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La erupción del volcán Estrómboli despierta a los fantasmas de Pompeya: «Muchos pedían la muerte»

Este miércoles se produjeron también en Italia una serie de violentas explosiones en este volcán al nordeste de Sicilia, que causó diversos incendios, un muerto y varios heridos

Restos humanos de Pompeya, según se han conservado hasta hoy desde la erupción del Vesubio en el 79 a. C.

Israel Viana

Hace menos de un mes, un volcán situado en el oriente de Rusia, y que se creía extinto hasta hace poco, ha despertado. Se trata del Bolshaya Udina, que según los expertos amenaza ahora con producir una erupción similar a la ocurrida en Pompeya con el Monte Vesubio en el 79 a. C. Más cerca de este último, a menos de 300 en línea recta, este miércoles por la tarde se produjeron también en Italia una serie de violentas explosiones en el volcán Estrómboli , situado en la isla del mismo nombre, al nordeste de Sicilia. La columna de humo y cenizas alcanzó los dos kilómetros de altura, con lapilli o pequeñas piedras de diversos tamaños en su interior, produciendo nube ardiente que, al caer sobre la tierra, causó diversos incendios, un muerto y varios heridos.

[ La explosión del Estrómboli causa un muerto y dos heridos ]

Erupción en Estrómboli REUTERS

Amenazas todas ellas que estos días han despertado a los fantasmas de la que aún hoy se considera la mayor catástrofe volcánica de la historia: la que se produjo en Pompeya hace más de 2.000 años. Un desastre natural sin parangón que ya fue señalado por Marco Valerio Marcial , en algunos de los versos que incluía en «Epigramas», pocos años después: «Todo yace sumergido en llamas y triste ceniza. Ni los dioses hubieran tenido poder para hacer algo parecido».

Desde entonces, aquella catástrofe se ha contado innumerables veces e investigado otras tantas, apareciendo nuevos datos de cómo fueron las últimas horas en la antigua ciudad romana hasta épocas muy recientes. Hoy en día conviven en ella, a diario, turistas y arqueólogos. Es el yacimiento arqueológico más importante de cuantos perduran de la civilización romana. Cruzar las puertas de esta urbe, situada a los pies del Monte Vesubio, es retroceder en el tiempo, porque aún conserva sus calles, casas, tabernas, templos y demás edificios, tal y como el volcán y sus habitantes los dejaron en el siglo I.

El Estrómboli y el Vesubio

El descubrimiento en el siglo XVIII bajo varios metros de ceniza de la que un día fue una próspera ciudad portuaria –hoy se encuentra a varios kilómetros del mar– abrió una ventana inédita para conocer la vida cotidiana en la antigua República (509-27 a. C). Y, sobre todo, a la capacidad de destrucción de los fenómenos naturales. En el caso del volcán Estrómboli este miércoles, el jefe provincial de los bomberos de Messina, Giuseppe Biffarella, destacó que «se han producido diversos incendios, y ha habido mucho miedo por la caída de los lapilli, sobre todo entre quienes se encontraban en las zonas más altas».

La situación más crítica en este caso se vivió en el pequeño municipio de Ginostra. Algunas personas abandonaron sus residencias espontáneamente. Otros se encerraron en sus casas para protegerse de las piedras. Y por el temor de que se produjera un tsunami, ha habido también turistas que escaparon hacia el mar, concentrándose en el pequeño puerto. El joven brasileño que acompañaba el excursionista fallecido por el Estrómboli contaba los dramáticos momentos que vivieron : «Me siento salvado de milagro. Estábamos subiendo cuando se produjo la explosión. Parecía un bello espectáculo, pero luego nos cayeron encima las piedras. A causa del humo respirábamos con dificultad y Massimo comenzó a sentirse mal. Traté de ayudarle, pero no se pudo hacer nada ya por él»

En el caso de Pompeya no tuvieron tanto tiempo de reacción ni medios para escapar. Así lo demuestran los restos humanos hallados durante las excavaciones que se han producido desde el siglo XVIII, la mayoría petrificados tras ser aplastados por las nubes piroclásticas. Tanto impresionó su hallazgo entonces que varios músicos, artistas, investigadores y escritores como Goethe, Stendhal, Picasso, Mozart, Cocteau, Klee y Freud viajaron hasta el sur de Italia para encontrar respuestas bajo aquella montaña asesina.

