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Pontejos, la mercería más popular entre los artistas, modistos y todo Madrid

Artistas de la farándula y modistos de toda España encuentran en estos almacenes la solución para todos sus trajes. La centenaria mercería Pontejos es lugar de referencia por la calidad y la variedad de sus productos

Antonio Ubillos se instaló en este edificio en 1913 BELÉN RODRIGO

BELÉN RODRIGO

Según afirma el dicho, “si no encuentras algo en Pontejos no lo encuentras en ningún sitio”. Esta centenaria mercería en pleno centro de Madrid (Plaza de Pontejos) lleva décadas siendo local de referencia en la venta de lanas, hilos, botones, puntillas y otros muchos miles de artículos. Al día pasan por estos almacenes alrededor de 2.500 personas y cada semana reciben entre 50 y 100 artículos nuevos. En total, hay unos 150.000. Entre los clientes, muchas artistas como Lolita, Sara Montiel o Marta Sánchez han pasado por allí para adquirir los complementos que lucían en sus trajes. Y prácticamente todos los modistas de España han recurrido en más de una vez a Pontejos. La sastrería Cornejo, conocida por las vestimentas de época, es uno de sus más fieles compradores.

Además de la variedad de género se les conoce por la cantidad que disponen del mismo en el enorme almacén que tienen arriba y debajo de la tienda dejando a todos los clientes satisfechos. Una mercería en el que el más pequeño broche o botón está metódicamente clasificado y en donde todo está milimétricamente ordenado.

Antonio Ubillos , natural de Guipúzcoa, llegó a Madrid para buscarse la vida. El pazo de la familia lo heredaba el primogénito de cada casa y al saber que no le correspondía nada, prefirió viajar hasta la capital. Empezó a trabajar en la mercería de su tío y como le gustó mucho el negocio, montó el suyo propio en 1913 en la Plaza de Pontejos, muy próximo a la Puerta del Sol. “Era una persona muy emprendedora y apostó por su propia tienda, inicialmente en alquiler”, explica a ABC María Rueda , la cuarta generación de la familia , responsable del área administrativa. “Por entonces nadie se casaba sin tener un buen ajuar y mi bisabuelo tuvo una gran visión de negocio , empezó a traer las mejores puntillas de Suiza y las vendía por todo el país”. El señor Ubillos era un hombre elegante, “de los de bigote y sombrero” que encontró su lugar en Madrid y veraneaba en San Rafael y San Sebastián. Se casó con Ana y tuvo siete hijos, y el único varón falleció en la Guerra Civil al quedarse al frente del negocio. Fue su yerno, Máximo Rueda , el que dio continuidad al mismo y en el que hoy siguen como propietarios tres de sus nueve hijos y trabajan dos de sus nietos, María y Antonio. “Para estar aquí te tiene que gustar mucho”, asegura María Rueda.

En 1975 la tienda sufrió una reforma estructural y fue adquirida por la familia. “Mantenemos los mostradores, columnas, lámparas, muestrarios…, hay muchas cosas que siguen siendo prácticamente como al comienza”, afirma María Rueda. Y lo más importante, “el personal humano”. Son 35 personas las que trabajan en esta mercería “y todos tratamos de mantener la misma ilusión que tenían mi bisabuelo y mi abuelo”, añade. Además de ilusión han querido profesionalizar la tienda , “es la única forma de que funcione bien un negocio familiar”, considera la representante de la cuarta generación. “De esta forma los familiares que trabajamos aquí dejamos de ser hijo o nieto de y somos responsables de una sección, dependientes u otro cargo”.

En Pontejos encuentras desde botones de cinco céntimos hasta un costurero de 600. “Tenemos dos tipos de productos, caro y barato , y prima siempre la calidad y tratamos de dar el mejor precio”. Hay artículos que cada vez se venden menos, como juegos de cama de bolillos hechos a mano para el acabado de las sábanas. Cuestan alrededor de350 euros. “¿Quién se gasta hoy en día tanto dinero por unas sábanas?”, reconoce María Cuesta.

Cada artículo en su lugar

Pontejos cuenta con un enorme almacén dividido en dos pisos arriba y otros dos debajo de la tienda. Allí se encuentra todo el material perfectamente organizado e informatizado . “Nos costó unos años adaptarnos para pasar de la parte manual a la informática”, reconoce María Rueda, y ahora, poco a poco, “están desarrollando el negocio on-line ”. Todo ello implica un exhausto control de todo el gé nero que entra y sale de la tienda. Además, cuando un dependiente entra en el almacén para ir a buscar un determinado artículo, debe hacerlo lo antes posible. “Por eso tenemos todo detalladamente clasificado con referencias, tamaños y colores”. Aunque parezca mentira, cada una de los 500 modelos de puntilla blanca disponible tiene su caja con su respectiva referencia. Y lo mismo ocurre con los miles de botones y con cada una de las lanas. “Todos los meses cada responsable de área confirma el género que es necesario pedir para tener el almacén siempre bien abastecido”, explica la responsable del área administrativa. Trabajan con 500 proveedores y buscan siempre las novedades dentro y fuera de España.

En los cajones de los mostradores de madena se guardan las puntillas B.RODRIGO

Ese orden existe igualmente en la tienda donde cada uno de sus empleados se ocupa de su respectivo metro de mostrador y están especializados por departamentos. Conservan los muebles de los mostradores de madera , donde se guardan las puntillas así como las ruedas para los botones. “Las dos cosas que siempre tenemos en la mano son un boli y unas tijeras ”, afirma María Rueda. Siguen haciendo las cuentas a mano en el papel “así podemos atender a varias personas a la vez” pero únicamente dos personas están en la caja y reciben el dinero de los clientes.

¿Quién pasa por Pontejos? “Más mujeres, porque tradicionalmente han hecho más labores, y aunque hay mucha gente mayor cada vez aparecen más jóvenes”, explica la cuarta generación de Pontejos. Con la crisis, “han aparecido muchas personas que han empezado a hacer ellas mismas sus cosas”, añade. Y ha sido justamente por la demanda de las clientas que desde hace dos años han puesto en marcha la academia de Pontejos donde dan clases de punto, ganchillo y patchwork .

Aunque existe una pequeña sucursal en la zona de Moncloa, Pontejos Galaxia, donde trabajan tres personas, no tienen pensado abrir un segundo Pontejos . “Somos muchos pero estamos siempre trabajando, no vemos la posibilidad de tener un segundo Pontejos”,deja claro María Rueda. En la zona tienen “competencia agradable” y entre unos y otros “solucionamos todas las peticiones de los clientes”. Porque en Pontejos, si hay algo que no tienen, hacen todo lo posible para que el cliente consiga lo que necesita.

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