Atropello en la boda de Torrejón: Micael Da Silva causó la masacre con sus dos hijos menores y otros dos sobrinos a bordo

Los dos mayores de edad, Tiago e Israel, aseguraron ayer ante el juez que solo querían huir cuando su tío aceleró

Estado en el que quedó el coche tras el atropello masivo ABC

Cuatro personas, sus dos hijos menores y dos sobrinos, y no tres como se creía en un primer momento, acompañaban a Micael Da Silva Montoya cuando pisó el acelerador contra una multitud de asistentes a una boda gitana en Torrejón de Ardoz. El resultado de ... aquella embestida a la salida del restaurante El Rancho no pudo ser peor: cuatro de ellas perdieron la vida y otras ocho resultaron heridas de diversa consideración.

Esa misma noche, el conductor y sus dos vástagos fueron detenidos tras ser sorprendidos en Seseña subidos al maltrecho Toyota Corolla. Del cuarto ocupante siempre se dijo que logró huir a pie; y del quinto no se tuvieron noticias hasta que los testigos y algunos vídeos grabados en el interior del local consiguieron situarlo en la fiesta posterior al enlace.

Ahora, casi tres meses después del trágico suceso, Tiago e Israel, los dos sobrinos del hombre de 35 años y origen luso que duerme en prisión desde entonces, declararon ayer ante la juez que instruye el caso. A preguntas de su defensa y la propia magistrada, los jóvenes aseguraron que el atropello fue involuntario, que ellos solo querían huir de ahí y que escucharon disparos antes de que la muchedumbre se les echara encima. Explicaron, además, que iban en el asiento trasero asustados y que su tío trató incluso de evitar los arrollamientos.

Un relato que los abogados de las víctimas tildan de montaje y repleto de falsedades. «Han declarado lo que más o menos preveía», señalaba a ABC el letrado Juan Manuel Medina, sin creer la versión aportada y la velocidad, unos 30 kilómetros por hora, que dicen que alcanzó Micael a la salida del funesto banquete.

En una entrevista concedida a este diario, el padre de la novia recordaba dos semanas después del suceso que el único acusado y su prole se personaron en el restaurante al filo de la medianoche tras ver vídeos en directo a través de TikTok. «Eso es costumbre entre nosotros. Si alguien viene después del banquete, lo acogemos y le servimos una copa. Nos da igual que sea de los nuestros o no», incidía.

Pero el comportamiento extraño de los recién llegados, sirviéndose copas de las botellas más caras «reservadas por los familiares» y grabando «los culos de las mujeres», desembocó en una pelea que no tardaría en trasladarse a los exteriores. Reconstruir lo que pasó después servirá para poner fin a un caso a todas luces incomprensible.

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