TRIBUNA ABIERTA
Actualidad del mundo de Valle Inclán, modernismo y devastación de la Primera Guerra Mundial
«El escritor del esperpento responde al desmoronamiento de un mundo argumentando en sus textos literarios críticos, no ideológicos, que no cabe otra: o estás con el sistema, o estás contra él»
Maruxa Duart
Valle Inclán (1886-1936), escritor, dramaturgo, poeta y novelista español, formará parte de la corriente literaria de El modernismo, que no puede entenderse sin la figura de Paul Verlaine o Rimbaud, (1844-1896), de París, pues su influencia fue directa sobre los poetas y ... prosistas modernistas españoles. En al ámbito hispano fue liderado por Rubén Darío, (Nicaragua, 1867-1916), quien, con buen olfato, barruntó la Primera Guerra Mundial, la que devastaría Europa y pondría fin a la «Belle Époque».
El mismo que se posicionó en sus artículos, abiertamente, con la causa española ante la crisis del 1898, tras sus últimas pérdidas de Ultramar, que no ocultaba el desdén que le inspira el imperialismo norteamericano. Hacia el final de sus días se sume en una profunda depresión, el amor y el alcohol le pasan factura, las traiciones de sus amigos le pesan, reza y escribe sobre la caducidad terrenal.
Unamuno escribe de Rubén Darío en algún momento: «Nadie como él nos tocó ciertas fibras». Azorín se mostró igualmente admirador de Rubén Darío. Modernistas franceses e hispanos: Verlaine, Víctor Hugo, Barbey d'Aurevilly o Rubén Darío ensalzan a España. París con sus cafés y alcohol disputa la hondura de Castilla. Antonio Machado, «el poeta de Castilla», canta cómo le conmueven, sus emociones ante los distintos paisajes de las regiones españolas al recorrerlas.
Valle Inclán, referente por su magnitud universal y atemporalidad, lo exponencial de su obra, su reflexión, crítica, la riqueza de su pensamiento, de ahí su actualidad, crece en una España inmersa en una sociedad tradicionalista impregnada de supersticiones. El matrimonio con Josefina Blanco Tejerina, actriz relevante en España y América, a quien conoce por la relación de la actriz con intelectuales como Rubén Darío, termina en divorcio. Clara Campoamor fue la abogada de Josefina en 1932.
Proyecta una España, la de principios del siglo XX, pobre, donde el poder amordaza la crítica y libertad de prensa. El escritor lanza una reflexión sobre las patrañas, traiciones y la rumorología e intriga que se desliza en los despachos de la Moncloa y la Zarzuela. Martillea la corrupción. La discusión entre dos de sus personajes principales, Filiberto y Dorio en 'Luces de Bohemia', viene a plasmar la crisis política, económica, social y cultural de la España de entonces. Algunas de las cuestiones que plantea el autor no nos resultan ajenas, ya que están vigentes hoy.
El escritor del esperpento responde al desmoronamiento de un mundo argumentando en sus textos literarios críticos, no ideológicos, que no cabe otra: o estás con el sistema o, estás contra él. En sus obras, la creencia en el más allá, en otra vida, hace a muchos acarrear, portear su vida por muy miserable que sea. Pobreza, deformidad, miserabilidad van con la doladera; el deseo de que el fin de las buenas obras serán recompensadas, así como las malas réprobas serán maldecidas e infelices en el infierno, es uno de sus sustentos.
La fe es considerada un bálsamo que conforma a los espíritus poco afortunados creyentes en el fundamento de la buenaventura y de la esperanza en su implícita recompensa, en el ánimo para seguir ante lo arduo, da luz, compasión, a aquellos que sienten, sufren, sobrellevan pobreza, llanto, mansedumbre, tienen hambre y sed de justicia, misericordia, pureza, a los que padecen persecución.
