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Una ingeniera que rompe mitos

La Real Academia de Ingeniería ha premiado a la profesora de la UCLM Gemma Herranz por sus méritos y su labor investigadora en este complicado campo científico, en el que la figura del hombre ha predominado hasta ahora

Gemma Herranz
Manuel Moreno

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De lunes a viernes, el despertador suena muy temprano en la casa de Gemma Herranz Sánchez-Cosgalla (Madrid, 1977) en Carrión de Calatrava (Ciudad Real). Casada con un auditor de calidad cordobés, son padres de dos hijas, de 6 y 4 años; unas niñas tan rubias, como los padres, que los auxiliares de vuelo les hablan en alemán en los aviones creyendo que son germanas, aunque las pequeñas son malagueñas de nacimiento.

Con Google candelar, una agenda y almanaque electrónico desarrollado por la compañía estadounidense, Gemma y su pareja, Fran, se sincronizan para que uno de los dos esté disponible por si sus retoños les necesitan en cualquier momento del día. «Mi marido es un apoyo imprescindible, fundamental, y creo que parte del éxito de que yo pueda sacar adelante mi grupo de investigación y las cosas que hago. Él entiende lo muchísimo que me gusta esto y me apoya al cien por cien. Aunque es auditor de calidad, ¡conoce mi tecnología mejor que cualquiera de mis colaboradores!», bromea Gemma, quien se siente muy afortunada de trabajar en la universidad, ya que le permite flexibilizar sus horarios.

En el despacho

A sus 40 años recién cumplidos (el 28 de septiembre), esta mujer jovial es profesora de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) en el campus de Ciudad Real. Doctora en Ciencia e Ingeniería de Materiales, además de licenciada en Ciencias Químicas, desde marzo de 2015 es titular de la plaza, después de nueve años trabajando para la UCLM con diferentes contratos, primero como ayudante doctor y luego como contratado doctor. «Entre 2004 y 2008, iba y venía desde Madrid pagándome el AVE, con lo que apenas me llegaba para vivir. En 2008, cuando obtuve la plaza como contratado doctor, me quedé a vivir en Ciudad Real, y hasta ahora. Aposté por conocer una escuela nueva, donde había cosas por hacer, y me fue bien», resume la profesora, quien llegó a la UCLM en septiembre de 2004, nada más obtener su doctorado.

Gemma trabaja a diez minutos de su casa en coche. Es tan metódica como Juan López de Peñalver , un ingeniero, científico y economista malagueño ya fallecido, quien destacó por tratar con criterio matemático todos los temas de su interés. «Sin una metodología ordenada y precisa, creo que es imponible abordar seriamente el campo de la investigación. Es imprescindible esa metodología repetitiva, consciente, comprobando tus errores, volviendo a revisar... Es una de las cosas clave de un investigador: ser muy, muy metódico».

Gemma Herranz recoge la medalla de manos del director de la RAI, Elías Fereres

En su despacho de la escuela resplandece, precisamente, la medalla «Juan López de Peñalver» que la Real Academia de Ingeniería (RAI) le entregó el 21 de noviembre; una presea que la institución concede a jóvenes investigadores por sus méritos, trayectoria y contribución a la ingeniería. «Soy mujer, investigadora y madre; quiero hacer las tres cosas y he peleado mucho por conseguirlo», afirma con orgullo. «Fue el enfoque que di en mi presentación. He roto los mitos en el mundo ingenieril, que ha sido muy masculino hasta ahora . Y tenemos que seguir demostrando que las mujeres también tenemos mucho que decir en este campo. El jurado de los premios no me lo argumentó así, pero yo sí lo he vivido como un cierto éxito en esa dirección», confiesa.

Presentó su candidatura sobre la campana, en junio. No podía dejar pasar ese tren, porque la RAI concede esos galardones a investigadores menores de 40 años, una frontera que la doctora ya alcanzó en septiembre.

