Análisis
Ribeira o la ley de la gravedad política
Con un 64% de voto de derechas en las locales de 2023, no se explicaba un alcalde del BNG
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Iniciar sesiónDe todas las mociones de censura que se han venido desencadenando en Galicia desde el mes de julio –y ya vamos perdiendo la cuenta–, la más lógica y natural es la que va a hacer a Mariola Sampedro alcaldesa de Ribeira el próximo 13 de ... octubre, después de que los independientes del PBBI rompieran el acuerdo que alcanzaron con el BNG tras las últimas elecciones municipales de 2023.
La lógica de la moción radica en que el PBBI es una escisión del PP, es decir, procede de la matriz de la derecha ribeirense de toda la vida, que germinó y creció alrededor del histórico alcalde José Luis Torres Colomer, hasta que este se enfadó con su sucesor, Manuel Ruiz Rivas, y decidió hacerle la vida un poco más difícil. Primero fracturó al PP de Ribeira para montar una candidatura de Ciudadanos (¿se acuerdan de ese partido que pudo evitar en 2019 que Sánchez se echara en manos de Podemos y no quiso?) y cuando el naranja pasó de moda, armó en 2019 este Partido Barbanza Independiente (PBBI), que se vendía entre sus propios vecinos como el PP de verdad.
De ahí que el verdadero contorsionismo ideológico fuera verlos pactar con el BNG tras las últimas municipales. Eso, a pesar de que el PP aceptó las condiciones impuestas por el PBBI y sacó de la ecuación a Ruiz Rivas, enviándolo al Senado, y dejando a Mariola Sampedro como su portavoz y referente local. Ni por esas, los independientes protagonizaron una especie de ajuste de cuentas y le regalaron la alcaldía al nacionalista Luis Pérez Barral.
¿Representaba un nacionalista el sentir de Ribeira? Pues si miramos a los datos de las elecciones, no. En 2019, la suma de PP y PBBI alcanzaba el 66% de las papeletas en las municipales; cuatro años más tarde, incorporado Vox al voto de derechas, llegaban al 64%. En las autonómicas de 2024, los sufragios conservadores superaban el 50%. Es decir, de Ribeira se podrían decir muchas cosas, pero no que estaban bien representados por un alcalde del BNG –que apenas llegó al 22% de los votos– salido de un pacto contra-natura.
Vean cómo a Ana Pontón no le molestaba este pacto con la derecha de Ribeira, a pesar de que abjure de esta ideología en cuanta intervención pública tenga. Porque las ideologías solo son un incordio cuando no te benefician; si se obtiene un rédito siempre se puede relajar el discurso y ancha es Castilla. Al BNG le ha dolido perder una villa como Ribeira, y de ahí acusaciones como que la moción es «bochornosa», está hecha «en contra de la ciudadanía», esconde «intereses oscuros» y se ha tejido mediante «artimañas». Dicho lo cual, los entrecomillados pueden aplicarse a Ribeira o a cualquier otro municipio que el Bloque pierda mediante una moción de censura. El relato es perfectamente intercambiable.
De hecho, podría incluso emplearlo el PP para referirse a la moción en Viana do Bolo, que le ha servido a los nacionalistas para alcanzar una alcaldía que no ganaron en las urnas. Los conservadores obtuvieron un 46% de las papeletas, y se quedaron a un edil de la absoluta. En la investidura salieron elegidos porque PSOE (25,4%) y BNG (27,5%) no se pusieron de acuerdo. Lo hicieron en las últimas semanas y ahora gobiernan la localidad orensana. Pero no se olviden: cuando una moción beneficia a la izquierda y al nacionalismo es sinónimo de progreso, pero si las gana la derecha es que hay algo oscuro detrás, maniobras tenebrosas que harán involucionar a ese concello. La habitual ley del embudo, vaya.
Hay que reconocerle algunos méritos a Pérez Barral tras su paso por la alcaldía. El más meritorio es haber fabricado el inexistente escándalo de los pélets, cuando parecía que iba a ser un nuevo Prestige y los arenales de su concello iban a perecer sepultados por un mar de microplásticos. Le faltaron televisiones y radios al bueno del alcalde para advertir que la ciudadanía estaba abandonada por la Xunta, y que el sector pesquero iba a pique por su inacción. Tan convincente resultó en plena precampaña de las autonómicas que hasta Yolanda Díaz se fue a rastrillar a A Pobra do Caramiñal para rescatarnos de la hecatombe ecológica... que nunca fue. El BNG y la realidad no siempre se llevan bien.
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