La 'ordinary people' monclovita se zampa el Ibex entre «soles, lechugas y chistorras»
El Gobierno eleva su peso en las cotizadas españolas hasta niveles récord de hace tres décadas, mientras en el núcleo duro del sanchismo crece la preocupación y el recelo ante una nueva élite empresarial que ha crecido al calor de Moncloa pero da pocas señales de compromiso cuando vienen curvas. Y ahora hay chicanes judiciales
El intervencionismo del Gobierno dispara el peso del Estado en la Bolsa española a máximos de 27 años
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Iniciar sesiónEl viernes tarde salió la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) a dar cuenta del 'sofisticado' lenguaje con el que Koldo describía los pagos en metálico entre su exquisita agenda de beneficiarios ministeriales y de la izquierda caviar. «Soles«, »lechugas« y »chistorras» ... son los apelativos con los que el todopoderoso asesor del Gobierno y del PSOE se refería a los billetes de euro listos para el reparto atendiendo a su color. Ya ven, todo este viaje digital y sostenible por las décadas de mayores avances tecnológicos para acabar hablando de «fajillos» a los que ya conocíamos por «boniatos, talegos, pasta» y demás epítetos callejeros para, en resumidas cuentas, aflojar la mosca. Para este viaje de progreso gramático-financiero no hacían falta alforjas. Treinta años después estamos donde estábamos, aunque para algunas cosas sí se ha aplicado el sanchismo como si no hubiera un mañana. Veamos.
Según el último informe del Servicio de Estudios de BME, el gestor del mercado nacional –dado a conocer esta semana con datos a cierre de 2024–, el Estado –técnicamente, porque en la práctica es el Gobierno– sigue elevando su presencia en la Bolsa española y ya va por el 4,1%, lo que supone la cifra más alta desde hace 27 años. Al mismo tiempo, por si quedaba alguna duda de la situación de las familias, la inversión minorista ha caído al mínimo de los últimos treinta y dos años (15,8%).
La foto se completa con el dato según el cual la participación de los inversores internacionales en la Bolsa española se sitúa en el 48,7%, tres décimas menos que un año antes. Dentro del grupo de los inversores foráneos destacan los institucionales. Al cierre del primer trimestre de 2025, un total de 8.634 fondos privados participaban en el Ibex, con un valor de mercado de 207.300 millones de euros. De ellos, el 70,7% del número de fondos y el 48,7% de la capitalización es de fondos europeos, mientras que los norteamericanos suponen el 25% del total y el 46,9% de la capitalización. Ahí es nada.
Pero lo que preocupa es ese afán público tan español por apropiarse de lo privado. Y el caso es que el Gobierno de Pedro Sánchez le ha cogido gusto a incrustarse en el tejido empresarial, controvertida praxis que alcanzó el culmen de la obscenidad el pasado enero echando al presidente de Telefónica desde un sofá de La Moncloa, un viernes a las cuatro y media de la tarde. «Sujétame el cubata Javi, que esto lo arreglo en un periquete» y a por otra, cabe pensar que diría Manuel de la Rocha, jefe de la oficina económica de Sánchez, mientras se ajustaba las cursi gafas que acostumbra a llevar pegadas a la colleja. El fin, señores, no justifica los medios.
El 'alto Estado mayor' de esta flotilla corporativa se pilota desde la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), Enaire y el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), instrumentos societarios que permiten mantener posiciones estratégicas en grandes compañías como Aena, Caixabank, Indra, Telefónica, Enagás y Redeia. Suma y sigue.
Sin embargo las cosas no van todo lo impecable que alguno quisiera en Moncloa y empiezan a escucharse las primeras voces de queja sobre esta nueva 'ordinary people' que se cuela en las empresas con la escarapela gubernamental y que en opinión del inquilino de dicho Palacio tarda poco en olvidar quién les ha puesto ahí y, sobre todo, para qué.
En los últimos meses se multiplican las advertencias en el círculo más estrecho del sanchismo sobre cómo estos «satélites artificiales» -tal cual les llaman- con sueldos de siete dígitos han perdido la órbita y «van a lo suyo», mostrando escasas dosis de compromiso cuando no gestos de complicidad con otros partidos del otro lado del muro por lo que pudiera pasar. Y lo dicen los propios monclovitas, no yo.
Caso aparte son las milicias del zapaterismo, que incluso se permiten posicionar a su amo como alternativa a Sánchez en caso de necesidad más o menos inmediata. El 'número uno' parece que se ha enterado y está que trina. Cualquier día les envía una de sus cartas de declaración. ¡Si es que así no se puede!
Mientras, el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijoó debe de olerse la tostada que tiene entre las cotizadas y repite eso de que «revertirá» la situación en cuanto llegue a habitar el actual 'Palacio de Sánchez'. Ese verbo pensarán algunos que visto lo visto revolverá las tripas de la «ordinary people», que ha probado las comodidades de un buen blindaje y no quiere ni oír lo de volver a sudar para ganar unas pocas chistorras si no unos simples soles.
Y en su camino de «reversión a la normalidad corporativa» Feijóo se ha encontrado dos grandes e inesperados aliados: Bruselas y la Administración Trump. Las injerencias sobre la opa del BBVA o el caso Barrabes han abierto los ojos de la UE; el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y las componendas con Huawei han hecho lo propio con el Gobierno norteamericano.
En definitiva, los particulares controlaban el 35% del capital de las cotizadas en 1998 y el Estado –el Gobierno– corría a desprenderse de empresas como Repsol, Endesa o Telefónica. Tres décadas después ha tenido que llegar Sánchez para revolucionar el tiempo y la materia. De un momento a otro nos dirá que ya estamos en Navidad, como en Venezuela. Felices fiestas.
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