones por la invasión de Ucrania , que también ha afectado al puerto de Kaliningrado . Una zona por la que pasan cientos de barcos y que podría ser fácilmente dominada por las fuerzas de Putin en un caso extremo. De ahí la inquietud de EE.UU. ante un enclave que es cada vez más un pilar del mundo ruso en el Báltico, una amenaza siempre latente , que parece seguir en sus tácticas la frase que el filósofo Immanuel Kant, nacido en Könisberg, recogía en su libro `La Paz Perpetua´: «Si quieres la paz, prepárate para la guerra». La advertencia es que Kaliningrado siempre se ha mostrado preparada.