Boxeo de etiqueta en el Hotel Wellington

El Wellington, conocido como el hotel de los toreros, reserva ahora un espacio para otra disciplina, apoyado en el auge que el boxeo experimenta como práctica habitual en los gimnasios . «Se ha vuelto a poner de moda y, dándole vueltas, vimos que era una oportunidad para ser pioneros y dar un valor añadido; es muy americano y por qué no intentarlo», explicó a ABC José Tarín , director del hotel. Como cada año, la fiesta tuvo también una cena para 350 invitados y un desfile de moda, con bikinis brasileños de Lenny Niemeyer. Los zapatos exhibidos eran de la firma española, Scandal 54, diseñados por Oihana Maíz.

Por extraño que parezca, la cita fue un ejemplo de cómo el boxeo ha permeado en estratos de la sociedad que hace años era impensable. La fuente de inspiración, con el permiso de las veladas en el MGM o Bellagio, es lo que en ciudades como Londres o Nueva York se conoce como «White collar boxing», una suerte de combate entre ejecutivos que está más cerca de lo que se demanda en los gimnasios que de las peleas oficiales y de pago por visión. No obstante, en el Wellington sí hubo púgiles profesionales .

El cartel, con cuatro combates, estaba compuesto por españoles y nicaragüenses: Brian Peláez, campeón de Madrid, se midió con Reinaldo Mora; Samuel Muñoz con Javier Gilabet; José Osado con Rafael Castillo; y, en femenino, la campeona de España, Claudia Águeda, hizo lo propio con Patricia Martín. Fueron los nombres propios de la noche, pero también el cuadrilátero al que subieron. Instalado durante varias horas, se sostuvo por una estructura de hierro que da al ring la impresión de que flota sobre el agua.

Lo cierto es que más allá del colorido de la fiesta, donde no faltó el famoseo, el espíritu de la velada tuvo un fondo deportivo y reivindicativo. «El boxeo ha sido maltratado y también nos pareció una buena forma de ayudar para recuperar el sitio perdido », añade Tarín. Sus palabras se refieren a la pérdida de popularidad en España, olvidado de la programación, estigmatizado y con una consideración antagónica de la que goza en otros países como EE.UU. o Reino Unido.

Este extremo es compartido por Fernando Sánchez , exboxeador y propietario del laureado gimnasio Emporio Barceló. Sánchez, uno de los promotores de la velada, cree que este tipo de eventos son «un gran paso» para llegar a un público al que normalmente no tienen acceso. «Ya tenemos un seguimiento de fieles cada fin de semana, pero en España no llegamos a un círculo que sí logramos en el extranjero; es una gran oportunidad », dice a ABC.

Disponer de un lugar como el Hotel Wellington, añade el expúgil profesional, es también un motivo de «orgullo y felicidad», acostumbrado a viajar a pabellones de pequeños municipios. «Sin menosprecioar a nadie, esto es otra cosa», reconoce.

Sánchez, además, tiene la seguridad de esta fiesta de inauguración ayudará a eliminar los clichés y tópicos que planean sobre el boxeo: «Fuera sí se valora y aquí no, somos un deporte como otro cualquiera y esperamos que veladas como esta construyan una imagen más adecuada de lo que es».