La segunda batalla del Ebro

Tras la victoria del mantenimiento de la escultura en el referéndum, las opiniones de partidarios y detractores, especialmente estos últimos, se han ido sucediendo. Los comentarios de gente que hablan de vergüenza o indignación sobre el resultado han sido constantes, hasta el punto de que el alcalde convergente de Tortosa, Ferran Bel, ha tenido que suplicar que «hay que respetar más nuestras diversidades, no se ha de excluir a nadie, sino incluir a todo el mundo».

Lo cierto es que, independientemente de lo que quisieran hacer con el monumento, los vecinos de la zona se sienten ninguneados y perjudicados por lo que ellos consideran el centralismo de Barcelona. La oleada de críticas ha hecho despertar una vez más el sentimiento «ebrenc», difícil de entender si no se pisa la zona y que el pasado domingo, por cierto, tuvo una buena representación en la manifestación convocada en Barcelona contra el último Plan Hidrológico del Ebro. Hartos de que desde fuera se entrometan en sus correbous, su agua, sus infraestructuras o sus centrales nucleares, los municipios de la zona han empezado de repente un goteo de iniciativas para decidir sobre su simbología franquista.

Uno de los pasos que más ha avanzado desde que se celebrara la consulta de Tortosa ha sido la reinterpretaciónen el Coll del Moro, en Gandesa. El Ayuntamiento inició una campaña para exigir que se elimine el monolito franquista, ubicado estratégicamente en un punto desde el que Franco controló la famosa batalla del Ebro. La Diputación de Tarragona, propietaria de los terrenos, anunció justo el pasado viernes que lo retirará y que además cederá el espacio al Ayuntamiento.

Otro municipio de la zona, Vilalba i els Arcs, ha arrancado los pasos para emular a Tortosa y decidir de manera ciudadana en las urnas por el futuro del monolito de la plaza Mayor , que todavía mantiene una inscripción franquista. Además, en Amposta se ha iniciado la retirada de las las últimas placas del nomenclátor franquista que existían en la ciudad. El cartel en cuestión, que hacía referencia a la avenida Generalísimo Franco, estaba ubicada en el número 28 de la actual avenida de la Ràpita.

La polémica en las Terres de l’Ebre se ha fijado en los recuerdos más tangibles del pasado, pero también en las distinciones menos visibles, y especialmente el hecho de que Francisco Franco todavía fuera alcalde «honorario y perpetuo» en muchos municipios . De hecho, este nombramiento llegó de forma unánime el 31 de marzo de 1964, cuando el gobernador civil de Tarragona instó a las poblaciones de la provincia a darle este título.

Ahora, con la salida a la luz de esta distinción que muchos desconocían, los Ayuntamientos han arrancado un batallón de iniciativas para cambiarla. Tortosa, por ejemplo, lo hizo a raíz de la consulta popular y los plenos de mayo de ayuntamientos como Santa Bàrbara, L’Ametlla de Mar o Mora d’Ebre o Ginestar también han impulsado la retirada. En otro municipio de la zona, Alcanar, ERC ha presentado una moción para dar el mismo paso.

«Es una acción de justicia y dignidad para todas las víctimas», defendían desde Ginestar. Otro alcalde, Jordi Gaseni de L’Ametlla, puntualizaba recientemente que «más vale tarde que nunca». En otros municipios no será una decisión unilateral: los vecinos decidirán y, como reiteró Ferran Bel, alcalde de Tortosa, pase lo que pase «habrá que respetar la diversidad». Ysobre todo, el sentir y el orgullo de las Terres de l’Ebre.