el quinto en discordia
Trump contra el 'señor Mercado'
Resulta prematuro hacer un pronóstico cuando aún estamos en los primeros compases de la pelea, pero los viejos del lugar no tienen ninguna duda sobre el resultado. Se agarran a las estadísticas: nadie jamás ganó al mercado y esta no será la primera vez
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Disparate (7/4/25)
En la edición de este fin de semana del 'Financial Times' salía una viñeta que ilustra muy bien la situación actual. Como si se tratara del cartel de un combate de boxeo, retrata de un lado al presidente americano con su traje azul, su corbata ... roja y sus manos, cubiertas por unos guantes de boxeo rojos, en posición de combate. Y, del otro, al 'Señor Mercado', representado por un operador de la bolsa americana, con la misma actitud combativa. Trump contra el 'Señor Mercado' reza el cartel. Y eso es, precisamente, lo que se ha desatado en las últimas semanas: un combate entre el presidente americano y el mercado.
La salida en tromba de Trump pilló por sorpresa al mercado, que estaba con la guardia muy baja, básicamente porque las expectativas eran otras. Sin embargo, no ha hecho falta que terminara el primer asalto para que una vez recuperado del susto el mercado le tomara la medida a la 'Bestia Rubia'. Ha bastado con que soltara la mano en forma de subidas de tipos de interés para que el presidente americano reculara.
Y aunque resulte prematuro hacer algún pronóstico cuando todavía estamos en los primeros compases de la pelea, los viejos del lugar no tienen ninguna duda de la victoria del 'Señor Mercado'. Se agarran a las estadísticas: nadie jamás antes ha ganado al mercado, y esta vez no va a ser distinto. Más que por el resultado, los corredores están dispuestos a coger apuestas sobre el cómo y el cuándo del desenlace.
Los primeros síntomas de debilidad de Donald Trump, que ha acusado muy rápido el 'uppercut' de los tipos de interés, indican que el combate se puede llegar a resolver por la vía rápida. A pesar de su bravuconería, el presidente americano no tiene madera de encajador. Y aunque no son descartables los golpes bajos, no tardará en tirar la toalla. Todavía pretende dar la sensación de que lleva la iniciativa y de que marca los tiempos, aunque, y probablemente él lo sepa mejor que nadie, ya va a remolque de los acontecimientos.
Resulta también difícil anticipar cómo va a encajar la derrota. Lo más probable es que opte por tratar de anotarse la victoria del relato -y con una parte muy importante de su público es bastante probable que lo consiga- pero su carácter narcisista lo hace imprevisible. También resulta previsible que, como en él es habitual, trate de pasar página rápidamente a este periodo aciago. Cargará las culpas sobre otros y escurrirá el bulto. Aunque a muchos nos gustaría que este combate terminara con Trump besando la lona, su forma de ser le impide tener una salida digna. Sin embargo, probablemente su derrota sirva como vacuna definitiva para estos líderes.
Los bancos centrales
Los bancos centrales vuelven a escena. La semana pasada, en plena Semana Santa, los bancos centrales recuperaron todo el protagonismo. Nunca lo han llegado a perder del todo, pero lo de los últimos días es una vuelta a los momentos álgidos de las muchas crisis que hemos vivido estos últimos años.
De un lado, Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal (Fed), no se ha dejado doblar el brazo por Trump, que con su desfachatez habitual ha pedido su cabeza públicamente. El argumento del responsable de la política monetaria americana es sencillo. No pueden bajar tipos -o no tanto ni lo rápido que le gustaría al presidente americano- porque la guerra comercial es inflacionista.
De saque, la economía que va a sufrir un mayor impacto en sus precios es la norteamericana. En verano la inflación podría volver al 4%, nivel que es el doble del objetivo de la Fed. Y también es probable que sea la que sufra una mayor desaceleración de la economía, que, dependiendo de cuanto dure la incertidumbre actual, y en el bien entendido de que el tiro en el pie ya se lo han pegado, es probable que pueda llegar a contraerse algo este año.
Un complejo dilema que las presiones de Trump no ayudan a resolver en absoluto. De hecho, resulta del todo contraproducente. Probablemente lo peor desde el punto de vista de la credibilidad -un intangible esencial en lo tocante con política monetaria- para la Reserva Federal sería plegarse a las exigencias de Trump. Por lo tanto, entre obviar el más que probable repunte de la inflación y poner la venda antes de la herida bajando los tipos de interés, o, por el contrario, esperar y ver qué pasa tanto con los precios como con la economía manteniendo los tipos en el nivel actual, es probable que Powell opte por lo segundo en una prueba más del correcto funcionamiento de los contrapoderes en Estados Unidos.
En el otro extremo se encuentra Lagarde, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE). La francesa ha sabido hacer buen uso de la gestión de las expectativas en la reunión de la semana pasada y ha anticipado que estarían dispuestos a hacer lo que sea necesario si la sangre llega al río en el enfrentamiento comercial que ha iniciado el presidente americano.
Dos respuestas completamente distintas que son un buen reflejo de las distintas realidades que se viven a uno y otro lado del Atlántico. Las dos autoridades monetarias van a cumplir con su mandato y sus respuestas antagónicas son un buen reflejo del disparate que ha provocado una sola persona.
Flujos de capitales
Los mercados de capitales han tardado en reaccionar pero, finalmente, lo han hecho. Se han despertado bruscamente del sueño en el que la rotunda e inapelable victoria de Trump les había instalado y de un día para otro están tratando de poner en precio el sinsentido económico que está perpetrando. Más allá de la volatilidad y de las idas y venidas que provocan las declaraciones en un sentido o en otro del agotador presidente americano, el mensaje que traslada el comportamiento de fondo del mercado es que algo se ha roto.
En los últimos días hemos visto como el bono americano caía a la vez que el dólar se depreciaba. Esto es algo muy extraño en una economía desarrollada. Normalmente el precio al que financias tu deuda pública -los tipos- y tu divisa se mueven en sentidos opuestos. Esta vez es diferente. Y también está siendo diferente en el caso de Europa. El euro se está fortaleciendo a la vez que el tipo al que nos financiamos los europeos se inclina a la baja.
La conclusión es que el dinero está saliendo de Estados Unidos para entrar en Europa. La zozobra que han provocado en el mercado las arbitrariedades de Trump es de tal magnitud que está haciendo que los inversores se empiecen a cuestionar muchas cosas. Al incremento, evidente por otra parte, de la incertidumbre, hay que sumar las expectativas y el posicionamiento previo a estos anuncios. Aunque pueda sonar esquizofrénico, Trump está defraudando al mercado precisamente por hacer lo que venía repitiendo una y otra vez que iba a hacer. El Trump 2.0 ha resultado completamente distinto de lo esperado. Igual de impulsivo y disparatado pero mucho más dogmático. Y esto último era lo que el mercado no esperaba de él. Y en cuanto al posicionamiento viene sobre todo influido por el mejor comportamiento relativo de los activos americanos estos últimos años, que ha hecho que todo el mundo estuviera subido a esa ola.
Así las cosas, esta nueva versión de Trump ha pillado al mercado con el pie completamente cambiado y está reaccionando en consecuencia. Y probablemente tenga recorrido. No parece fácil que el presidente americano pueda recuperar la confianza del mercado por mucho que trate de enderezar el rumbo (en caso de que se decida a enderezarlo). Y, entretanto, es mucho el dinero que tiene que salir para volver a una posición neutral. Ni que decir tiene si de lo que estuviéramos hablando es de que el dólar estuviera en riesgo de perder su hegemonía como divisa de referencia mundial.
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