Muestra lo descarnado del mundo en sus personajes, lo descortés, apático, lo indolente o desabrido, el hueso donde roer las migajas los más desfavorecidos. La fuerza de los años, lo vivido, los días, hacen que acabe sus días alejado de su credo. Valle Inclán es un humanista, un tamiz, alguien que criba las almas de los otros y las hace suyas, de ahí el esperpento que bulle en su cabeza como a Goya en 'Los caprichos' y 'Desastres de la guerra' en la faceta más satírica y mordaz de Goya, donde Valle Inclán sigue a su precursor en lo grotesco, en la teatralización de la sordidez: en los fantoches de bares y esquinas retratados entre espejos cóncavos, en la atmósfera de callejeo o de lastimosas furcias o mujeres.
En 'Luces de Bohemia' increpa a un periodismo que califica «calvo y catarroso», en su defensa de lo políticamente correcto, del conformismo, de la obediencia ciega al poder y ausencia de la crítica. Al escritor le causa pesadumbre y malestar que el periodismo se encuentre al servicio del poder político. Desde esa certeza argumenta que el fundamento del periodismo ha de estar contra el poder, siempre.
La lectura de Valle-Inclán, como la de Quevedo o Larra, nos alecciona. En palabras de un personaje, Filiberto, se lee respecto a su amor a España: «Para ustedes en nuestra tierra no hay nada grande, nada digno de admiración. ¡Les compadezco! ¡Son ustedes bien desgraciados! ¡Ustedes no sienten la patria!».
Valle Inclán bebe y es parte de las tendencias europeas del momento. Glatigny Banville, Leconte de Lisle, el propio Gautier o Baudelaire con sus 'Flores del mal', además de Ménard, Heredia forman parte de esta corriente literaria. Romanticismo, parnasianismo o simbolismo ejercieron en el autor teatral mayormente conocido por el «esperpento», un influjo decisivo.
Todas las corrientes literarias se hallan conectadas de algún modo. Gautier (1811-1872), considerado fundador del parnasianismo y precursor del simbolismo, reivindica como Larra, la subjetividad y la crítica. El parnasianismo, antítesis del romanticismo, surge como reacción pesimista contra el subjetivismo y la espiritualidad romántica, de tradición idealista alemana e inglesa que dirige la mirada hacia adentro. El argumento es que la razón no palía la deshumanización, la realidad de que los niños, mujeres y otros, tuvieran una consideración inferior por la condición de su naturaleza. De ahí su oposición a Kant (1724- 1804) y a la razón predominante en la literatura anterior. Sin embargo, no todo son diferencias, el mundo, la oposición ficticia, entre lo real y lo ideal se halla presente en las dos corrientes, ambas coinciden parcialmente en el tiempo (1800 a 1850) y no se contraponen en su crítica social. El romanticismo será después un referente del surrealismo ya en el S. XX, que culminará con la insumisión del arte.
Valle Inclán conecta igualmente con la generación del 98. Los del 98 toman el nombre de la pérdida de las últimas provincias de Ultramar, Puerto Rico, Cuba y las Filipinas. Reflejan el pesimismo de todo ello realizando una profunda crítica de la situación de España. Modernismo y Generación del 98 suele usarse para designar el movimiento de renovación literaria acontecido en América y España en los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX. No rompen con la generación inmediatamente anterior a la suya, al igual que ninguna lo hace del todo. Las etiquetas preceptivas establecen incómodos límites generales que someten al común. de un nombre común: raza blanca o negra, sexo, país, credo.
El propio realismo (1840-1920) movimiento del que fueron precursores Valera, Pereda, Palacio Valdés o Galdós, como las novelas de Cervantes o la picaresca del siglo XVI. O el realismo de Madame Bovary de Flaubert, exhiben la corrupción y la hipocresía de la sociedad. Los literatos realistas observan los aspectos cotidianos que brindan la vida de su época, la mirada crítica y reflexiva, la de Sthendal. Al realismo lo desbancará el naturalismo y el simbolismo, aunque no del todo, en realidad es su referente, la pincelada que retrata personajes y entorno, la que evidencia la dura vida y penalidades de las gentes. De hecho, el naturalismo influirá en Galdós, Pardo Bazán, Clarín, P. Coloma o Palacio Valdés. En cuanto al simbolismo (1885 y 1905), tanto Mallarmé o Paul Verlaine muestran rechazo al realismo y naturalismo de donde maman.
