Cartas al alcalde
Una escalera clandestina
Es un sitio exótico, la Cuesta de los Ciegos, y ahí está en retranqueo casi oculto en el Madrid castizo que hoy colapsan los turistas
Lavapiés, el caos con rumba
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Iniciar sesiónEn un juego de zigzag, entre sombras y barandales, se abre la Cuesta de los Ciegos. Ata la calle Bailén, desde el mirador de Las Vistillas, con la calle Segovia, casi hasta ir a morir bajo el arco del Viaducto. Es un sitio exótico, la ... Cuesta de los Ciegos, y ahí está en retranqueo casi oculto en el Madrid castizo que hoy colapsan los turistas. Yo mismo ayer conté, en la Cuesta, con cerrada paciencia, doscientos cincuenta y cuatro peldaños. Estamos, quizá, ante el desnivel más abrupto de Madrid, muy alegre de arbolado, por cierto. La Cuesta de los Ciegos, sí. De eso le hablo, alcalde.
La leyenda, que nunca falta, arriesga que el nombre procede de los milagros que San Francisco de Asís obraba entre los invidentes que por allí se reunían, rumbo a su monasterio. Otra versión, más picaresca, sostiene que el título se debe al hospedaje callejero que buscaban ciegos y buscavidas, esperando limosna en esa escalera tan discreta. Y no faltan razones: es larga, más bien recóndita y difícilmente concurrida. No siempre existió como hoy.
Hasta principios del siglo XX no era más que una ladera áspera, donde la juventud se deslizaba en diversión urgente, ganándose el apodo popularísimo de 'Cuesta de Arrastraculos'. Hoy es un invento de rara hermosura, incrustado en el barranco verde de la calle Segovia, con césped aseado, farolas nuevas y hasta un recoleto jardín con columpios donde los niños arman sus algarabías. Desde la coronación de las Vistillas se abre, teatral, la vista de la Catedral. A ras del primer escalón, en la falda de Segovia, asoma una plazuela con fuente de piedra.
Ahí descansa, tallado, un escudo con corona republicana, el único de ese género, en todo Madrid. Es un superviviente inadvertido durante cuatro décadas de franquismo, que hoy resulta rareza cívica, casi reliquia urbana. De la Cuesta de los Ciegos escribió Mesonero Romanos que «más de cuatro han visto en ella lo que no querían». Ironías de la sátira decimonónica que, sin mucho esfuerzo, pudieran aplicarse al día de hoy. Porque este sendero, místico, picaresco, deportivo y burlesco, aún sigue guardando, medio boscoso, un Madrid clandestino en medio de la juerga del turismo.
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