SPECTATOR IN BARCINO
Malversar (la memoria)
Layetana, 43 ya era comisaría con la República: entre sus torturadores, los hermanos Badia
Barcelona
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEn los actos sociales a los que asisto ya no veo un solo lazo en las solapas de personas que no ha mucho lo ostentaban con el talante 'fachendoso' del aquí estoy yo. No era la suya una actitud valerosa: la justificaba un régimen clientelar ... donde los favores se pagan con adicción bovina a la causa del 'establishment' nacionalista.
Advertíamos que, tras el fiasco del 'procés', se impondría la divisa planiana del «pase y disimule». Cuando me encuentro con los, al menos aparentes exlacistas –la procesión va por dentro–, parece como si aquí no hubiera pasado nada.
Con la reforma judicial a la carta que perpetra el gobierno Sánchez, la rebaja de los delitos de sedición y malversación impondrá el «fuese y no hubo nada»: la memoria a corto plazo –esto es, el presente– quedará abolida en el BOE.
-
La diplomacia del espíritu
Sergi Doria -
La prisa por olvidar todo lo que atañe al golpe separatista y a su trama política, funcionarial y civil contrasta con la obsesión por recordar episodios de hace casi un siglo. Incapaz de proporcionar respuestas solventes a los problemas de hogaño –que no son pocos– la izquierda gobernante y el independentismo renqueante sacan a pasear a Franco, reconvertido en la llamada comodín a la que los participantes en aquel concurso de Carlos Sobera recurrían cuando no sabían responder a la pregunta.
A falta de mejores argumentos para justificar su existencia, la asociación Òmnium Cultural, fundada en 1961 por catalanes del bando nacional con el 'fascista' Cendrós a la cabeza, se ha apuntado a la «memoria histórica» hoy reconvertida en «memoria democrática» que patrocina la izquierda estatal.
Con la secesión, a diferencia de la radical ANC de Dolors Feliu, relegada para el famoso 'momentum' de Quim Torra; con Esquerra reencarnándose en la nueva Convergència, a las huestes de Xavier Antich solo les queda lloriquear por la supuesta muerte del catalán –que el nacionalismo convirtió, por imposición oficialista, en lengua antipática– y evocar los desmanes de la dictadura franquista con la que tantos catalanes colaboraron y se enriquecieron.
Como «contra Franco vivíamos mejor» Antich y un centenar de 'patriotas' sobrados de tiempo libre se plantaron ante la Jefatura Superior de la Policía Nacional «para denunciar las torturas durante el franquismo y exigir su resignificación como espacio de memoria».
Lo de las torturas es cierto y lo certifican quienes padecieron a la Social y al comisario Creix; lo del «espacio de memoria» es muy discutible.
Si Nietzsche interpelaba acerca de cuánta verdad somos capaces de soportar, nosotros preguntaríamos a estos tramposos albaceas de una supuesta 'dignidad' democrática cuánta memoria son capaces de recordar. Porque Layetana, 43 ya era comisaría con la República: entre sus torturadores, los hermanos Badia especializados en obreros de la CNT; o el policía Pedro Polo Borreguero, mano derecha de Miquel Badia al servicio de la Generalitat que en el franquismo siguió ejerciendo de represor. No, esa memoria no conviene; como tampoco conviene recrear la siniestra etapa del castillo de Montjuïc en manos republicanas durante la Guerra Civil.
Si la malversación económica es, según la RAE, «apropiarse o destinar los caudales públicos a un uso ajeno a su función», que es lo que hicieron los secesionistas en su ominosa década, manosear la historia de todos para justificar la estrategia política de una parte sería «malversar» la memoria.
El 3 de julio de 2006 Jordi Pujol aludía a eso en el artículo 'Ahí están todos' que publicó 'La Vanguardia'. Contaba que había estado en el leridano monasterio de Bellpuig de Les Avellanes. Había una fosa con tres niveles de muertos. En la capa más profunda, las personas –sacerdotes, propietarios, gente de orden– asesinados en el verano revolucionario de 1936; en el segundo nivel, soldados del ejército republicano caídos en los combates de 1938 (el monasterio devino en hospital de campaña); y en la capa más superficial, las víctimas de la represión franquista a partir de 1939.
Quizá no era exactamente así, advertía Pujol, «pero en muchos cementerios de Cataluña –empezando por el de Lérida y terminando por el de Montjuïc–, y esparcidos por el conjunto de nuestros campos y bosques, están o han estado todos».
La reconciliación pasó por encima del recuerdo de muchas de esas víctimas, reconocía el expresidente y tal vez era necesario romper el silencio que la Transición requería: «Pero de ninguna forma podía hacerse para sacar provecho político, para revestirse con una capa de superioridad moral y para presentar una imagen parcial de lo que sucedió… En Cataluña todos fuimos verdugos y todos fuimos mártires. Como sociedad y, a menudo, en una misma familia».
En eso están nuestros politicastros: sembrando cizaña con su memoria 'ad hoc' para camuflar su incompetencia ante los retos del aquí y ahora.
«Mientras olvidar no hace política del pasado, recordar no hace justicia al presente» (David Rieff, 'Elogio del olvido'). Sabias palabras.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete