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Realizar «curas de presencia con tus hijos», la sabia recomendación de un profesor de Educación Infantil

Entrevista con el docente Ares González, padre de cuatro niños y autor del libro 'Educar sin Gps'

La advertencia de un psicólogo: «Tú eres el arquitecto del cerebro de tu hijo»

'Curas de presencia' con tus hijos, qué son y todo lo que te aportan

En las 'curas de presencia' Ares sugiere dedicar «plena atención y mirar a los niños a los ojos» ISABEL PERMUY
Carlota Fominaya

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Siempre se ha dicho que importa más la calidad que la cantidad de tiempo que pasamos con nuestros hijos. Pero para Ares González, profesor, autor del libro 'Educar sin GPS' e invitado de hoy en Diálogos de Familia, es tan importante esa calidad como la frecuencia. De hecho, su recomendación pasa por hacer más a menudo «'curas de presencia' en los que dediquemos plena atención y miremos a los ojos a los niños».

Muchos padres reconocen estar un poco saturados de tanta literatura sobre educación. ¿Cuál es la apuesta de su libro, 'Educar sin GPS'? 

Como padres recibimos una cantidad tal de mensajes que no sabemos muy bien cómo abordar. El libro señala esto precisamente como uno de los grandes problemas de hoy: Hay muchísima información y no sabemos qué hacer. Y ante ese problema no sabemos distinguir qué es lo importante de lo que es secundario. Por ejemplo: Nace el bebé y dedicamos horas a montarle la habitación, a ponerle la cama, la cenefa en la pared... Y luego los que tenemos hijos sabemos que al final esa habitación es la que no se utiliza porque termina o durmiendo o estando cerca de tu cama, jugando en el salón... El libro ayuda a saber qué es lo importante y qué no a la hora de educar a nuestros hijos.

Una de las cosas más sugerentes que aparecen en esta obra es la propuesta de hacer 'curas de presencia' con los hijos. ¿En qué consisten y cómo las recomendaría poner en práctica? 

Esto surgió después de hablar con muchas familias. Con algunas mirábamos los límites, con otras la autonomía, o el sueño, mirábamos también como estaban en casa... Pero no veíamos qué estaba pasando. Y de repente me di cuenta de que algo tan obvio y tan básico como es el vínculo con nuestros hijos, que es algo que se nutre de la presencia diaria, empieza a fallar en las familias. Principalmente, porque estamos a dos mil cosas. El trabajo, las extra escolares... Al final, pasamos poco tiempo con nuestros hijos.

Entonces, igual que se hacen curas de diferentes cosas, como una cura de silencio para estar tranquilos, pues tenemos también la opción de hacer 'curas de presencia' con nuestros hijos. Debemos ver cómo dedicarles algún tiempo y definir qué momentos vamos a tener con ellos. Porque si uno se deja llevar, al final llegas a casa por las tardes y en lugar de estar con tus hijos estás mirando el móvil y atendiendo llamadas. Estamos todo el rato haciendo muchas cosas, pero no estamos con nuestros hijos. Eso es estar a medias. De un tiempo a esta parte lo que hago yo es que en esas horas bloqueo el teléfono: no puedo recibir llamadas, ni notificaciones. Así puedo estar plenamente disfrutando de mis hijos. Por lo menos que esos ratos que tengan sean de calidad, ¿no?

Es importante la toma de conciencia. ¿Qué ejercicio recomendaría para poner esas 'curas de presencia' en marcha? 

Algo muy sencillo, pero también a veces complejo, porque no nos lo planteamos. Es decir, me voy a apuntar qué es lo que hago cuando salgo del trabajo y tengo que estar con mis hijos. Es entonces cuando salen las cosas de la casa, hablar por teléfono, mirar el móvil... No sabemos la cantidad de tiempo que estamos mirando el teléfono de forma inconsciente. De hecho, tenemos un gesto de sacar el móvil con el niño delante. De esta forma, a veces enganchamos un 'Reel' de Instagram, con una publicación, con otro 'Reel', un directo... Por eso mi consejo es parar y escribir todas las cosas que hacemos para identificar exactamente a qué dedicamos el tiempo y a qué no, o con qué quieres quitarte tiempo, y con qué no. Esa es la forma de hilar y ponerse en marcha.

El móvil es de los distractores más potentes que existen. 

Eso es. Por eso es importante apuntar todo esto, porque luego llega la parte difícil que es: ¿Ahora de esto qué me quiero quitar? Hay que proteger el tiempo de nuestros hijos, porque nuestra presencia determina su desarrollo, que es muy importante para que después puedan estar bien.

¿Dirías que los niños de hoy en día están faltos de presencia de sus padres?

