102 años después, Madrid homenajea a la Legión

Y de ahí que el pintor de batallas, Augusto Ferrer-Dalmau, se queje amargamente a ABC de que «en Madrid hay unas 2.000 estatuas de todo tipo y condición, algunas tan maravillosas como la ecuestre de Simón Bolívar, enemigo de España, o una dedicada al demonio en el Retiro».

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Por eso, el artista no ve el problema «de tener una estatua más». En el mundo de la escultura urbana, quedaba su desiderativo de que mientras más se represente el Arte, mayor será el concepto de libertad.

Y no estuvo Dalmau.

Guillermo Rocafort, uno de los más activos en la defensa del legado legionario, considera «una falta de respeto a los servidores públicos», del presente y del pasado. Y eso a la espera de las autoridades municipales, cuando casi 1.500 madrileños dan su apoyo a la Legión y a sus 102 años de Historia con respeto y ninguna invectiva -raro- a Sánchez. Desde Melilla, «aunque nacido en el Gómez Ulla», ha venido Karim que, aunque se dedica a la hostelería, «no olvida que la Legión es la fuerza del Ejército que más laureadas de San Fernando» colecciona. Cierto que no es exactamente así, que son los Regulares, pero el ardor guerrero le puede.

En ese momento, cuando Karim se despide, Clemente y Lucía, de Valencia, se fotografían frente al monumento. «Que salga la bayoneta» y el «chapiri». Y es que aunque no habiendo sido legionario, Clemente vio por las redes que había un homenaje a Legión y no se lo quería perder. Por eso sabe lo que es «un chapiri».

Escultóricamente, la peana, la alta peana, recita los espíritus legionarios que su fundador Millán-Astray tomó del bushido, y es que no hay cansancio y la «muerte es leal compañera». Y dentro hay una «cápsula del tiempo» con los nombres de todos los caídos del Cuerpo. Algo que, insiste Rocafort, presidente de la Fundación Millán-Astray, muy poca gente sabe.

Más allá de cuestiones arquitectónicas, llega el alcalde Almeida, casi sin abucheos y muchos veteranos pidiéndole la foto. Confunde el «credo legionario» con el «crédito legionario». Alguna broma.

Al lado del alcalde, llegando las cinco de la tarde, nonagenarias presidentas de hermandades legionarias venidas desde Ceuta besan por doquier. Y por detrás, que no quiere «salir en cámara», María Dolores de Cospedal. Habla el escultor de la obra, Salvador Amaya, visiblemente emocionado; el alcalde se acuerda de los caballeros y las damas legionarios, y de que aunque Madrid no tenga «acuartelamiento legionario», es una ciudad que los admira.

Suena el Himno Nacional de España, el himno oficial de la Legión a coro; algún aplauso a Ortega Smith, y Almeida retratándose entre viejos servidores de la patria que lo agasajaban con una foto que fue la misma, repetida, en un cruce urbano que el escultor Amaya considera un rincón privilegiado de Madrid.

Se echó en falta 'El novio de la muerte'. También a coro.