«Las mujeres tenemos mucho que decir en el mundo ingenieril»

Gemma ha sido premiada, oficialmente, por las aportaciones que ha hecho en una tecnología de investigación avanzada, concretamente por «su contribución al modelo de inyección de polvos metálicos y cerámicas en el campo de la ingeniera de materiales». Dicho así, de una manera tan fría, pues uno se queda igual que estaba. «Es un procesado de piezas avanzado muy específico, especial. Muy poca gente trabaja esa tecnología en España», intenta aclararlo.

Uno sigue con los ojos como platos. Afortunadamente, nos vamos entendiendo cuando Gemma habla de los usos variadísimos de sus investigaciones. «Esta tecnología permite obtener piezas de geometría muy compleja y de pequeño tamaño en metal o en cerámica, que se aplican en la industria de la automoción, los biomateriales, los instrumentos quirúrgicos afilados, la electrónica, las últimas carcasas de teléfonos iPhone y en sus cargadores, y en esos relojes de cerámica tan llamativos, preciosos y brillantes que tienen un precio desorbitado. Si esas piececitas con formas muy intrincadas y complejas tuvieran que mecanizarse, serían muy costosas».

Esta tecnología, que comenzó a utilizarse en Estados Unidos a partir de la década de los 90, se extendió por Europa después del cambio de siglo. Pero la investigación en esta parte del mundo avanzaba como Chiquito de la Calzada, dos pasos adelante y uno atrás. Gemma, avispada, vio una puerta abierta: su tesis doctoral fue la primera en España centrada en el moldeo por inyección de metales, lo que se conoce como tecnología MIM (del inglés Metal Injection Moulding ). La Universidad Carlos IIIde Madrid apostó por esa técnica y financió la tesis doctoral, lo que permitió a Gemma abrir la investigación que está continuando en su escuela.

El equipo de investigación que Gemma lidera en el campus de Ciudad Real ha costado un enorme esfuerzo crearlo, aunque está muy contenta porque «ya se ha puesto una semilla». Sus líneas de investigación están relacionadas con las tecnologías de procesado de polvos, tecnología pulvimetalúrgica y, en particular, con el procesado mediante técnicas avanzadas, como el Moldeo por Inyección de Polvos (PIM, sus siglas en inglés, que corresponden a Powder Injection Moulding ).

Colaboran, sobre todo, con empresas de fuera de Castilla-La Mancha, aunque no dejan de mirar en la región para aplicar la tecnología. Ya saben de sus investigaciones en el Centro Nacional del Hidrógeno, que está en Puertollano, o en el Centro Tecnológico del Metal de Castilla-La Mancha, en Tomelloso. Y en algunos centros europeos también conocen a Gemma y a su equipo por sus nombres y apellidos.

La investigación engancha

Pero que la tecnología que desvela a Gemma sea casi inexistente en Castilla-La Mancha, no le preocupa. «Es normal, porque el sector industrial en la región es reducido y es complicado que, con el tiempo que esta tecnología lleva implantada, se haya producido el crecimiento de alguna empresa», tranquiliza. Por ello, para la profesora es «significativo» que en la comunidad autónoma haya un equipo de investigación cuyos avances tengan repercusión a escala nacional y europea.

Pero, ¿por qué Gemma Herranz sigue dando clases en la universidad y no está en la empresa privada? A ella no le mueve el dinero. «Me ha atrapado esta mezcla de investigación y docencia. Digamos que yo trabajo en el límite de lo que aún está por conocerse. En las empresas, a las que transferimos gran parte de nuestro conocimiento, se aplica lo que sobradamente se sabe que va dar beneficio. Entonces, el hecho de estar en la otra parte, en la que se necesitan dos, tres o cuatro años de investigación para transferirlo a la industrial, es un reto mucho más atractivo para mí y para todo aquel que se dedica a esta rama de la ciencia. Me ha enganchado de tal manera...». Ya lo dijo Buda: «Tu trabajo es descubrir tu trabajo, y después entregarte a él con todo tu corazón».

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