Votar en pandemia: «Es lo más normal que he hecho en un año y hay buenas medidas, aunque mucha gente»

«Antes del Covid venía mucho a los talleres: hacía gimnasia, baile y pintura con mis amigas, pero ahora no me dejan», dice mirando a su hija, que manifiesta que es una persona de riesgo y que la «obliga» a seguir todas las limitaciones. «Pero ya estoy vacunada, empezaré a volver a salir. Esto, votar, es lo más normal que he hecho en un año», cuenta la octogenaria, que asegura que, a pesar de la afluencia de gente, las medidas de seguridad «son buenas». « No me da miedo contagiarme, primero por la vacuna; segundo, porque estamos esperando al aire libre; y tercero, mira las medidas, aunque la gente no guarda mucho la distancia », analiza Elvira, sentada en un banco cercano mientras su hija es la que coge sitio. Se refiere a las marcas que hay para mantener los dos metros de separación y las mesas dentro del que hoy es un local electoral. «Pero sí es cierto que hay mucha más gente. Yo no recuerdo esto hace dos años. No sé si es porque es martes o porque va a haber más participación», opina, y asegura que seguirá los resultados hasta que se anuncie al ganador. «Lo que no entiendo es por qué han puesto franjas horarias para votar: aquí hay gente mayor y también gente joven », dice cuando el reloj aún no marca las 12. Lleva 15 minutos esperando. «Y esperaré más si hace falta, que al menos tomo el aire», termina, mirando el parque que hay tras ella.

Ya en la cola, Sara saca de su bolso la papeleta y le da vueltas en la mano. Camarera de un bar cercano, al contrario que Elvira, ella no conocía el centro. «Mi jefe me ha dado permiso para salir ahora. Veíamos que la cola no bajaba y en algún momento teníamos que parar de trabajar para poder votar», cuenta. Lleva 20 minutos en la fila y no deja observar el reloj. «Me da apuro tardar tanto, pero es lo que toca por hacer que las elecciones caigan en martes», asevera a modo de crítica por el adelanto de la convocatoria. «Sobre medidas Covid, me parecen las adecuadas, aunque aún no sé cómo está el sitio organizado dentro. Pero al menos se ve que dan mascarillas para ponerte otra encima », indica, señalando al responsable Covid que las está entregando a lo largo de la cola. «También va a haber gel, ¿no? Eso oí en el dispositivo, y que les iban a entregar mascarillas buenas a los que forman las mesas y a garantizar las distancias», dice como parte positiva, pero también hace una crítica: « Lo que no me parece bien es el protocolo para los contagiados . Claro que tienen derecho a venir y votar, pero los que están en la mesa deberían poder ponerse EPI. Leí que no se los iban a proporcionar. Si a mí me hubiese tocado preferiría tener todas las medidas de protección para la hora en la que vienen los que tienen Covid».

De la zona lateral del centro de mayores sale Juan. Él ya ha ejercido su derecho. «Los caminos de entrada y salida están bien diferenciados, pero el problema es que hay mucha gente. Las distancias son complicadas de mantener», opina este hombre, ataviado con una veraniega boina, de 76 años. Dentro hay siete mesas electorales separadas a una distancia de tres metros y marcas en el suelo para dividir los caminos que lleva a cada una. «Mi voto ha sido el de siempre, en Madrid no hay opción para la sorpresa, lleva años gobernando la derecha », explica el jubilado, otrora camionero y conductor, que aprovechará la jornada para «tomar una caña»: «Ya que he salido de casa, que no salgo mucho, voy a ir a por el aperitivo como haría cualquier domingo de elecciones».

Y tras él abandona el local Javier. De su mano va Aitana, de tres años, que carga en los brazos un muñeco de tela. «Por suerte, estoy teletrabajando, pero no habría podido venir a votar si no hubiesen cambiado lo de que dejasen entrar a los niños. Mi mujer no trabaja en casa, y no tenemos a nadie que la cuide», explica este padre. «No sé por qué las elecciones caen en martes, pero no comparto que no sea festivo», expone, sin conocer que es el plazo marcado por ley cuando los comicios se adelantan. «Seguro que muchos padres o madres que quieren votar no pueden por no dejar solos a sus hijos . La participación podría haber sido mayor si eso se hubiese cambiado», continúa, mientras su hija le tira de la camiseta, en un gesto que solo indica una cosa: «Quiere ir al parque, pero papá tiene que volver al trabajo». Javier se encoge de hombros.