Vecinos-mediadores en la Cañada Real: «15 de los 18 casos de absentismo que encontré, ya están integrados»
Vecinos del mayor asentamiento ilegal de Europa logran el título de mediador intercultural, su papel es clave para su inclusión social
Resuelven conflictos en el barrio, pero también ayudan a entender su realidad sin estereotipos
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Iniciar sesiónEl día en que Hafsa El Maymouni recibió el título de Mediación Intercultural , esta joven de 20 años, vecina del sector 5 de la Cañada Real , también se graduó esa misma tarde en el Ciclo Medio de Farmacia que había cursado ... a la vez. «Todos los que vivimos aquí es por algo duro que nos ha pasado y nos ha llevado hasta aquí, no por elección», reflexiona, consciente del estoicismo con el que sobreviven quienes habitan en el que es el mayor asentamiento ilegal de Europa. Es por eso que su doble esfuerzo, también tiene doble valor. Desde que Hafsa llegó a España se volcó en aprender el idioma y gracias a esa herramienta imprescindible pudo ayudar a los mayores de su barriada a entender al médico cuando iban al hospital. Esta labor de intérprete y mediadora es la que ahora, con el diploma bajo el brazo, ejerce en su comunidad.
Hafsa, mediadora y vecina del sector 5: «Los que vivimos aquí es por algo duro que nos ha pasado y nos ha llevado hasta aquí, no por elección»
Ella es una de los 18 vecinos de la Cañada Real que el 14 de junio lograron la acreditación para desempeñar un rol que en realidad siempre practicaron: resolver conflictos de convivencia en su comunidad, pero también derribar prejuicios y, sobre todo alzar la voz para que, 40 años después y tras muchos intentos por acabar con la complicada realidad de más de un millar de familias, la ciudad no viva de espaldas a ellos.
El proyecto nació hace casi una década. Ante la dificultad que tenía el Ayuntamiento de Madrid de acceder a la población del asentamiento chabolista del Gallinero para ofrecerles los recursos municipales, se apoyaron en la Asociación Barro para deshacer lo que ya se había convertido en un gueto. «Era una población que procedía de la zona de Tandarei (Rumanía). No hablaban español y que uno de esos niños fuera a la escuela era casi imposible», relata a ABC la responsable del proyecto de mediación de la entidad social, Aura Morales.
Para romper ese bucle, necesitaban que alguien facilitara, en primer lugar, la comunicación y que luego hiciera de puente en las rutas escolares y en los centros educativos. Así surgió la función del vecino-mediador. «Hicimos una amplia convocatoria para formar a los vecinos, con la posibilidad de una contratación posterior. Pensamos que sería difícil y que no vendrían muchos, pero se presentaron 50. A día de hoy varios continúan trabajando en centros escolares y con el Samur Social, integrados con los equipos de calle para ayudar a otros gitanos rumanos», cuenta la psicopedagoga, con satisfacción.
La de la Cañada Real es la quinta promoción de un curso que no solo es imprescindible para mejorar la situación de su comunidad, sino que también les proporciona una salida laboral. Durante seis meses, se forman en técnicas para saber intervenir en casos conflictivos reales. Y durante seis semanas más aplican los conocimientos teóricos en institutos, centros de menores extranjeros no acompañados (menas), servicios sociales, etc.
Mohamed Eribak, mediador-vecino: «Somos el empujón que no tuve cuando llegué solo. Porque los menas también pueden levantar España»
Mohamed Eribak, de 23 años, sabe lo que es llegar a España sin red y tener que abrirse camino solo, sin recursos, familia ni amigos. «Cuando llegué era pequeño, no sabía nada, ni español. Salía a la calle con el abono transporte y daba vueltas todo el día sin saber a dónde ir», cuenta el joven, que además del curso de mediación también se ha titulado estos años en administración y finanzas tras terminar el bachillerato.
«La mayoría sueñan con venir a estudiar, trabajar, mejorar su calidad de vida y tener lo que no podemos tener allí. Trato de ayudarlos a romper la barrera del idioma, a conseguir las citas para las tarjetas de asilo, el número de seguridad social para que puedan trabajar… Es el empujón que no tuve y que les permite avanzar aquí, porque ellos también pueden levantar España», asegura, convencido, Mohamed, a quien en el curso apodaron el 'alcalde' por su capacidad de persuasión.
La primera clase de mediación que Loubna El Azmani, vecina del sector 6, tuvo que aplicar fue en su propia casa. «Acababa de tener un bebé y mi marido y mi suegra no sabían nada de lo que iba a hacer. Me costó lo suyo, pero ahora me apoyan. Mi marido dice que ya no soy la misma», cuenta, entre risas.
Mientras recogía leche en la parroquia de su barrio, la iglesia de Santo Domingo de la Calzada, se enteró de que existía la posibilidad de ser mediadora intercultural. Aunque 'a priori' no había más plazas, averiguó dónde se hacían las entrevistas y se presentó como candidata. Su determinación por buscar una salida para mejorar su vida en la Cañada Real no solo le labró una carrera profesional, sino que le ha llevado hasta París, donde ante mediadores de otros países europeos explicó su doble papel en un entorno tan hostil.
Loubna: mediadora y vecina del sector VI:«Decir que eres de la Cañada estigmatiza. Mi labor es acercar nuestra realidad a las aulas»
«El curso me ha cambiado la vida. Que mi marido me haya apoyado es una fortuna, porque en mi cultura es realmente difícil encontrar a un hombre con la mentalidad abierta, que te comprenda y que sepa que estamos en igualdad», expresa, con orgullo. Desde hace año y medio trabaja en un instituto, donde, sin proponérselo, se ha erigido como un referente. «Cuando entré me encontré con 18 casos de absentismo y ahora 15 ya van regularmente a clase, están integrados y varias familias ya tienen un vínculo muy fuerte con el equipo educativo», asegura consciente de que muchas veces se generan conflictos por la «ignorancia» sobre las condiciones en las que habitan los alumnos.
Derribar prejuicios
«Mi papel es facilitar la convivencia, que las familias se sientan parte del centro educativo y que el centro también comprenda por qué los niños llegan con barro a clase; por qué a veces no han hecho los deberes; por qué faltan o por qué las familias no llegan a ir a las tutorías de sus hijos… Existe una gran dificultad al carecer de transporte, estar muchas veces sin suministro eléctrico y todo lo que ha pasado con el Covid... Pero es verdad que el trabajo está dando sus frutos», confiesa.
En las clases para leer y escribir que el Secretariado General Gitano daba en el sector 3 descubrieron la vocación de Israel Muñoz. «Cuando estaban con las sumas y restas a mí se me hacía demasiado fácil en ese momento y acaba antes y ayudaba al compañero. Ahí es cuando me decían que valía para esto», cuenta, este vecino del sector 4, de 37 años. «El curso ha sido muy gratificante. Ahora los vecinos tocan a mi puerta a pedirme ayuda. Es bonito cuando alguien te viene a dar las gracias porque tu orientación le ha servido para tener una cita y ha podido arreglar los papeles», expresa.
Ellos son el vivo testimonio de lo que cada día se esfuerzan por expresar al mundo. «Sí, hay droga en la Cañada, no lo niego, pero es solo un tramo. Pedimos que no nos metan en el mismo saco, porque aquí hay niños que estudios, hay mujeres y hombres que se esfuerzan cada día para sacar adelante a su familia y que han acabado aquí por no estar debajo de un puente». Ellos, como reza el mural que hay frente al centro sociocomunitario, solo quieren ser «como cualquiera».
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