Lo que tiene gran dificultad hoy en día es saber a qué dedicarle tiempo, porque estamos completamente bombardeados con muchísima información y muchísimas posibilidades. Nos cuesta como adultos no solo ponerles límites (que de eso ya hablaremos), sino ponernos límites a nosotros mismos. Por eso debemos pararnos y preguntarnos: ¿Qué quiero hacer yo realmente? Es verdad que existen ahora mismo muchísimos frentes para que los niños no tengan esa presencia de sus padres: es habitual que estemos trabajando los dos con horarios muy extendidos, que los niños tengan horarios ampliados en el colegio, extra escolares... pero sí que nos necesitan. Y esto lo comento mucho en el libro. Lo ideal es que al menos una o las dos figuras de referencia estén de forma constante.

Pero por otra parte, siempre se ha dicho que más vale poco tiempo pero de calidad que estar ahí toda la tarde en «cantidad». ¿Era un consuelo?

Bueno, es que son las dos cosas. Tiene que haber cierta calidad y esto lo sabemos. Pero la realidad que vivimos todos los padres es otra. De pronto te planteas una tarea. Algo que te requiere cierta concentración. Justo mientras el niño te está pidiendo: «Oye papá, no sé qué. Oye papá, no sé cuántos». Al final terminas de los nervios porque ni puedes hacer la tarea que tenías que hacer, ni le atiendes bien al menor. Terminas bloqueándote o acaba apareciendo esa ola emocional. Entonces nos enfadamos con ellos, que no tienen la culpa.

Siempre digo que, si somos dos y tenemos la posibilidad, podemos repartirnos los tiempos. Pero a veces ni siquiera entre la pareja nos comunicamos. Es tan fácil como decir: «Tengo que hacer algo, déjame quince minutos solo hacer esa tarea concentrado y atiende tú al niño».

Por otro lado, la calidad es importante, pero también lo es tener una constancia en ese tiempo. No necesitan que estemos cinco horas cada día con ellos, mirando cada cosa que hacen, no. Lo que necesitan para tener un buen vínculo con nosotros es que respondamos a sus necesidades y eso a veces se ve delimitado por todas esas interferencias que tenemos en nuestra vida normal. Es decir, es tan importante la calidad como la continuidad.

«La evidencia científica dice que antes de los dos años no pongamos pantallas»

Los niños tiene doscientas treinta extra escolares pero es verdad que es una forma de conciliación. Pero a la vez muchos tienen unos horarios laborales más largos que los de sus padres.

Exacto. Eso es. Agota a cualquiera. Eso hace que estén más irritados, más cansados. En realidad, esto es algo que tenemos que repensar. El otro día lanzaba una propuesta en mi red de Instagram que decía: 'Tus hijos se pueden aburrir'. ¿Tienen tiempo para aburrirse?'. Porque esto es una señal de buena salud hoy en día. Que puedan decir: 'oye, no sé qué hacer'. Al principio se aburren pero luego empienzan a jugar con otra cosa.

Respecto a esos horarios tan largos, habría que preguntarse si es por conciliación, cómo hacemos para barajarlo si tenemos la suerte de ser dos. Pero otra vez hay que volver a tomar conciencia y reflexionar de qué actividades hace, cuántas va a hacer a la semana... porque necesita esos tiempos libres para poder jugar.

Los niños también tienen un juego súper dirigido o llegan a casa y muchos se enchufan a la tele, pero es la solución que tienen muchas familias.

Sí, es como una trampa que tenemos, porque la solución fácil es poner la televisión. Sin embargo, da igual dónde miremos, la evidencia científica dice que antes de los dos años no pongamos pantallas. Después, con acompañamiento de los adultos, para lo cual tienes que estar ahí. Más tarde ya acordaremos tiempos de pantallas. Pero lo que ocurre cuando los niños ven pantallas es que las imágenes que les llegan a su cerebro van más rápido de lo que ellos pueden procesar. Los padres dicen: «es que se queda súper atento». Luego juegan pero lo que están haciendo es intentar procesar aquello que han visto. Eso lo vemos nosotros en el colegio.

Bueno, ¿por dónde podemos empezar? ¿Apagamos la tele o la quitamos directamente para evitar confrontaciones?

Yo no digo que haya que quitar la tele. Es decir, que cada uno lo haga como quiera. No hay que ser radical en este sentido de quitar la televisión sino que cada familia tiene que saber lo que es mejor, porque esto es lo que dice el libro. Yo digo qué es lo importante y luego tú lo construyes, porque no es que haya un 'GPS' que te diga tienes que ir por la derecha, o por la izquierda, sino que tú, sabiendo qué es lo importante, decidas a dónde quieres ir. De cara a la televisión podemos establecer pocos tiempos, lo que permitirá que puedan hacer otras cosas.

De acuerdo, pero uno puede pensar: «Vale, pero es que no sé qué ofrecerle».

