Artes&Letras / Libros
Paisajes escritos al óleo
Carralero ilustra con sus cuadros una cuidada edición de «Campos de Castilla», de Antonio Machado, publicada por Reino de Cordelia
C. Monje
Los versos de Machado hicieron más llevadero el encierro del pasado año a José Carralero gracias a un encargo de la editorial Reino de Cordelia . La idea era realizar una edición ilustrada de Campos de Castilla con paisajes del pintor berciano, que buscó ... en su extenso catálogo «aquellas obras que pudiesen tener musicalidad relacionable en situaciones, emociones y posibles lugares afines a los cantados por el poeta». No le resultó difícil encontrar vínculos. «Hallé que muchas de mis pinturas están también inspiradas en la Castilla del pan, así como en la Cazorla del olivar y su Sierra», señala el pintor en una nota al final del libro.
Treinta y dos óleos van de la mano de los versos de Machado en una cuidada edición que ha corrido a cargo de Luis Alberto de Cuenca, quien se refiere en el prólogo a Carralero como «nuestro príncipe de paisajistas». Los «Campos de Castilla» ahora reeditados recogen la cuarta versión de las Poesías completas de Machado en Espasa-Calpe, de 1936.
Los cuadros están fechados entre 1968 y 2020. Al último año pertenecen «Duero, curva de ballesta», que da el pie al poema «A orillas del Duero», y «San Saturio», que fueron pintados ya pensando en la edición, además de «Cardos», un óleo iniciado hace años y que Carralero terminó para los versos de «La tierra de Alvargonzález»: «cardos, lampazos y abrojos / avena loca y cizaña / llenan la tierra maldita / tenaz a pico y a escarda».
«Me puse a releer a Machado y me venían a la cabeza cuadros míos. Sus poemas son su diario existencial, porque normalmente anota la fecha y el lugar en cada poema, y con mis cuadros me pasa lo mismo, me recuerdan al momento y a la situación en que los pinté y las inquietudes que podía tener, que de alguna manera se reflejan. Veía cierto paralelismo anímico y geográfico, salvando las distancias respecto a ese genio que fue Machado», dice el pintor, que, como el poeta, se ha detenido una y otra vez en los paisajes castellanos, aunque en su caso su Bierzo natal siempre ha sido un espacio dominante.
Al fin y al cabo, igual que la poesía, «la pintura tiene que ser algo más que la mera objetividad de abrir los ojos. Es también metáfora, la buena pintura tiene que tener cierta metáfora sea o no realista», añade el premio Castilla y León de las Artes.
Todavía hoy, José Carralero se sorprende de alguna feliz coincidencia y cita como ejemplo de esos cuadros que le van como anillo al dedo a los poemas «Tierras rosas», un óleo de 1992 reproducido al lado de los versos de «Caminos», que evocan una «tarde piadosa, cárdena y violeta».
La que ha sido la primera experiencia de Carralero como ilustrador de una obra literaria supone un repaso a buena parte de su trayectoria. Ahí están sus característicos paisajes, desde el monasterio de Carracedo y otros escenarios del Bierzo hasta Cazorla; pequeños cuadros y grandes formatos, como la vista de dos por cuatro metros de Urueña que cuelga en la sede de las Cortes de Castilla y León y que con otras obras, como «Loma castellana», «Alcores castellanos», «Tordesillas» o el segoviano «Monte de Fuentidueña», recorren las tierras castellanas cantadas por Machado.
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