Hospital Zendal: 801 pacientes tras cumplir 40 días en el ojo del huracán
ABC recorre el centro de Emergencias, en el que ya trabajan 779 sanitarios. El número de ingresos crece al ritmo que lo hace la tercera ola de la pandemia
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Iniciar sesiónLa primera impresión al pisar los pasillos del Hospital de Emergencias Isabel Zendal es de desconcierto. Aquello no parece un hospital. No, al menos, lo que habitualmente conocemos: salir del ascensor y encontrar un pasillo salpicado de puertas que dan a habitaciones para dos o, ... a lo sumo tres camas, donde resuenan las televisiones y un par de visitas se sientan a los pies de la cama. El Zendal no es nada de esto: los techos inmensos dan aún más amplitud a un espacio dividido en grandes espacios rectangulares ocupados por una docena de camas cada uno y organizados de cuatro en cuatro en torno a un control de enfermería. Desde allí, de un vistazo, se puede supervisar el estado de los pacientes.
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Algunos tienen el oxígeno conectado. Muchos son sorprendentemente jóvenes. El espacio compartido por una docena de pacientes en estas grandes salas –incluidos los baños– reduce a la nada la intimidad.
«De cena, lo mismo»
Es la hora de la comida y los carritos recorren los pasillos, distribuyendo bandejas: lentejas, un pollo indefinido de segundo y como postre, pera. «Que está como una piedra» , se queja una paciente, a punto de irse con el alta, y que asegura que «ayer de cena me dieron esto mismo», resume, mientras revuelve con cara de asco el envase de las legumbres. Esa es una de las quejas que se escuchan; la otra, la fuerte luz que «no apagan hasta la noche y así no hay quien duerma».
En general, los pacientes no tienen ganas de conversación, ni de fotos. La preocupación se nota y las dimensiones de los espacios no ayudan a humanizar la situación. Aunque, según los responsables del centro, sí son eficaces a la hora de tratarlos. «Los módulos abiertos permiten ver quiénes pueden estar potencialmente peor, y a esos los colocamos más cerca del control de enfermería», explica el internista Jorge Carriel, en el Zendal desde su puesta en marcha.
Han pasado 40 días desde que el hospital recibiera su primer ingreso y desde entonce s han ocupado sus camas 801 personas , de las que 450 ya han sido dadas de alta. Actualmente, hay 351 ingresadas, 6 en las UCI y 32 en cuidados intermedios.
El hospital, que comenzó con un sólo pabellón abierto, con 240 camas más las de intensivos, ha visto cómo la demanda aumentaba y ahora ya tiene abierto el segundo, con 384 camas, y comienza a trabajar en el tercero: «Hasta el 30 de enero, no van a dejar de subir los contagios», explica Carriel, que ha visto cómo en el fin de semana, la llegada de pacientes se disparaba: «Ayer tuvimos 80, y anteayer 75».
Por los amplios pasillos que bordean los módulos es frecuente ver a los pacientes más recuperados paseando. Incluso uno pasa al trote, tal vez poniendo a prueba su propio organismo . Pero en la zona de UCI, con paredes de cristal, sólo unos biombos colocados estratégicamente cubren la cara más dura del hospital:la de los pacientes más graves. Se da el caso de un padre y un hijo ingresados a la vez.
Muy próximos, los enfermos en cuidados intermedios: la guardia de médicos camina entre las camas evaluando y tomando decisiones. Una enfermera pasa con un carro de rayos X móvil , para efectuar una prueba en la propia cama del paciente. «Y eso que dicen que no tenemos», sonríe el director del Zendal , Fernando Prados.
Una doctora, que vino voluntaria al Zendal porque «en este momento, creo que esto es lo más importante que tenemos que hacer» , rebate las críticas: «Corte de luz hubo un día, y fue programado, de 20 minutos, para colocar unos enchufes específicos». «Lo peor –insiste entre risas– es la comida, pero ahora parece que ha mejorado un poquito; yo hoy me la he comido». En su día a día, asegura que se encuentran «con las dificultades propias de algo nuevo;yo he vivido la apertura de otro hospital y ocurría igual. Pero no nos faltado nada vital».