Las revoluciones, algaradas o rebeliones desafiantes, conocidas como los levantamientos de 1848, se extendieron en Europa por el Imperio austríaco, Estados de los Habsburgo, Reino de Hungría, países rumanos o en Polonia a causa de las dificultades económicas, el descontento político, los sentimientos nacionalistas, o el triunfo de las ideas liberales en Europa y el ámbito hispánico. Los primeros años de la década de los 80 del siglo XIX tienen lugar una serie de revoluciones, de guerras, que van a dejar huella en los escritores del modernismo.
La desilusión, tras la devastación de la Primera Guerra Mundial, y la Revolución Rusa en los primeros años de la década de los 80 del siglo XIX tiene que ver con el nacimiento del modernismo y el ánimo de los intelectuales. Lo mismo ocurrió con la pérdida de las provincias españolas en territorios americanos que pasaron a ser dependencias coloniales de EE.UU, se posó en sus mentes. La desilusión, tras la devastación de la Primera Guerra Mundial, y la Revolución Rusa en los primeros años de la década de los 80 del siglo XIX tiene que ver con el nacimiento del modernismo.
La revolución industrial trajo largas horas de trabajo muy duras, escasez de alimentos, hacinamiento, una mayor insalubridad y peligrosidad de los lugares de trabajo, condiciones sanitarias y delincuencia en unas ciudades que crecían rápidamente.
En la década de 1880 el marxismo se hizo popular en Rusia por su apoyo en las reivindicaciones y protestas de los campesinos y los trabajadores de las fábricas. En 1901, hubo una hambruna generalizada. Los salarios eran ínfimos, el descontento grande y generalizado. Los comunistas prometen una Rusia industrializada y su desarrollo económico y social. Hacia 1904 el partido Unión de Liberación, ante, exige al zar una monarquía constitucional a la vez que promete el voto universal. Rusia es entonces uno de los países más empobrecidos de Europa. El zar continúa con la política de su predecesor en la ampliación de fronteras y territorios. Se envía a disidentes políticos que reivindicaban libertades políticas o religiosas, a minorías étnicas, a los campos de trabajo. Con todo ello la Revolución de Octubre, de 1905 está servida. Uno de los motivos que la desencadenó fue la guerra ruso-japonesa por un territorio, Manchuria, en disputa entre Rusia y Japón desde hacía tiempo. A pesar del estado de debilidad, hambruna y pobreza de las ciudades en que se encontraba Rusia en aquel momento, el zar se negó a negociar con Japón. Perdió la guerra y hubo de otorgar a Japón Manchuria del sur y Corea en 1905.
Humillación, derrota y la pérdida de un ingente número de soldados a manos de una potencia mucho menor, Japón, agravaron el descontento de la población. El hecho determinante ocurrió con la masacre del «Domingo sangriento». Un grupo encabezado por el sacerdote Georgy Gapon se presentó en el Palacio de Invierno para exponer al zar la desafortunada situación en la que se encontraban los rusos. En ese momento no estaba en sus cabezas derrocar al zar, únicamente pretendían mejoras de trabajo y vida. Pero, el zar débil y debilitado por la pérdida en Manchuria, la aparición del partido liberal, la exigencia de permitir un régimen flexible encaminado hacia un sistema democrático, y la aparición del comunismo, se sintió acorralado.
El miedo y la ignorancia tuvieron que ver con la falta de escucha y la orden al Ejército Imperial de disparar a sus ciudadanos. A esto siguieron protestas contra el zar y su inflexibilidad, se recrudecieron los ánimos, cundió un hondo malestar sumado a los efectos de la posguerra con Japón, inflación, salarios, sobreexplotación, etc. El resultado fue que desgraciadamente el pueblo ruso pasó de la autocracia zarina a la autocracia comunista.
Maruxa Duart Herrero es escritora y doctora en Geografía e Historia.
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