Una comisión miserable
DE PROPIO
LA primera conclusión de de la comisión parlamentaria sobre el fuego de Horta de Sant Joan es que los agentes forestales disponen de unos uniformes con toda clase insignias, escudos y mandangas, hasta el punto de que parecen los guardias de Yellowstone o ... una agrupación supremacista del sur profundo de los Estados Unidos. Para ser unos perfectos desconocidos, van hechos unos sargentos de los rangers de Texas cuya misión es la de salvar al conseller Baltasar. El jefe de la cosa fue uno de los primeros en pasar por la comisión y cumplió a la perfección su papel, el de decir que la culpa de atribuir el pavoroso incendio a un rayo fue suya. No aclaró a qué se debió el arrebato imaginativo, ni cuáles fueron las razones de situar el incendio fuera del foco original, ni a qué se debió que la tesis del rayo se mantuviera durante semanas, pese a que los informes meteorológicos descartaran la actividad eléctrica sobre la zona en las fechas del fuego y un larguísimo etcétera. La misión del «general» -llevaba tres pinos, tres, sobre la pechera- era la de exculpar a Baltasar y a eso se dedicó con ahinco. Seguro que le espera un ascenso. Ya se debe ver como mariscal de grandes extensiones forestales o tal vez asesor de Medio Ambiente. ¿Quién sabe?
Si ese va a ser el tono del asunto, el espectáculo promete dosis de bochorno que las familias de los muertos no se merecen, pero en la tradición democrática hispánica, y Cataluña no es una excepción, las comisiones parlamentarias son una ciénaga que sólo sirve para demostrar la catadura (o caradura) moral del gobierno y la oposición.
Para empezar, nos encontramos con una comisión porque el escándalo sólo afecta a uno de los socios del tripartito, lo que favorece las expectativas de todos los demás partidos y explica fehacientemente las razones por las que el caso Pretoria no ha pasado por el trance de una comisión de estas características.
Para continuar, el hecho de que haya una investigación judicial en curso no debería perjudicar la utilidad de las comparecencias, que no deberían incluir fantochadas como la protagonizada por el agente forestal, sino las de asesores nombrados a dedo por Saura y Baltasar, las de los responsables políticos de una tragedia que se intentó ocultar a la ciudadanía, sobre la que se intentó echar tierra y sobre la que Iniciativa per Catalunya-Els Verds -o sea, los ecologistas- no querían ni oir, ni hablar, en una demostración obscena y miserable de su sentido de la democracia, de la política, de la gestión y del servicio público.
Retratados como han quedado, no hacía falta que obligaran a nadie a humillarse. No hacía falta que se parapetaran detrás de los uniformes de nadie. No hacía falta que amenazaran.
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