CULTURA
La biblioteca de Pardo Bazán, el tesoro oculto de Meirás
Tras la sentencia del Pazo se abre ahora el debate sobre su patrimonio artístico, entre el que destaca la última parte de la colección de la escritora
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Iniciar sesiónContinente y contenido. El Juzgado de Primera Instancia nº1 de La Coruña sentenció esta semana que el Pazo de Meirás es propiedad del Estado , y que la familia Franco está obligada a restituirlo a su legítimo propietario. Pero, ¿hasta dónde llega el fallo judicial? ¿ ... También al patrimonio artístico albergado en el interior del inmueble? La Real Academia Galega (RAG) abrió estos días el debate al reclamar que transite también hacia manos públicas la parte de la biblioteca de Emilia Pardo Bazán que permanece en el Pazo, un tesoro oculto que quienes han visto no dudan en definirlo como el elemento definitivo para adentrarse en el universo creativo de la escritora.
«Doña Emilia es Meirás, son sus piedras, cada capitel está dibujado por ella» , lo resume en su delicioso gallego Xulia Santiso, la conservadora de la Casa Museo de la Pardo Bazán. En total, se estima que la literata poseía una colección de 18.000 volúmenes. Cuando Meirás se incendió en 1978, el entonces ministro Pío Cabanillas y el senador Domingo García-Sabell intercedieron con Carmen Polo para que les donara una parte del fondo bibliográfico, que desde entonces guarda y estudia la RAG, cuya sede es precisamente la casa natal de la Pardo Bazán, en la coruñesa calle Tabernas. «El incendió echó a perder unos 45 volúmenes, otros 600 quedaron muy estropeados y en nuestro archivo hay unos 7.423», detalla Víctor Freixanes, presidente de la Real Academia, «pero en las Torres deben quedar unos 3.200», que son los que ahora se reclaman. El paradero de los que faltarían hasta completar los 18.000 es desconocido, según Santiso.
La familia no quiere oír hablar de deshacerse del patrimonio artístico que alberga Meirás . «No fue objeto del procedimiento, la demanda de la Abogacía del Estado en ningún momento se refirió a los bienes muebles», aclara Luis Felipe Utrera-Molina, abogado y albacea de la familia, que entiende zanjada cualquier duda al respecto. Además, no esconde sus dudas respecto al interés que el Estado pueda tener, por ejemplo, por algunas de las piezas pictóricas que cuelgan de los muros de Meirás.
Bertuchi y Zuloaga
Entre las más destacadas, un Bertuchi preside la biblioteca de la planta baja del Pazo, retratando el traslado de las tropas sublevadas a la Península en 1939. Esta estancia no existía en la época de Pardo Bazán y se reformó en 1938, antes de que Meirás se entregara a Franco mediante la controvertida donación de la Junta Pro Pazo. Sin embargo, muchos de los libros que llenan las estanterías proceden de la colección de la condesa.
Igualmente notables son los tres Zuloagas con retratos de Franco vestido de requeté, Carmen Polo y una jovencísima Carmen Franco, colgados en el vestíbulo de la primera planta, sobre la entrada principal del edificio. En otras estancias se localizan más retratos, alguno del dictador, e incluso cuadros pintados por él mismo, como un adorno floral que se exhibe en uno de los salones de la planta baja. «No creo que al Estado le interesen el Bertuchi o los Zuloagas» , opina Utrera-Molina, «son obras condenadas al ostracismo» por la temática que retratan.
Con motivo de la declaración como Bien de Interés Cultural del Pazo en 2008, los expertos que analizaron Meirás insistieron en que su valor artístico no radicaba en aquello que albergaba, sino en lo que representaba como lugar emblemático en el universo creativo de Emilia Pardo Bazán. Por ejemplo, en la capilla de Meirás –que refugia a los pétreos Isaac y Abraham, tallas del Maestro Mateo reclamadas infructuosamente por el Ayuntamiento de Santiago en los tribunales– se encuentra un «interesante retablo dedicado a San Francisco de Asís», según un informe del expediente. Xulia Santiso añade: «Los bordados de los reclinatorios son obra de doña Emilia , con nombres de filósofos del mundo clásico en petit point». ¿Valor artístico? Escaso. Simbólico, bastante más.
El catedrático de Derecho Civil de la USC Ángel Luis Rebolledo cree también que la sentencia sobre el Pazo no afecta a su contenido, pero abre una puerta respecto a la biblioteca. Cuando la nuera de Pardo Bazán vende Meirás a la Junta Pro Pazo en 1938 «hace mención expresa a que no vende la biblioteca, porque se la dona como regalo al caudillo, recogido así específicamente». Uno de los argumentos de la sentencia es que Meirás no se donó a Franco como persona física, sino al jefe del Estado y, por tanto, el inmueble formaría parte de Patrimonio Nacional. En todo caso, si se quisiera reclamar la biblioteca «sería otro litigio».
Dos de los integrantes de la comisión de expertos cuyo informe basó principalmente la demanda de la Abogacía del Estado, los catedráticos Luís Míguez Macho y José Manuel Busto Lago, coinciden en que en el debate interno «en ningún momento analizó el contenido que hay en el interior del Pazo» . «El Estado no sería poseedor de los bienes muebles», explica Busto Lago a ABC, «los cuadros serían bienes muebles», pero no así «la pila bautismal», y de hecho la existente en Meirás procede de la parroquia de Moraime, en Muxía, y sobre ella también hay una polémica acerca de cómo acabó en la residencia veraniega del dictador.
Los Franco, sin embargo, estaban dispuestos a entregar el contenido de Meirás al comprador que quisiera hacerse con el Pazo, cuando hace dos años lo pusieron a la venta por ocho millones de euros en un portal de viviendas de lujo de Santander gestionado por un amigo de Carmen Martínez-Bordíu. El escenario actual es otro bien distinto.
«Se saben muchas cosas de doña Emilia», pero adquirir toda su biblioteca «completaría» el estudio de su figura, insiste la conservadora. «Una biblioteca es la crónica secreta de un autor –abunda Freixanes–, la crónica sentimental que permite viajar por la historia y los distintos momentos creativos de la autora, sus gustos literarios e incluso sus amigos», porque muchos volúmenes están dedicados.
Como pequeñas hormiguitas, los técnicos de la RAG consiguieron que la fallecida Carmen Franco les abriera las bibliotecas e inventariaron los volúmenes que allí quedaban, sin ruido mediático, siempre tan molesto para los herederos del dictador. Fue el primer paso «para declarar BIC la biblioteca y que no se pierda ese patrimonio», insiste Víctor Freixanes. «Meirás no son solo las Torres y el recinto, es también la biblioteca, la memoria histórica de Pardo Bazán» , remata.
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