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Galicia contada por la CIA

El Gran Hermano que la inteligencia americana manejó en todo el siglo XX también tuvo ojos para Castelao, el Partido Galeguista, Fraga o los comunistas gallegos

MARIO NESPEREIRA

Le pedimos prestada la secuencia a Oliver Stone, de su película «JFK». El fiscal Garrison, encargado de pulir las aristas de la muerte del presidente Kennedy, se entrevista en Washington con el «señor X», una fuente de la CIA, que le espeta: «A la gente le chifla la verdad». Esforzando la imaginación, extrapolamos su plácido paseo por un parque a la plaza del Obradoiro. El espía le informa que durante años la inteligencia americana tuvo información sobre el Partido Galeguista, la actividad de Castelao , los «maquis», de Manuel Fraga y del proceso autonomista. Es verdad: la desclasificación masiva de millones de documentos de la CIA hace que la realidad supere a la ficción.

En un informe de 1947, la agencia norteamericana plasmó que los galeguistas «crecieron como partido» desde dos años antes del estallido de la Guerra Civil. «Es el grupo más disciplinado de la región», analizaban, y los principales benefactores de Castelar como ministro de la República en el exterior. Conocían, además, que algunos miembros de la dirección del PG fueron detenidos en uno de sus viajes a Francia. Durante su estancia en la cárcel Alcalá de Henares, impartieron «secretamente» clases de gallego a los demás reclusos y reforzaron el interés del resto de los reos en «la causa de la Galicia autónoma».

Estados Unidos se preocupó, dos años más tarde, de estudiar los movimientos de «el sector gallego» del PCE . Localizó grupúsculos en la comarca orensana de Valdeorras, en la franja oriental de Pontevedra, en Carballo, Muros, Ordes o Negreira; y en varios puntos del norte de Lugo. Su misión, recogían, era la de unificar «a todos los clandestinos que son contrarios al régimen y que incluyen la restauración de la República y la autonomía de Galicia».

Galicia y la Transición

Los tentáculos orwellianos de Estados Unidos se prolongaron en el tiempo. Un dossier con fecha del 26 de marzo de 1979 trazaba los problemas que la cuestión territorial estaban ocasionando al gobierno de Suárez. La Embajada en España sostenía que el incremento de la autonomía en el País Vasco tendría efectos en Cataluña «y en sentimientos autonomistas, particularmente en Andalucía, Canarias y Galicia». Por aquel entonces, Manuel Fraga maniobraba después de haberse mostrado en las postrimerías del franquismo como un aperturista. Ese perfil «dual», le pasaría factura política. Un apéndice titulado «el problema de la imagen Fraga» , de 1984, valoraba que el de Vilalba era a sí mismo «su peor enemigo».

«Es tan vehemente sobre sus ideas que nunca toleró de buen grado las críticas», cita. Según la CIA, sus rivales le reconocían ser uno de los líderes políticos más trabajadores. Ni siquiera Norteamérica obvia su conocida «la calle es mía»; una frase atribuida conservador pero de autoría nunca probada.

La efervescencia política de entonces trascendía la autonomía. En otro amplio informe sobre el futuro de la derecha en España y la llamada «operación Roca», señalaba las elecciones gallegas de 1985 como punto de inflexión para el proyecto reformista — el PRD— del catalán, ex de CiU. Su competidor en Galicia iba a ser el orensano Eulogio Gómez Franqueira. «Eugelio», para la CIA.

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