Miedo a estar solos
Afirma que todos están «trabajando muchísimo, y con buen ambiente en general». La tipología de este hospital le parece «resolutiva; tener los pacientes a la vista es una ventaja». Ypara los ingresados también: «En la primera ola, vi cómo muchos me decían que no querían estar solos en la habitación; tenían miedo». Sobrelleva con cierta frustración las críticas «cuando nos estamos dejando aquí la piel, y además este es el hospital que tiene menos mortalidad en Covid».
Más jóvenes de media
Prados es el capitán de este barco, con una «tripulación» de 779 sanitarios a día de hoy, de los que 196 fueron voluntariamente al centro. El número de camas y el personal adscrito al centro va variando en función de las necesidades, y el panorama no es bueno: «Los dos pabellones estarán llenospronto y probablemente también el tercero; lo que me han dicho no me ha gustado nada», augura.
El tipo de paciente que llega al Zendal, derivado desde los otros hospitales de la región, es «más joven, como media». Lo que no le resta gravedad: «Tenemos casos de gente que en 12 horas han tenido que ser llevados a la UCI», explica el doctor Carriel. La falta de quirófanos en el centro, una de las críticas que hacen sus detractores, no le preocupa: «El Covid es una patología médica; salvo alguna traqueotomía, que se hace en la sala de procedimientos, un quirófano no es algo estrictísimamente necesario aquí». De hecho, afirma, «de momento en los 800 pacientes que llevamos ingresados, ninguno ha tenido una complicación quirúrgica ».
Carriel se aplica gel hidroalcohólico casi en cada control, como un acto reflejo. Reconoce que muchos de los ingresados vienen temerosos porque «les habían dicho que el hospital estaba fatal. Pero cuando vienen, ven que no es así; en un mes se ha aprendido de los errores y ahora todo funciona».
Fernando Prados tampoco quiere hacer caso del «ruido» en torno a los problemas del hospital: «A la gestión interna eso no nos afecta; el objetivo es curar a los pacientes, y eso es incuestionable». No obstante, le llegan los ecos: «Me llaman familiares y me preguntan: “¿Es verdad que no se pueden duchar? ¿Que no hay mantas? ¿Que no funciona la calefacción?”. Yo les pongo al habla con sus familiares, para que les cuenten la verdad».
«Juicio excesivo»
El tema de la comida no lo esquiva: «Es comida de hospital; no está buena y nunca lleva lo mismo que tú le pones en casa». Asegura que se trabaja en mejorarla: «Se agotarán las posibilidades para que el resultado sea óptimo». Pero rechaza el resto de críticas: «¿Quién dice que no hay laboratorio? Todos los días se piden las pruebas que se requieren, igual que en los demás hospitales. Con rayos X igual». Cree que «el Zendal está sometido a un juicio excesivo. Me daría igual si no fuera porque los pacientes lo están sufriendo; cada problema que hay aquí, se convierte en algo extraordinario; si se cae un café al suelo, la foto está en internet en minutos», lamenta.
Asegura que «lo que es importante se arreglará». Y destaca que «han pasado por aquí más de 800 pacientes que el sistema sanitario ha podido absorber».
Personal: castigos o incentivos
La Comunidad de Madrid ordenó no volver a contratar en el mismo centro a ningún sanitario de refuerzo por el Covid-19 que rechace trabajar de forma temporal en el Hospital Enfermera Isabel Zendal. Un hecho muy criticado por los sindicatos de Sanidad. Julián Ezquerra, portavoz de Amyts, explicaba a ABC que su crítica al Zendal «no es porque no pudieran ser útiles las camas, sino porque la inmensa cantidad de dinero dedicado a su construcción se podía haber dedicado a otras cosas, como contratar más sanitarios». Duda de si los vídeos que circulan, a favor y en contra del hospital, «son reales o no», y espera verlo con sus propios ojos pronto. Propone incentivos y motivación en lugar de «castigos» para los profesionales. Así hicieron él y los representantes de SATSE, CC.OO., UGT y CSIT ayer en la reunión extraordinaria de la Mesa Sectoral con las autoridades de la consejería.
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