Mocejón, un año después del crimen de Mateo: dolor, silencio y recuerdo en este municipio de Toledo
Doce meses después del crimen que sacudió Mocejón (Toledo), el duelo permanece en la intimidad de su familia, un dolor que no conoce tregua y continúa en la memoria de los vecinos
Mateo, el niño asesinado en Mocejón: «Era la alegría de la clase»
Javier Guayerbas
Toledo
Es una mañana más de agosto en Mocejón. En la calle Ortega y Gasset, una de las vías principales que atraviesa el municipio, varias furgonetas de venta ambulante son el epicentro de los corrillos vecinales, la conversación no es otra que la ola de calor ... y los más de 40 grados que marcan los termómetros de los coches. Y en su memoria un aniversario: el del asesinato de Mateo.
Este 18 de agosto se cumple un año de aquel domingo trágico. Era una mañana más de verano en Mocejón, truncada cuando los amigos de Mateo, sin dar crédito, corrieron en busca de auxilio al ver como un individuo con la cara cubierta con un pañuelo arrebata la vida a este pequeño de 11 años que se encontraba como cada día jugando al fútbol en las instalaciones deportivas 'Ángel Tardío', a las afueras del municipio.
«Fueron unos días muy difíciles, este es un pueblo muy tranquilo, nunca piensas que lo que ves en la tele pueda pasar aquí», comenta una de las vecinas. «Tengo un hijo de esa edad, imagínate lo que es ahora pensar que está fuera con los amigos y que puede no volver», indica aún consternada con un crimen que ha marcado de por vida a dos familias: a la de Mateo y a la de su presunto asesino, detenido un día después en el chalet adosado en el que vivía con su padre como cada verano, pasando los días de vacaciones en el pueblo paterno.
En esta casa, a escasos 20 metros del cementerio municipal, las ventanas y las puertas están cerradas a cal y canto. La reja blanca del porche está entreabierta. El padre del presunto homicida vive en esta casa unifamiliar, pero nadie responde al telefonillo. Un vecino pregunta: «¿A quién buscáis?», y respondemos: «A Fernando». La respuesta: «Seguro que ha salido». Hace vida en el pueblo, incluso tuvo aspiraciones políticas, aunque desde aquel 18 de agosto nada ha vuelto a ser como antes. Es el padre de un asesino confeso.
La familia de Mateo lleva el duelo en la más estricta intimidad. El dolor por la pérdida de un hijo de aquella manera tan cruel no sana en 12 meses. «Son muy discretos, quieren pasar página en la intimidad», señala una vecina a ABC en una de las panaderías del municipio, mientras que otra reafirma lo que todos comparten: «Fue una desgracia, una familia ya rota de por vida porque un chaval con problemas la tomó con el pequeño sin ningún motivo, ninguno, porque él estaba como cada día jugando al fútbol con los amigos, sin más historia, disfrutando del verano y mira, quién le iba a decir que ese sería su último día. No hay consuelo para la familia».
Mocejón no despierta de la pesadilla: «Sabíamos que cometería una estupidez»
Javier Palomo | DESDE MOCEJÓN (TOLEDO)La mañana transcurre con normalidad. En Mocejón se respira calma. En el paseo de Los Molinos, donde ocurrió la desgracia, el trasiego de niños y adolescentes hacia la piscina municipal es constante. En la zona deportiva las pistas de juego están cerradas con cadenas y candados. Nadie juega al fútbol o al baloncesto, tampoco al frontón o al pádel. El silencio del paseo roto por el canto de las chicharras contrasta con el bullicio de la piscina. Preguntamos aquí por aquel 18 de agosto. «Mejor no recordarlo, fue muy duro, muy duro», explica una madre que acaba de dejar a su hija en las actividades del campamento urbano municipal.
Otra de ellas aún hoy se emociona al recordar los hechos. «Fue una desgracia, le podía haber pasado a cualquiera de nuestros niños, no hay derecho a que un desalmado, a que un ser sin corazón, hiciese lo que hizo, acabar con la vida de un pobre inocente».
Se refiere al asesino confeso, Juan, que llegó a reconocer el crimen en un momento determinado de la investigación. Tras cometer la barbarie huyó corriendo para atravesar la alambrada que perimetra la zona deportiva. El agujero por el que posiblemente escapó sigue abierto, como la herida que causó a una familia y a un pueblo que lo recuerda cada día: «Campeón nunca te olvidaremos».
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