«En el Gobierno hubo apoyo entusiasta al fin de la mili»

Recuerda que el Ejecutivo de Aznar trató entonces ese hecho histórico como un «asunto de Estado» y lamenta que el PSOE quiera ahora «adornarse con plumas ajenas»

ERNESTO AGUDO

MARIANO CALLEJA

En su despacho de abogado en Madrid, Federico Trillo repasa sus anotaciones de aquel Consejo de Ministros de hace 10 años, cuando se aprobó el Real Decreto 247/2001 de 9 de marzo, por el que se adelantaba (al 31 de diciembre de ese año) ... la suspensión de la prestación del servicio militar obligatorio, la «mili». Como ministro de Defensa, Trillo hizo una presentación en «power point» y anotó que el presidente José María Aznar destacó la importancia política e histórica de la decisión que estaban tomando en ese momento. No hubo más intervenciones pero el apoyo de todos los miembros del Gobierno, según explica, fue «entusiasta». Trillo también recuerda cómo, a diferencia del Gobierno actual, el Ejecutivo de entonces no quiso apropiarse del éxito y lo trató como un asunto de Estado. El final de la «mili» se conmemoró en Alicante, en el día de las Fuerzas Armadas de ese mismo año, bajo la presidencia de los Reyes. «Fue un acto de Estado, no político», subraya Trillo.

—¿Por qué decidió adelantar la fecha prevista para el final de la mili?

—El Gobierno tomó la decisión cuando tuvo la garantía de que todos los objetivos de seguridad nacional y todos los compromisos internacionales de España no sólo estaban cubiertos con el Ejército profesional, sino mejor cubiertos con un Ejército totalmente profesional. Después de eso se desarrollaron las acciones más complicadas, como es Afganistán, Irak y el propio Perejil y en todas ellos se despliega muy positivamente. Además, se quiso cumplir ese compromiso electoral adelantando esa fecha.

—¿Fue una decisión difícil dentro del Gobierno?

—No, no. Recuerdo que hice con carácter previo una presentación en el Consejo de Ministros, que daba una idea muy cabal de cuál iba a ser el funcionamiento del sistema, y el Gobierno lo apoyó en bloque.

—¿Cuánto pesaron los acuerdos con CiU de la legislatura anterior?

—Con mayoría absoluta esa legislatura no pesaba ningún compromiso. Pero sí teníamos conciencia de que, una vez aprobado el modelo por la Comisión del Parlamento, teníamos la exigencia de un compromiso electoral. Eso sí pesaba. Era dar cumplimiento a una promesa electoral ratificada por amplísima mayoría en el Parlamento.

—¿Qué motivos encontró el PP para acabar con la mili, al margen de los políticos?

—Las dos razones principales que llevaron al Gobierno a acabar con la mili y a introducir completamente el servicio profesional fueron dos: la primera de orden militar. Se trataba de tener para las misiones que los Ejércitos han asumido a partir de las revisiones estratégicas un Ejército mucho más profesional y especializado, más preparado, más disponible y menos numeroso. Era una exigencia técnica que yo resumo con este ejemplo: una fragata de la generación anterior necesitaba doscientos y pico marineros. Las nuevas fragatas necesitan 120. ¿Por qué?. Porque técnicamente están mucho más desarrolladas, y en consecuencia necesitábamos menos gente pero mucho más especializada. A eso hay que añadir que ya en las misiones internacionales el total de contingente era ya profesional. La segunda gran razón era una consideración de la obsolescencia del modelo ante la sociedad española, de manera que en el momento de acabarse la mili estábamos en un millón ciento y pico mil insumisos y objetores y otro millón en prórroga de incorporación a filas. Es decir, había ya claramente un abandono social del sistema que había fundamentado el servicio militar obligatorio.

—¿Hubo debate interno en el PP y en el Gobierno antes de tomar la decisión?

—No, insisto. En el Consejo de Ministros se podía hacer una presentación por «power point», y desde Defensa lo preparamos de manera muy sólida, con todos los números y los datos y las nuevas situaciones. No hubo más que apoyo entusiasta.

—¿Y dentro de las Fuerzas Armadas se tomó bien?

—Para mi sorpresa, los Ejércitos que yo encontré en el año 2000 estaban no sólo mentalizados ya en la profesionalización, sino que la deseaban abiertamente. La primera necesidad que cubría la profesionalización era la de tener un Ejército más eficaz y en eso los militares no tenían nada que ver con la mentalidad que a veces se piensa socialmente que tenían. Estaban en la OTAN desde el año 82 y habían visto las ventajas de un Ejército totalmente profesional. Los jefes de Estado Mayor de los tres Ejércitos y el JEMAD eran verdaderos partidarios entusiastas del sistema profesional. No había ninguna nostalgia, ninguna reminiscencia de la vieja mili. Eso estaba más en el mito, en la iconografía social que en la mentalidad de las Fuerzas Armadas, que eran ya muy profesionales y muy modernas.

—¿Con el cambio de modelo, las Fuerzas Armadas son mejores ahora que hace 10 años?

—Sin duda, son mucho más eficaces. De hecho así han sido valoradas por los ejércitos aliados. El éxito de nuestras misiones en el exterior y la valoración que ha hecho la Alianza Atlántica y la Unión Europea ha sido excelente en todos los sitios donde hemos estado.

—También son más caros los Ejércitos profesionales.

—Depende de dónde ponga usted los costes. El sistema anterior a la larga era más caro porque también se necesitaba mucha preparación para manejar sistemas sofisticados de comunicación y de armamento, y por tanto eso en manos de gente no preparada suponía también un riesgo. Y además al ser más reducido, las cifras tampoco son tas caras. No, no es un Ejército caro, lo caro es tener un Ejército eficaz y eso va más en el tema de material que en el de personal.

—¿El Ejército profesional es perfectamente compatible con la crisis económica?

—Absolutamente. No sólo eso, la crisis está siendo una verdadera cantera para el Ejército profesional, de forma que los números ahora cuadran muy bien.

—¿Ve posible una vuelta atrás en esa suspensión de la mili que se aprobó hace un año?

—Hombre, en circunstancias especialmente dramáticas podría pensarse acabar esa suspensión parcial o totalmente, pero no lo veo, no está dentro de los escenarios previsibles.

—¿Alguna vez se ha arrepentido de tomar aquella decisión en ese momento?

—No. Lo único que me ha sorprendido ahora es que si entonces el Gobierno decidió hacer esta decisión un asunto de Estado se quiera ahora celebrar los 10 años como un acontecimiento de partido. En esa tentación no caímos.

—¿Ha sido invitado a los actos?

—No, para nada. Se adornan con plumas ajenas. Nosotros nos contuvimos a la hora de explotar un éxito sobre todo con los jóvenes, por respeto al compromiso parlamentario y al carácter de Estado que deben tener los temas de Defensa. Y ahora se quiere celebrar por quien no lo hizo y entonces incluso pusieron pegas, apropiándose de una celebración que no les corresponde.

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