El Senado, escuela de oratoria

Compareciente e interpelantes arguyen con premisas enjundiosas y elocuencia ciceroniana. Deyecciones, puteríos, podredumbre y jergones monopolizan tanto el interés de los senadores curiosones cuanto los escaqueos del interrogado. Por un momento, el gallinero se alborota, el ganado se sulfura y el presidente en funciones advierte al ministro Puente: «Me voy ver obligado a llamarle al orden». Está nervioso: se ha comido la preposición precedente al infinitivo transitivo.

Desde el retrato que le hizo Madrazo, el senador Cánovas, que fue numerario de la RAE, deja que aflore una mueca no se sabe si de horror o de humor. Montero Ríos, Sánchez Román, Ramón y Cajal, Menéndez Pelayo… Me da la impresión de que el nivel bajó un poquito. El ministro Puente mantiene a Lugo en el limbo ferroviario. Su padre nació en Sarria, compoblano, pues de Matías López, que también fue senador y consiguió que El Escorial oliese a chocolate. El ministro Puente sabe que Lugo está abandonado en vía muerta. Vivimos en un limbo ferroviario. Ni se puede salir en tren ni se puede llegar en tren.

Quizá en pago a ese castigo, una asociación lucense, mamporrera del PSOE, hace menos de un año otorgó al ministro el título de 'Veciño exemplar'. En cuanto a lo de 'veciño', lo es de Madrid, salvo error u omisión.

Y por lo que respecta a 'exemplar', sí que lo es. «Vaya ejemplar de primavera», cantaba Rosendo cuando yo era joven.