La plaza del Dos de Mayo, convertida en el «campamento» de una veintena de mendigos
Los vecinos denuncian el deterioro del parque y las continuas peleas entre los «sin techo»
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Iniciar sesiónDaoíz y Velarde otean, estupefactos, el paso de las horas y el deterioro del que es, desde hace 88 años, su enclave en la capital. Desde su privilegiada posición, en medio de la plaza del Dos de Mayo y protegidos por el Arco de ... Monteleón, contemplan el escenario de contrastes que se abre ante sus ojos: a su derecha, decenas de niños se tiran por los toboganes y corren entre los columpios de dos parques después de terminar la jornada escolar, disfrutando del presente, sin preocupaciones; a su izquierda, ocupando los bancos de piedra, se suceden las personas sin hogar , con semblantes castigados por una vida en las calles.
Los dos mundos se dan cita cada tarde en la céntrica plaza de Malasañ a, de la que estos últimos han hecho su hogar. A eso de las cinco, una veintena de ellos se reúne a comer las viandas que les proporcionan en una entidad religiosa cercana. Llegan a cuentagotas con sus táperes y cogen posición. Muchos ya se quedarán ahí el resto del día. En la parte alta, hacia la calle de San Andrés y en un espacio que debería ser para el ejercicio de los mayores del barrio, se suceden los macutos, sacos de dormir, bolsas de plástico y mantas. Entre sus pertenencias, los sintecho tienen tres colchones corroídos, alguno guardado entre los matorrales, y hasta un somier que han colocado entre los bancos de madera rotos, dejando la zona inutilizada.
«Se han apropiado de ella. Esto parece un hotel al aire libre , como si fuera una pensión», ironiza uno de los comerciantes de la calle. «Cada día llegan unos y se van otros, sobre todo desde que empezó la Campaña del Frío . Antes de la pandemia, aquí había un asentamiento de gente joven , con sus tiendas de campaña. Ahora, la mayoría son de mediana edad, y duermen al raso», continúa el vendedor.
El relato, que coincide con el de muchos camareros, es que al alba, esta veintena de personas se dedica a pedir limosna por las calles de Madrid. Lo que ganan, lo emplean en conseguir latas de cerveza o envases de vino que tiran luego por el suelo. Llegado el mediodía, vuelven al barrio. « Sus necesidades las hacen en el baño público . Han roto la puerta. Menos mal que eso está ahí, sino orinarían en las aceras o entre los coches. Está todo hecho un asco», explica uno de los camareros, que asegura que no sería la primera vez.
«La plaza se ha convertido ya en su lugar recurrente. Va por temporadas, algunos son fijos desde el verano», indica la empleada de otra cafetería. Mientras ella habla, una patrulla de la Policía Nacional hace acto de presencia, tras ser alertada por una discusión. «Me has insultado. Tú y yo no nos conocemos de nada. No te me acerques», le grita uno a otro, después de explicar a los agentes lo que había sucedido. «¿Ves eso? Pues es constante. Hay discusiones y gritos todos los días . Cualquier día hay una pelea entre ellos», opina la trabajadora.
Luis se ha acostumbrado, desgraciadamente, a su presencia. Él nació en el barrio y desde su ventana puede ver el campamento . «Mínimo aquí duermen diez todos los días. Seis en los colchones y otros en los bancos. Hay también un matrimonio, que deben ser los dueños del somier», cuenta el residente, preocupado por la imagen que pueden dar del barrio. «En una pandemia no creo que sea lo mejor que estén aquí, puede ser un foco de infección», zanja el hombre.
Una de las que está en la plaza es Harika. Según su versión, tiene alquilado un piso en Cuatro Caminos pero va todos los días a comer a Malasaña. «Tengo que pensar en mi economía. No puedo cocinar allí, es mucho dinero de gas y luz», justifica. «A mí me da igual que piensen que soy pobre o que estoy en la calle. Tengo una profesión, pero España es un país al que no le gusta el talento», dice la mujer, originaria de Turquía, con un discurso que oscila entre la realidad y los sucesos producto de su imaginación . Cuando termina, guarda las sobras en un carro de tela que arrastra por las inmediaciones con el objetivo de aprovecharlas en la cena. La noche cae y ellos se quedan en la plaza, un día más.
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