Justo cuando se cumplen cinco meses de la catástrofe de la dana, el establecimiento renuncia a su identidad en la calle que se ha convertido en lugar de peregrinaje, un pintoresco rincón por el que primero desfilaron periodistas y reporteros gráficos porque el presidente Carlos Mazón comió allí con la periodista Maribel Vilaplana mientras se inundaban decenas de municipios de la provincia por la riada.
La cosa no se paró ahí. De las conexiones de medios de comunicación por la polémica se ha pasado a un auténtico jubileo de quienes visitan la ciudad, por la morbosa curiosidad de ver de cerca el epicentro casual del debate político nacional. «El Pacto del Ventorro«, ha sido el neologismo despectivo salido de labios de Pedro Sánchez, tal vez la gota que ha colmado el vaso.
Quién no habrá pensado que una campaña de promoción de este calado no tiene precio para cualquier negocio, aunque no siempre tanta notoriedad gusta o ni siquiera resulta rentable. Al fin y al cabo, una de las bazas en el mercado selecto de El Ventorro -con permiso por nombrarle en estas líneas- radicaba precisamente en un ambiente reservado, de privacidad y ajeno a miradas indiscretas.
En cambio, si ahora hay tantos ojos puestos en la puerta, seguramente hay clientela potencial que opta por otras mesas y manteles más ajenas al ruido mediático y los pulsos entre el PP y el PSOE, con una causa judicial por medio que todavía generará cientos de noticias en los próximos meses difundidas en todos los canales informativos imaginables.
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