Artes & Letras / Hijos del Olvido
Fray Tomás de Berlanga: del Duero a las Galápagos
El dominico soriano fue prior en La Española, provincial en América y obispo de «Castilla de Oro de Tierra Firme», actual Panamá
Detalle de la ilustración de J.M. Nieto de Fray Tomás de Berlanga
El confín más occidental de la provincia soriana se halla cargado de razones para visitarlo: sus bodegas y valiosos viñedos prefiloxéricos, la imponente fortaleza califal de Gormaz, el Cañón del Río Lobos, El Burgo de Osma, San Esteban de Gormaz o Berlanga de Duero. Esta ... última localidad atesora un atractivo añadido que, por sí solo, ya justificaría el viaje: seguir las huellas del que probablemente sea el soriano más universal, un personaje único y fascinante.
Tomás Martínez y Gómez, que pasaría a la historia como Fray Tomás de Berlanga, paseó con orgullo por medio mundo el nombre de su tierra. Nacido en una familia de humildes labriegos, pronto sorprendió por su inteligencia y viveza. Estudió en El Burgo de Osma y en el salmantino convento de San Esteban, donde tomó los hábitos de la Orden de Santo Domingo. Comenzaba así su vertiginosa carrera una de las figuras más destacadas de la conquista de América. Conscientes de sus capacidades, tanto su poderosa Orden como la Corona pusieron sus ojos en él. Su cursus honorum resulta apabullante: prior en la Isla de La Española, viceprovincial y provincial de su Orden en América u obispo de «Castilla del Oro de Tierra Firme», actual Panamá.
El emperador Carlos I recurrió a él en varias ocasiones. Por la confianza que le tenía y sus dotes diplomáticas, le encomendó la delicada misión de mediar en las sangrientas disputas entre Pizarro y Almagro como árbitro imperial y delimitar sus territorios. Navegaba para cumplir este cometido, cuando protagonizaría otro de los hechos que lo han inmortalizado. Una prolongada calma chicha le hizo arribar a unas desconocidas islas. Así le describía al monarca lo que halló: «lobos marinos, e tortugas e galápagos tan grandes, que llevaba cada uno un ombre encima, e muchas higuanas que son como sierpes». Acababa de descubrir y bautizar las islas Galápagos. Hoy, lo primero que encuentran los viajeros al desembarcar en Puerto Ayora, su ciudad más populosa, es la calle Tomás de Berlanga, e igual nombre recibe una de las parroquias de la vecina isla de La Isabela.
Además, el actual Ecuador está en deuda con el soriano. Los orígenes de esta nación hermana se hallan en otra de sus cartas al emperador. Le aconsejaba la creación de una nueva provincia al norte del Perú y así surgió la Gobernación de Quito, precedente del país. Los ecuatorianos no lo han olvidado y la gran avenida quiteña que conduce a su monumental plaza de toros, una de las mayores del mundo, lleva su nombre.
Demostró sus valores y la gallardía para sostenerlos cuando fue nombrado por la Corona protector de indios y se convirtió en uno de sus primeros defensores, lo que le granjeó no pocos enemigos y contratiempos. Fue Berlanga quien impuso el hábito de su Orden a Bartolomé de Las Casas. En una época en que el derecho de conquista lo justificaba todo, estos dominicos, tras hitos trascendentales como la Junta de Valladolid o las doctrinas del burgalés Francisco de Vitoria, padre del moderno Derecho Internacional, impulsaron la aprobación de las Leyes Nuevas. Se prohibió la esclavitud de los indios, considerados vasallos del rey, ahora puestos bajo la protección directa de la Corona. Contrasta esto con la situación de los indígenas en la América anglosajona, incluso en épocas tan recientes como las postrimerías del siglo XIX.
Nombrado protector de indios por la Corona, se convirtió en uno de sus primeros defensores, lo que le granjeó enemigos
Los extraordinarios conocimientos del berlangués lo convirtieron en un adelantado a su tiempo, un visionario. Le propuso al emperador la creación de un paso que cambiaría las comunicaciones globales, de forma que «vuestra majestad será señor de un tan gran mundo como el que en esta Mar del Sur se descubre, e espera se descubrirá». Y remarcaba: «este paso imagino yo que es la cumbre del mundo». La genial mente del soriano acababa de concebir el Canal de Panamá cuatro siglos antes de su inauguración.
Siempre pervivieron en Fray Tomás sus orígenes labriegos. Llevó consigo varias familias de agricultores españoles y revolucionó la agricultura en América, donde introdujo el plátano canario y otros cultivos peninsulares. Fue el primero en cultivar de forma intensiva el tomate y pudo haber sido su introductor en Europa.Exhausto y enfermo por la titánica labor realizada, este forjador de imperios volvió a España en 1543 con riquezas e influencia. Pudo haber ido a la Corte, pero decidió dirigirse a su añorada Berlanga, donde se dedicó a diversas obras pías hasta su muerte. Sus restos reposan en su Colegiata; le escolta, fiel y amenazante, el gran caimán que lo acompañó en su viaje de vuelta.
Pocas biografías han dejado una huella tan considerable en la posteridad. Sin duda, todo un espejo en el que mirarse para saber de lo que son capaces los hijos de esta tierra.
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