Soy cordobita
La verde sierra cordobesa
Hay que ser consciente de lo que aporta, de las necesidades de cuidarla
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Iniciar sesiónTenemos en Córdoba la gran suerte de poder disfrutar de dos estampas muy diferentes . Por un lado, la campiña, zona agrícola donde el olivo, la vid y los cereales dominan 1.101 kilómetros cuadrados al sur. Por otro lado, a tan solo 10 ... minutos al Norte de la capital nos defiende del calor la Sierra Morena cordobesa.
Entre los Parques Naturales de Hornachuelos y Cardeña-Montoro, existe una frontera verde de encinas, quejigos y alcornoques. De arroyos y ríos cantarines y refrescantes como el Bembézar, Guadiato y Bejarano, que riegan desde tiempos inmemoriales estas dehesas, rodeados de álamos, alisos y fresnos. En sus cielos, limpios de contaminación lumínica, surcan las alas de buitres negros, leonados, águilas reales y perdiceras. Sus bosques son recorridos por linces ibéricos, lobos, jabalíes, ciervos, meloncillos y nutrias.
Y en ese entorno se encuentra una zona altamente habitada con zonas como Trassierra, Las Siete Fincas y Las Jaras , donde la parcela ha servido de refugio, generación tras generación, de niños ávidos de aventuras. De las familias cordobesas que huyen de la ciudad a las frescas noches de verano de la Sierra, donde el termómetro puede bajar hasta ocho grados respecto de la ciudad.
Es un privilegio poder disfrutar de este entorno en solo diez minutos, y para muchos ha sido su paraíso durante los largos días de confinamiento que hemos tenido que sufrir, al poder estar al aire libre y retrotraernos a una forma de vida mucho más humana. Conectada a la naturaleza, con el trabajo en los huertos, las gallinas y el contacto con los animales, y el lento discurrir de las horas, sin tráfico ni contaminación, sin apenas ruidos más que el canto de los pájaros. No todas las ciudades tienen tan cerca estos reductos de paz, pero no cuidamos de ellos y no conocemos apenas sus tesoros.
Más allá de la maravillosa ruta de los Baños de Popea por el río Guadiato, con sus saltos de agua, y los arroyos Bejarano y del Molino, que son afluentes de aquel, aparecen los bosques de galería en sus riberas, así como la conocida Fuente del Elefante. Pocos conocen la cantidad de restos llenos de historia como acueductos, fuentes, puentes y molinos, que abastecían de energía hidráulica a los molinos de harina, aserraderos y fábricas de paños.
Pero año tras año la dejadez a la hora de dotar de una redes de abastecimiento y saneamiento adecuadas , la falta de señalización de senderos y restos arqueológicos o el escaso cuidado de la limpieza, hacen que este vergel no pueda ser disfrutado por cordobeses y foráneos como se debiera.
Si no cuidamos y valoramos nuestra sierra, no podremos vivir con ella y de ella. En estos momentos, el turismo de interior gana enteros, muchos cortijos podrían rehabilitarse para hospedaje , muchos guías turísticos podrían hacer rutas y actividades de identificación de flora, fauna y de observación astronómica. Pero para ello los planes de mejora no deben quedarse enquistados y llenos de telarañas décadas tras décadas y sin solución.
El fuego, la suciedad y la dejadez amenazan este paraíso que nos ha dado libertad cuando el Covid nos tenía presos y que disfrutan muchos parcelistas y ciclistas, pero que se merece mucho más por parte de todos aquellos que la disfrutamos y si queremos que nuestros hijos puedan seguir haciéndolo.
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