Si volviera el servicio militar obligatorio...

En España, la cuestión de la reimplantación del Servicio Militar Obligatorio (SMO) ha merecido algún comentario periodístico, pero no ha generado una auténtica discusión pública madura, quizás porque no hay una percepción de amenaza tan aguda como la que puede sentir, digamos, Polonia. Por muchas razones, la decisión se antoja lejana.

No trata este artículo de valorar la conveniencia de retornar al sistema de conscripción; tampoco aporta argumentos, ni a favor ni en contra de la idea. Sí plantea algunas condiciones que, se estima, debieran darse para, si hubiera una decisión en pro de reinstaurarlo, el SMO evitara errores pasados, y fuera verdaderamente eficaz para los intereses de la defensa nacional, resultando en unas fuerzas armadas modernas y potentes que sirvieran a una España más fuerte y segura.

Para empezar, el sistema de reclutamiento que se articulase debería ser transparente, justo, equitativo, y capaz de poner coto a los pícaros que traten de eludir el servicio recurriendo a artificios éticamente reprochables para hacerlo descansar sobre los hombros de quienes, honradamente, cumplen con su responsabilidad. Lo anterior pasa también por regular correctamente cuestiones como las de la participación de las mujeres en el SMO, el ejercicio del derecho a la objeción de conciencia para que no se convierta en la vía más fácil para eludir ilícitamente el servicio, y la lucha contra la insolidaria e inaceptable insumisión.

Para continuar, el SMO debería asegurar que los conscriptos se convierten en soldados capaces de manejar con destreza los sofisticados medios que emplean los ejércitos, y de afrontar la complejidad de la guerra moderna. Para ello, es necesario que su duración garantice una instrucción y adiestramiento apropiados; allegar los recursos financieros y materiales necesarios para alcanzar los estándares de preparación más elevados; articular un sistema para que quien sirve no se vea discriminado negativamente -y sí positivamente- en su vida laboral con respecto a quien no lo hace; asegurar condiciones de vida dignas de la condición de soldado de España; y reforzar la cohesión territorial mediante la convivencia en las unidades de soldados de todas las comunidades autónomas sin excepción. El SMO no debe convertirse en una forma más barata de mantener unas fuerzas armadas a costa de la operatividad.

Para terminar, el sistema debe prolongar la vinculación del ciudadano tras la conclusión del SMO, activándolo periódicamente para para constituir una reserva robusta, digna de tal nombre, y que permita expandir el volumen de las fuerzas armadas en caso de necesidad, de acuerdo con las circunstancias, y en proporción con las posibilidades de la nación.

La eficacia de modelos basados en el SMO en el entorno operativo y tecnológico actual ha sido alabada y cuestionada desde distintos ángulos, pero sin pasarla por el tamiz definitivo del empleo en la realidad de la guerra. En cualquier caso, si las condiciones propuestas no se dan, su fracaso puede vaticinarse; se habrá perdido, además, una oportunidad de vertebrar a la ciudadanía en torno a la responsabilidad colectiva de la defensa nacional.