El último descubrimiento fue publicado en octubre por la revista «PLOS One» . Un estudio revelaba que algunas de las víctimas sufrieron una muerte mucho más horrible de la que se creía. En concreto, un grupo de unos 300 habitantes que se refugió en 12 cámaras frente al mar cerca de la ciudad de Herculano . Ocurrió poco después de que comenzara la erupción, entre las 11 y las 12 de la mañana del 24 de agosto, con una pequeña explosión de vapor. Al principio solo provocó una lluvia de ceniza fina al este del volcán que, probablemente, puso en alerta a las ciudades y las villas más cercanas.

30 kilómetros de altura

Aunque en un primer momento este grupo consiguió huir, todo cambió cuando se produjo la erupción principal al mediodía, que lanzó una columna de piedra pómez hasta una altura de entre 15 y 30 kilómetros. Esta explosión sumió a todos los asentamientos cercanos en la más absoluta oscuridad. Así lo describió Plinio el Joven, testigo ocular del desastre, en unas cartas dirigidas al senador Cornelio Tácito: «Recorrimos con ojos todavía atemorizados los objetos sepultados en una profunda capa de ceniza como si se tratase de nieve». Pero no fue solo Pompeya y sus 20.000 habitantes los que finalmente quedaron sepultados bajo aquel manto de piedra derretida. También sufrieron ese destino Oplontis, ciudad balnearia; Boscoreale, el pequeño puerto de Estabia y, por último, Herculano, la ciudad marítima de 5.000 habitantes situada más al norte.

Casi 2.000 años después, los restos de un centenar de aquel grupo de Herculano fueron analizados por un equipo de científicos italianos que determinaron en octubre cómo fueron sus últimos instantes antes de morir. Las investigaciones fueron realizadas por un equipo de arqueólogos de la Universidad Federico II de Nápoles , que determinaron que la avalancha de flujos piroclásticos que los cubrió —compuestos de material volcánico y gases venenosos con 1000 grados de temperatura, que pueden alcanzar velocidades de hasta 700 kilómetros por hora tras la erupción— provocó que que les hirviera la sangre y que sus cabezas explotaran.

Llegaron a esta conclusión tras el análisis de los huesos, cuyos resultado sugirió que en este centenar de víctimas se repitió, según refería literalmente el informe, «un patrón generalizado de hemorragia inducida por el calor, aumento de la presión intracraneal y el estallido del cráneo». En los restos óseos descubrieron un detalle que otros investigadores anteriores habían pasado por alto: un polvo negro y rojizo que impregnaba los huesos. Investigaciones precedentes aseguraban que dicho residuo se genera al quemar huesos cerca de objetos metálicos, lo que coincidía con el hecho de que ese polvo albergara partículas de hierro.

Vaporización de la materia cerebral

El estudio posterior del material a través de una espectroscopía de plasma reveló, sin embargo, que los residuos estaban compuestos mayoritariamente de óxido de hierro, pero que los restos humanos no habían estado en contacto con objetos metálicos. Un dato importante al que se suman también las evidencias encontradas de que los cráneos acabaron reventados debido, probablemente, a la vaporización de la materia cerebral.

El estudio de la universidad napolitana también concluyó que las primeras víctimas se produjeron en Pompeya como resultado del derrumbe de los techos y los pisos de las casas, debido a la acumulación de piedra y cenizas en sus tejados. Una angustia que Plinio el Joven ya describió en sus cartas, con pasajes tan detallados como este precisamente de Herculano, la ciudad donde falleció su tío Plinio el Viejo : «Volví la vista atrás: una densa nube negra se cernía sobre nosotros por la espalda y nos seguía como un torrente que se esparcía sobre la tierra [...]. Podías oír los lamentos de las mujeres, los llantos de los niños, los gritos de los hombres. Unos llamaban a sus padres, otros a sus hijos, otros a sus mujeres, e intentaban reconocerlos por sus voces. Unos se lamentaban de su destino, otros del de sus parientes. Había algunos incluso que por temor a morir, pedían la muerte. Muchos rogaban ayuda a los dioses, otros, más numerosos, creían que ya no había dioses en ninguna parte y que aquella noche sería eterna, la última del universo».

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