Hotel La Mamounia, la pasión marroquí de Winston Churchill
El primer ministro británico adoptó el gran resort de Marrakech, por el que pasaron Chaplin y Marlene Dietrich, como su taller artístico privado
patricia espinosa de los monteros
Touria el Glaoui lleva en su sangre la de los guerreros bereberes del sur y la del gran señor de las tribus nobles del Atlas. Pero también lleva el arte circulando a toda velocidad por sus venas. Touria es una mujer de nuestro tiempo, que ... vive en Londres trabajando en multinacionales, viaja constantemente y ahora ha acometido el importante proyecto de dar a conocer el arte africano contemporáneo en el mundo gracias a 1.54, una feria que se celebra en Londres en octubre. Touria es hija de uno de los más grandes pintores vivos de Marruecos, Hassan El Glaoui (1924), que ahora, a sus 90 años, vuelve a colgar sus obras en las paredes del Gran Salón del Hotel La Mamounia, junto a las del que fuera su mentor, Winston Churchill . La historia es como una narración de Scherezade y nos la cuenta a ABC en la biblioteca de La Mamounia.
«Mi padre siempre nos ha contado que se convirtió en pintor gracias a Churchill, pues mi abuelo y él eran grandes amigos. Churchill solía venir a Marruecos a menudo desde 1935 a pasar largas temporadas y mi abuelo, Pachá de Marrakech y Señor del Atlas, le invitaba a cenas y fiestas en su castillo del desierto. Se volvieron grandes amigos. Jugaban al golf, hablaban de política, de la vida, de arte… investigando sobre él, he encontrado en los archivos de Cambridge, cartas a mi abuelo y viceversa en las que Churchill describía los colores del Atlas que pintaba siempre desde aquí, desde la terraza de su suite en este mismo hotel, y desde la que veía la Kutubía, la Medina y las enormes montañas cubiertas de nieve».
Churchill tuvo una gran influencia en la vida de Glaoui sin proponérselo, pues el Pachá le pidió un consejo: él quería destinar a su hijo mayor a la política y su hijo quería pintar, lo que en aquella época para su familia, no era digno. Churchill convenció a su padre de que tenía un don y que debía ir a estudiar a París. «Churchill —continúa Touria— empezó a pintar cuando tenía 40 años en una época que las cosas no salían bien en la política. Desde entonces hasta que murió en 1965, pintó unas 500 obras».
A Hassan, su padre, en Marruecos, se le conoce por sus cuadros de caballos, de las fiestas reales y de la fantasía. Dicen que refleja las tradiciones del pueblo, pero a él le gusta más hacer paisajes y retratos. Su formación con Madame Charny, famosa en París y casi una segunda madre para él, hizo que se le soltara la mano y comenzara a pintar de forma más libre.
Nietas de dos mitos
«Hace tres años –explica Touria- quise organizar una exposición sobre mi padre en Londres. Me dirigí a la familia Churchill y Celia Sandys, su nieta, me prestó toda su colaboración. Todo lo que ella sabía, unido a lo que yo entendía que era la importancia de mi padre, ha sido el núcleo de esta exposición y es bonito que las dos nietas de dos personajes tan importantes en la política del siglo pasado y tan distintos, pero tan amigos, hayamos podido montar un proyecto en común. Mi padre siempre dice que en algún lugar del cielo alguien debe de estar sonriendo al ver cómo hemos trabajado juntas».
En Londres presentó «Meetings in Marrakech» hace 3 años, en Leighton House, y fue un éxito pues la pintura de Churchill es allí muy conocida, aunque no la de El Glaoui. Ahora el Hotel La Mamounia de Marrakech, como si fuera la casa de los dos, abre sus puertas para acogerlas con obras del National Trust, otras de la familia Glaoui y algunos dibujos inéditos de El Glaoui pintados durante los años 60 en la misma piscina del hotel. «Y esta expo es interesante porque son dos culturas diferentes. Me ha encantado preparar las dos visiones distintas de los mismos paisajes y en los que influyó un gran número de historias, mi padre creció aquí en una familia un tanto formal que no le imaginaba pintando y mantiene una relación de amor-odio con la ciudad en la que vivió muy buenos y muy malos momentos, mientras que Churchill, viene del norte, con otras tradiciones y costumbres, se enamora de la ciudad y se escapa siempre que puede, pero ambos coinciden en esa luz y en esa fascinación por la tierra».
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