Los niños necesitan cinco cosas muy básicas para estar jugando tranquilamente: Una, poder expresarse. Ponga cosas para que dibuje, para que se ponga telas por encima y se disfrace... Todo esto son formas de expresión y les va a encantar. Por otro lado, explorar. Todo lo referente a la cocina, a probar cosas diferentes, a colocar piezas, hacer construcciones... Otra cosa que necesitan es el juego simbólico. De este que hablamos muchas veces los expertos. Consiste en jugar con muñecos y con coches a hacer cosas que viven en su vida diaria. Si tenemos ahí en casa eso preparado, van a jugar tranquilamente y no van a necesitar la televisión.

Luego hay otras dos que a veces se nos olvidan. Y es que los niños tienen dos necesidades: una de movimiento y otra de descanso. A veces en casa se pueden menos, pero si estamos viendo que tenemos un niño que no para de moverse, tenemos que ofrecerle esa posibilidad. Si a ti no te importa que salte en el sofá de tu casa, porque eso depende de cada familia, pues que salte en casa o en la cama si tú estás observando que hay seguridad para ello. Si no, hay que estar en la calle o en el parque o haciendo algún tipo de juego. Respecto al descanso: Los niños necesitan descansar y hoy en día no tienen espacios donde estar tranquilos, leyendo y disfrutando.

«Si tú no descansas, tus hijos no van a estar bien»

Hay una anécdota en el libro sobre lo que tú observas en clase, que son niños que se duermen literalmente por las esquinas. 

Tengo una frase para esto: Con el sueño no se juega. Y si realmente invirtiéramos como padres y como madres en el sueño viviríamos mucho mejor. Es algo en lo que tú te formas mínimamente y tienes una ganancia en tu casa alucinante, porque duermen mejor tus hijos, descansas tú mejor, tienes mejor carácter... Porque si tú no descansas y no estás bien, tus hijos no van a estar bien. Y esta anécdota a la que te refieres es la de una niña que durante dos días consecutivos, en pleno diciembre a cinco grados en un patio, se tumbaba y se quedaba dormida en una estructura de madera, con el frío que hacía.

Eso me dio mucho que pensar sobre el sueño. Los niños necesitan dormir unas horas y a veces nos despistamos por la ausencia de límites en muchos de los casos, por a falta de constancia en otros. De esto último hablo mucho en el libro: si todos los días se va a dormir a la misma hora, el día 1 te va a costar y el día 10 también. Pero el 20 ya lo ha incorporado dentro de su rutina y aunque diga como todos los niños: «no me quiero ir a dormir», tú le dices: «¡venga!, te acompaño, vamos a leer un cuento y a dormir». Esto ayuda. Esa rutina, esa constancia, ayuda a que sea más fácil.

¿Y para que mejore mucho el ambiente en casa? ¿Hay alguna otra recomendación, por último, para reducir la conflictividad?

¿En la familia? Bueno, tenemos que tener las cosas claras. Hemos hablado un poco de la propuesta de que la gente haga su propio camino, se marque esa brújula para educar, que son seis puntos importantes y necesarios para el buen desarrollo de nuestros hijos y también de la familia. El primero lo hemos hablado un poco, que es la presencia y cómo esto afecta a su desarrollo. El segundo sería el sueño y la alimentación, los cuidados que necesitan. El tercero es que puedan ser autónomos, que tengan esos momentos de jugar donde te necesitan, pero a lo mejor sólo en la distancia,.

Después vendrían los límites, que esto nos cuesta muchísimo a los adultos y que son necesarios para que estén seguros y estén bien. Unos límites normales y adecuados a su edad. No es que todo tenga que estar con límites, pero les ayuda a saber qué tienen que hacer después. Y estos van ligados con las rutinas que necesitan. Luego otro es que puedan jugar tranquilamente, que puedan aburrirse, que puedan expresar sus necesidades... Pero a veces les estamos indicando todo el rato: «Ahora tienes que hacer esto»; «Ahora tienes que hacer esto»; «Tienes que hacer esto»... Que no tienen esas posibilidades.

Y el último, que es el que tú ahora apuntabas, es el bienestar familiar: ¿Queremos tener en casa un ambiente de calma? o ¿queremos tener en casa un ambiente de estrés? Si queremos tener un ambiente de calma, tenemos que invertir en esto que hablamos de las rutinas, los horarios... Esa estructura invisible que tenemos en todas las casas y que a veces es una estructura muy flexible porque cada día cambia y en otras es demasiado rígida. Necesitamos una estructura fija y que pueda ser que se pueda mover. Yo digo que para que los niños estén bien necesitan dos cosas: amor, que por lo general a nuestros hijos les damos esa parte de amor que necesitan, pero también estructura. Esa parte de estructura a veces no la tenemos en cuenta o es diferente con papá y con mamá. Por eso el libro propongo ejercicios para que con tu pareja vayas diciendo ¿qué es lo importante? En todas las parejas hay que sentarse a hablar un poquito mínimo y es algo que no se suele hacer.

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